Suplementos | Se queda la Colonia Chapalita sin uno de sus personajes más emblemáticos Picantes y sabrosos recuerdos deja con su partida Se queda la Colonia Chapalita sin uno de sus personajes más emblemáticos, el carismático, buen conversador y querido vendedor de papas Don Martín Por: EL INFORMADOR 4 de agosto de 2013 - 03:58 hs GUADALAJARA, JALISCO (04/AGO/2013).- Don Martín vendía “las mejores papas de Guadalajara” y que la salsa de chile con la que las bañaba sabía “sabrosa”, dicen. Cuentan, también, que era amable, caritativo, buen conversador. Desde hace más de 30 años su puesto de fruta y papas es parte del paisaje de la colonia Chapalita. Ahora, a la entrada de la finca 655 en avenida Tepeyac, moños negros anuncian su muerte y no se sabe si el negocio seguirá. De cabello cano y lentes, María del Rosario Pérez Ramírez pela pepinos mientras cuenta que el domingo por la madrugada Joaquín de la Cruz de Anda falleció; padecía diabetes. Ella trabajó con él por 25 años. Don Martín, como se le conocía, nació el 13 de agosto de 1938 en Jalostotitlán, Jalisco. La foto del tarjetón del Seguro Social lo muestra serio, pero quienes lo trataron dicen que todo lo contrario, que era “bromista”. Por ejemplo, a Francisca Limón Islas, su vecina, le preguntaba cada tanto que cuándo viajarían juntos a Cancún. Ella ríe al recordar la anécdota. No cree aún que haya muerto: “¡Qué pena! No puede ser”. Luego de revelar la tristeza de su nieta cuando supo la noticia, platica que Joaquín “era muy querido y famoso”. Por su establecimiento, presume, desfilaron la actriz Jacqueline Andere, un hijo del cantante Vicente Fernández y otras personalidades. Pérez Ramírez dirá más tarde que la convivencia con reporteros no le es nueva. De televisoras y periódicos llegaban para entrevistarlo. Incluso una vez un medio de Estados Unidos lo grabó con una “camarota”. Así, su renombre y visibilidad en la ciudad. Septuagenario platicador El vendedor de papas era platicador. Claudia Salamanca, veinteañera, salía a charlar con él, cuando laboraba “todo el día” en la pastelería de al lado. Y también, caritativo. Joaquín de la Cruz de Anda ayudaba a los demás. Por encargo, doña Chayo iba cada ocho días a llevarle despensa a un amigo suyo y supo que a otro que residía en Las Pintas de Abajo le llevó médico y medicina, cuando enfermó. Con ella misma se mostró condescendiente. Se conocieron por una hermana que le preparaba las papas y la contrató al no tener empleo. Así, chambearon juntos cinco lustros. Ella trasladándose desde la Colonia Agrícola a Chapalita, él comprando la materia prima en el Abastos. A María del Rosario no se le quiebra la voz ni titubea cuando habla de su compañero de tardes y mañanas. Solo se le arasan los ojos cuando una vecina le da los buenos días, la abraza y le dice que cuenta con ella para lo que se ofrezca. Durante la mañanaotras personas llegarán a saludarla, a preguntar cómo está luego del fallecimiento reciente, a lamentar la partida del papero. Ella no sabe si seguirá la venta de papas y fruta: depende de la decisión de uno de los hijos de De la Cruz de Anda. Familia y vida De un metro-sesenta, tez blanca, ni gordo ni flaco —como lo describió Irene Ramírez, empleada doméstica—, don Martín se casó en Jalostotitlán; su esposa falleció hace “muchos años”, cuenta María del Rosario. Procreó siete hijos: cinco de ellos viven en Estados Unidos. Ella sospecha que llegó a Guadalajara para tener un mejor salario. Por más de 45 años se dedicó a la venta de alimentos. Primero empezó con los tacos, luego comercializó fruta y los últimos 15 años, papas y fruta. Él mismo preparaba la salsa de chile que los clientes alaban y que al paladar “no enchila”. Mientras vendía, don Martín escuchaba música “antigua”, sin oír a algún artista en particular. Que qué le gustaba hacer: “trabajar”, responde doña Chayo. Y pintar y resanar las paredes de su cuarto. A saber su arraigo por la tierra natal, pero su voluntad fue que lo enterrasen en Jalostotitlán, donde inhumaron a su padre. Así sucedió el miércoles. Clientes, residentes de otras colonias Flanqueado por una heladería y una pastelería, el puesto de Don Martín consiste en un carro verde cubierto por un mantel rojo con estampados de frutas. Antes de establecerse en Tepeyac, casi esquina Las Rosas, solía recorrer con él las calles de la colonia. Detrás del carro formaba una hilera de cajas de madera. Y sobre las cajas colocaba fruta. Desde ahí, el vendedor solo tenía que dar un par de pasos para acceder a su cuarto, numerado con el 655 B. De él salía por las mañanas al Mercado de Abastos, para surtir la fruta. Cuando regresaba, María del Rosario ya estaba ahí para ayudarlo. Trabajaba de 09:00 a 21:00 horas. “Muchos” clientes llegaban por fruta y papas, atestiguó Yolanda Chapa, vecina por tres décadas. Venían de Providencia, Jardines del Bosque y otras colonias. En la Chapalita era conocido. Mercedes López da fe de ello. “Aquí todos nos conocemos”, apunta, mientras compra cocos a Elena Martínez García, afuera de la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, a media cuadra de distancia del puesto de papas. Elena destaca el “trato amable” y el tiento del difunto para seleccionar “la mejor fruta”. Con cierto matiz en la voz, advierte que La Huesuda se llevó primero a un taquero cuadras arriba, luego llegó por don Martín y ahora sabrá Dios a quién le vaya a tocar en la colonia de 70 años de existencia, donde destacan las áreas verdes, los autos de lujo, y en la que ahora tres moños negros afuera del 655 de Tepeyac se agitan con el viento. La muerte de Don Martín se dio a conocer en Facebook. Hasta el día de hoy suman más de 720 las veces que se ha compartido la noticia Temas Tapatío Colonia Chapalita Lee También El arte, un reflejo crítico de la sociedad contemporánea Tapatíos en busca de oro en California “Los peruanos somos como personajes de Rulfo”: Diego Trelles Paz José Meléndez, de ser estratega interino a poderse convertir en campeón con el Tapatío Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones