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Quiero un Passat

Tal vez un día el mundo reconozca que la carrera hacia los turbo es un error

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (14/FEB/2015).- Hace ya varios años, alguien llegó a la conclusión de que el mundo está sufriendo en función de la contaminación del aire y que el mayor responsable de esto es el automóvil. El hoy famoso “calentamiento global” tiene dividida a la comunidad científica internacional. Incluso científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), han declarado que en su opinión la temperatura del orbe de hecho está bajando, una opinión que es compartida por colegas suyos de países como Rusia, por ejemplo. Pero en la cabeza de la mayoría, el mundo se calienta cada vez más y el culpable, bueno, ya lo dije, es el coche. Y esto es lo que hace que yo quiera un Volkswagen Passat, con motor V6. Me explico.

La presión de la opinión pública ha sido obviamente escuchada por muchos gobiernos del mundo. Y estos, siempre atentos cuando se trata de ganar o perder votos, han creado leyes para frenar la contaminación de la atmósfera y evitar que nos cocinemos globalmente en unos cuantos años. Una de ellas es forzar hacia la baja las emisiones contaminantes de los autos de manera relativamente paulatina. Estados Unidos, más fuertemente el Estado de California, fue de los pioneros al lanzar el CAFE, una ley que obliga que los fabricantes tengan un promedio de consumo de combustible entre todos sus productos, determinado por el gobierno. Para lograr la imposición, la primera medida fue bajar el peso y para hacerlo bajaron el espesor de la lámina a lo máximo, creando estructuras que compensaran la debilidad de la carrocería. Pero eso no fue suficiente, claro, por la presión hacia la baja siguió aumentando. Hoy hacen autos eléctricos con la misma intención, bajar su promedio de consumo, no exactamente salvar al planeta como alegan.

En Europa decidieron poner impuestos más elevados según el tamaño de los motores. Luego, se fueron sobre la cantidad de gases contaminantes emitidos. Y como ya no era posible bajar el peso de los autos adelgazando la lámina, más cuando el mercado demanda cada vez más equipo que hace subir ese peso, la solución fue disminuir el tamaño de los motores y cambiar la gasolina por el diesel, tasando el primero de tal forma que el segundo fuera irresistible.


La era del turbo


Los europeos de clase media comenzaron a acostumbrarse a autos chicos y con potencia relativamente baja, porque los mayores y con máquinas de más de dos litros eran demasiado caros. Entonces, comenzó a cobrar fuerza una tecnología que antes sólo se usaba en vehículos de alto desempeño, casi siempre deportivos dedicados a las carreras: el turbo.

Las turbinas abrieron su espacio de tal forma, que hoy ya dominan el ambiente. Hasta en la catedral de la velocidad, la Fórmula Uno, se cortaron cilindros a favor de las turbinas. Esto nos llevó a una era en la que vemos a BMW, una de las mejores, si es que no la mejor empresa fabricante de motores de automóviles del mundo, ya sin un único vehículo con motor normalmente aspirado. Audi, que entró antes en la “era del turbo”, mantiene versiones aspiradas para autos de nicho como el RS5 o el R8. Mercedes-Benz y Porsche siguen también encantados por el canto de sirena de las turbinas. Hasta Volkswagen, la marca germana de volumen y una de las mayores del mundo —la mayor, según la consultoría italiana Focus2Move— ya anunció que en un futuro no muy lejano, todos sus motores serán turbo.

En Estados Unidos, el cambio es más lento pero va en la misma dirección. Ford es la empresa que más ha invertido en los turbo y hasta un Fiesta con motor de 3 cilindros se vende en la Unión Americana, algo impensable hace muy pocos años. General Motors y FCA (Fiat Chrysler Automobile) trabajan en esa dirección.

Los motores turbo, pese a toda la evolución que han recibido, siguen sin ofrecer la entrega lineal de potencia de un normalmente aspirado. Esto hace que tengamos que esperar hasta que la turbina entre en acción para tener potencia suficiente para un rebase, una incorporación rápida o simplemente para disfrutarla. Peor aún, los turbo sólo son más económicos que los aspirados antes de que entre el turbo en acción y/o cuando el piloto presiona muy, muy ligeramente el pedal del acelerador. Y todos sabemos que nadie conduce así, todo lo contrario.

Tal vez un día el mundo reconozca que la carrera hacia los turbo es un error. Si el Primer Ministro francés, Manuel Valls, reconoció que fue un error haber incentivado el uso del diesel por tanto tiempo —el diesel arroja menos gases de efecto invernadero a la atmósfera, pero hace un daño más directo a la salud de los humanos— esto significa que hay, aunque sea sólo un poco de esperanza en la humanidad.

Pero mientras esto no se da y antes que Volkswagen cumpla su promesa de poner una turbina en todos los motores de sus autos, yo, tengo ganas de comprar un Passat V6 y así, disfrutar todo lo que puede dar un estupendo motor, sin turbinas ni supercargadores.

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