GUADALAJARA, JALISCO (17/SEP/2017).- El aterrizaje de Uber en Guadalajara provocó una revolución. En poco tiempo, una plataforma electrónica que ponía en contacto a conductores y a usuarios que necesitaban un servicio de traslado, transformó la movilidad de la ciudad. Los taxis se vieron amenazados. Los políticos no sabían cómo normar una novísima modalidad de transporte. Los ciudadanos entendieron que no estaban condenados a seguir en el viejo servicio y las presiones sobre la Secretaría de Movilidad se multiplicaron. Uber revolucionó el mercado, aunque su historia no parece tener un final feliz.La presión de los usuarios que recibieron a Uber con los brazos abiertos fue muy grande como para ser ignorada. Los diputados aprobaron una legislación muy sensata, desde mi punto de vista, para darle encaje regulatorio a las famosas Empresas de Redes de Transporte. Los mismos taxistas entendieron que el mercado comenzaba a mutar y ajustaron sus precios a la baja e, incluso, algunos sitios habilitaron aplicaciones para celulares inteligentes. La historia de Uber parecía digna de un cuento de hadas: un nuevo competidor empujaba a la conversión profunda del sistema.Sin embargo, el modelo construyó la semilla de propia perversión. Uber aterrizó en Guadalajara cual pirata en una isla desierta. Ante una ciudadanía molesta con un servicio de taxi ineficiente, caro y cooptado por intereses políticos, sindicales y empresariales, la empresa consideró que podía derrotar al Estado. La empresa se sintió respaldada por una enorme masa de clasemedieros con alto nivel de consumo que habían hecho de la plataforma un hábito irrenunciable. Alguna vez un ejecutivo de la empresa me dijo: este proceso es irreversible, o lo aceptan o tendrán que asumir las consecuencias. La declaración muestra el nivel de empoderamiento que sentían los dirigentes de la trasnacional.El modelo Uber depende de tres variables fundamentales: operar en países que permitan asimetrías en las reglas -baja protección a los taxis-, impunidad e instituciones débiles, y un sistema de taxis cuestionado por los propios usuarios. Uber ha tenido problema para entrar en países como España, Alemania o Francia, porque no se reúne alguna de las tres características. Por ello, la mayoría de las ganancias de Uber provienen de países con alta impunidad, instituciones débiles, políticos sobornables. No nos debe sorprender que hoy, Guadalajara, sea uno de los mercados más importantes para Uber en el mundo.La aversión por la regulación, llevó a la empresa a impugnar la ley estatal de Empresas de Redes de Transporte. La empresa se niega a aceptar: el registro de sus chóferes -se habla, porque no hay cifras precisas, de 22 mil Uber en la ciudad, 40% más que taxis-, a querer evadir el 1.5% de impuesto por cada viaje. Es decir, Uber ha llevado una ruta de impugnación contra una ley que lo que busca es que la empresa regrese a la ciudad las externalidades que genera con 22 mil autos en circulación y que, el Estado, pueda tener los datos de los conductores tanto para que sea información pública como para evitar el acaparamiento de autos en pocas manos que, hay que decirlo, contradice el espíritu del modelo de transporte.El devenir de Uber ha mostrado, aún con más notoriedad, por qué una legislación es necesaria. Uber pasó de ser un servicio de estupenda calidad, a ser incluso peor que algunos sitios de taxis. Los conductores no conocen la ciudad, no se dignan a prender el aire acondicionado, las condiciones de las unidades son lamentables y el trato empeoró considerablemente. Uber quintuplicó su capacidad de servicio en menos de dos años, lo que provocó que la empresa relajara controles de contratación, seguridad y calidad de servicio. Eso aunado a una ley que no entra en vigor debido a una estrategia de torpedearla a través de amparos, tiene como resultado que Uber esté reproduciendo el mismo modelo ineficiente y de bajísima calidad del taxi tradicional.La uberización es un término económico que se ha popularizado tras la irrupción de plataformas electrónicas que trastocan el modelo clásico de relación entre un prestador de servicio y un consumidor. Por ejemplo, Airbnb. Siguiendo el modelo Uber, Airbnb pone en contacto a personas que buscan hospedaje y a, terceros, que tienen una propiedad en renta. El negocio parece redondo: mejores precios, satisfacción garantizada, segmentación, claridad en los términos, etc. Sin embargo, plataformas como Airbnb están provocando muchísimos problemas en ciudades como Barcelona, en donde el modelo ha empujado a los vecinos de las zonas turísticas hacia las periferias y ha servido como multiplicador de una incipiente burbuja de precios turísticos. La alcaldesa, Ada Colau, ha aceptado que ya es un problema de seguridad el alquiler de pisos turísticos. Puerto Vallarta va en esa ruta.La tecnología debe servir para facilitar la vida de las personas e incrementar el bienestar de todos. Uber se mimetizó con las prácticas corruptas de los taxis tradicionales por una sencilla razón: porque enfrentan un contexto de instituciones débiles, con alto nivel de impunidad y corrupción. La legislación aprobada en Jalisco tiene todos los instrumentos jurídicos a la mano para que el Estado cumpla con su labor de regulador y exija a la empresa altos niveles de calidad, conductores preparados, mejores esquemas de seguridad y que contribuya a las arcas públicas a través de los impuestos. La uberización es un buen complemento y genera alternativas benéficas para el consumidor, si germina en contextos institucionales en donde se aplica la ley y se defiende el interés general. Por el contrario, cuando se reproducen en espacios plagados de impunidad, se vuelven simples reproductores del círculo corrupto que deriva en mal servicio. La irrupción y la regulación de Uber no fueron errores, pero apretar tuercas es inevitable.