Suplementos | La belleza de la zona de Tecolotlán es representada de forma perfecta en sus escenarios Piedras Blancas La belleza de la zona de Tecolotlán es representada de forma perfecta en sus escenarios Por: EL INFORMADOR 15 de marzo de 2015 - 02:16 hs Las famosas 'Piedras Blancas' destacan entre las elevaciones de la Sierra de Quila por su color y belleza. EL INFORMADOR / V. García GUADALAJARA, JALISCO (15/MAR/2015).- En la Sierra de Quila, al Sur de los cerros: El Campanario y El Huehuentón, por donde bajan los arroyos: Colorado, El Guaje y La Disciplina, yacen con garbo unos pliegues rocosos, que muestran hermosas piedras, que por su distintivo color, fueron llamadas, “Piedra Blancas”. Una fresca mañana, Nicolás y yo, partimos para Tecolotlán, lugar de ídolo de piedra, tecolote. Gabriel Agraz García de Alba, nos dice: El río de Tecolotlán lo forman dos manantiales, que nacen en la Sierra de Quila el Grande; el uno llamado “La Ciénaga” que al despeñarse forma varios saltos, entre ellos, uno que dista de este pueblo 7 kilómetros y tiene 80 metros de altura y pasan 87 litros por segundo en el estiaje, no es muy conocido por encontrarse en lo más abrupto de la serranía; en seguida se forma el conocido salto de “Santa Rosa”, que tiene aproximadamente 30 metros de altura; y el otro “El Salto Seco”, que al despeñarse forma el salto de “La Campana”… la caída de agua forma la respectiva silueta de los Santos Patronos de este pueblo: San Agustín y Santa Rosa (Según el vulgo). Las corrientes de estos dos manantiales se unen en un punto llamado San Diego, (sitio donde existió una hacienda con igual nombre en el siglo XVI) formando así el río Tecolotlán. Luego de Las Calaveras entramos a Tecolotlán por la calle que va a Santa Rosa, a la Sierra de Quila, planta de la familia gramínea, especie de caña semejante al carrizo, al bambú. El camino de buen empedrado, nos mostró el Arroyo Santa Rosa, que libraba un puente, poco antes se le había unido el Arroyo los Tejabanes y más adelante lo engruesan los arroyos: La Campana y Corralitos. Del costado derecho del sendero, miramos el precioso arroyo, que zigzagueaba una pared rocosa, salpicada de musgo, helechos y orugas, un mezquite reflejaba su follaje en una fosa grande. Más adelante apreciamos la silueta de la sierra, conformada por los cerros: El Picacho Áspero, y La Sombrilla, nos adentramos por un potrero florido para percibir el arroyo, que se manifestaba entre piedras y diversas plantas, de fosa en fosa. Seguimos nuestro andar y al empezar a subir la sierra, un letrero nos dio la bienvenida a la Sierra de Quila, área de protección de flora y fauna, “Los Bosques son grandes reservas de agua y de biodiversidad”, ¡Ayúdanos a protegerla! Luego de subir un buen tramo, una vereda nos invitó a admirar la Cascada Santa Rosa, un chorro plateado, curveaba ligeramente una peña para después caer de plomo a la fosa, el hermoso cordón de agua contrastaba con lo ocre de la peña y los follajes verdes. Más adelante observamos a través de robles, un chorro, de agua serrana, era el Salto la Ciénaga, que caía casi vertical, acariciando su peñasco con gracia. Enseguida recorrimos una vereda cuesta arriba, sombreada por pinos y robles, a corta distancia escuchamos un susurro de agua, era la Cascada la Campana, la cual contemplamos desde su parte alta, el cauce se perdía en el vacío. Posteriormente, arroyo arriba, nos deleitamos con sus espejos, animados por alamillos y de un risueño saltito que se contoneaba con alegría. Nos internamos en la encantadora sierra, cubierta por encinas y embellecida por hilos de agua. Nubes bajas enfatizaron los contornos de los pinos, luego una llovizna tocó una dulce sinfonía al rosar los robles. Después de la presencia de agua, una vereda nos condujo a las fantásticas Piedras Blancas, su color las delataba entre los pliegues boscosos y sus bellas formas curveadas nos cautivaron, enmarcadas por aceitillas amarillas. Subimos contentos a la cresta de la primera piedra, que nos brindó fabulosos parajes aledaños, enriquecidos por otras piedras, que sobresalían de pliegues rocosos, un tanto cubiertos por árboles, al fondo se dejaban ver otros pliegues de bosque. Cada piedra con su encanto propio, una figuraba una hermosa cúpula, sólo le faltaba su cruz. Temas Pasaporte Veredas Lee También “Jalisco es México en su esencia”: Michelle Fridman Los tres rostros de Oregon Villa Navideña de Atlixco atrae a turistas Los destinos del verano argentino Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones