Martes, 26 de Noviembre 2024
Suplementos | Coachella, Recuerdos de melómanos

Odisea en el valle del desierto

Quien quiera ser alguien en el reino del mainstream musical tiene que haber tocado alguna vez en el Festival de Coachella, y quien se declare melómano indie tiene plantearse la peregrinación hacia ese centro ceremonial al menos una vez en su vida

Por: EL INFORMADOR

El rock domina durante el festival.  /

El rock domina durante el festival. /

GUADALAJARA, JALISCO (06/ABR/2012).- Un desierto es un lienzo en blanco en el que cabe cualquier tipo de cultura: un deslumbrante imperio en el antiguo Egipto, un oasis de luces y entretenimiento como es Las Vegas, o una capital de lujo artificial erigida en tiempo récord, en Dubai.

 Pero no hay que agotar la capacidad de asombro: ¿quién iba a imaginarse que otro desierto, específicamente el valle arenoso de Colorado, acogería uno de los eventos cumbre en la industria de los conciertos? Ése que acontece año con año en un pueblo llamado Indio, California, famoso ahora por sus campos de  golf y fundado más de 100 años atrás como una escala de descanso para la ruta del tren.

 Recién entrada la primavera, el río de nuevas propuestas musicales irriga los campos del Club de Polo Empire para cosechar el espectacular Festival de la Música y las Artes de Coachella Valley, un caluroso paseo por 140 agrupaciones musicales y 75 mil peregrinos que entran en un lapso musical de tres días.

 Shorts, playeras de tirantes, chanclas, bikinis y lentes oscuros caracterizan a los forasteros que emprenden esta migración anual para atender las maratónicas jornadas, en las que hay que correr agitado de un punto a otro y fijar la vista a lo lejos, en las estrellas brillantes o en los talentos nacientes.

 Mientras la industria discográfica parece agonizar, las 225 mil entradas para cada una de las fechas de la edición 2012, que se celebrará por primera vez en dos fines de semana (del 13 al 15, y del 20 al 22 de abril), se esfumaron en menos de tres horas después de salir a la venta.

 Ante la expansión del festival —que divide opiniones sobre su “control de calidad”— más y más tapatíos se aventuran a entrar al universo de los conciertos maximalistas, donde los artistas validan su altura musical, sus habilidades histriónicas y su parafernalia tecnológica.

 No hay una gota de lluvia, pero chorros de música brotan desde el mediodía hasta las dos ó tres de la mañana. Árboles gigantes de lámina, tráileres al revés, pájaros de la era mesozoica o escupitajos amorfos de fuego atraen a las almas sumergidas en dimensiones alternas. El público heterogéneo atiende el sonido de las tres carpas (Gobi, Mojave y Sahara) contoneándose relajadamente. Los fans desesperados se apelotonan para alcanzar un buen lugar en los conciertos de cierre, en el escenario principal o en el Outdoor Theatre.

 Asistir a Woodstock fue un acto revolucionario, un capítulo en la historia mundial. Ir a Coachella quizás no ostente la misma ideología, aunque ciertamente tiene un toque de esa magia hippiosa, donde la gente comulga en paz y éxtasis para admirar a sus ídolos. El espectáculo total de la experiencia-concierto.

 Desde su inicio en 1999, interrumpido en 2000 y hasta la fecha, Coachella es una feria alejada de las capitales musicales, porque en sí mismo constituye un reino, su oferta incluye lo mejor del rock actual, lo que sea que hoy incluya esa etiqueta donde cabe Radiohead, Sigur Ros, Morrisey y Kraftwerk, pero que agrupa al mainstream de la música alternativa mundial, sin que falte algún frijolito negro en el arroz. El festival es también un escaparate para degustar bocaditos del saturado menú musical en una época en la que nacen y mueren proyectos a la velocidad en la que se reproducen los conejos. Por ello ofrecemos una probadita de Coachella, a través de los recuerdos de melómanos gourmet.

  Los mexicanos “reconquistan” California

En 2006, la banda noventera de metal alternativo Tool tocó en el escenario principal como cabeza del cartel, mientras que Madonna se limitó a cantar en una carpa especial. Ésa fue la primera vez que Alejandro Tavares, director de la estación Máxima FM, asistió al festival. Repitió en 2008, cuando Café Tacvba se presentó por tercera vez y ocurrió el primer concierto de una banda tapatía: Porter.

Alejandro, quien goza de un amplio currículo en festivales, narra con fluidez sus experiencias en Coachella: “Se me hizo bien perro que Rubén (Albarrán, vocalista de Café Tacvba), dijo: ‘Cómo están muchachos… bienvenidos a Mexicoachella’, y no habló una palabra de inglés en todo el concierto. Me late mucho este rollo de que hubiera música mexicana en Estados Unidos, en un territorio que había sido de nosotros”.

 De acuerdo con las voces para este anecdotario, en esa edición se dieron dos de las actuaciones más memorables: el regreso de Portishead, cuyos fans esperaron una década para recibir a su tercer y aclamado disco, Third; y el concierto de Roger Waters con la gira Dark Side of the Moon.

“Veíamos a Roger Waters cerrar y de repente pasó una avioneta aventando un montón de pelotitas durante la rola Shine on your crazy diamond. Cuando te caían, te reventaban y eran papelitos que decían No to war, algo así. Ése tipo de cosas tiene Coachella. Por ejemplo, (el actor) Sean Penn salió en uno de los escenarios y se tiró media hora hablando de que hay que cuidar la naturaleza. Es un festival con ese ambiente hippie que quizás no tienen otros más elaborados, como el Lollapalooza de Chicago”.

 Las celebridades son libres de caminar por los campos del Empire y sus alrededores. Tavares y su comitiva se encontraron a Paris Hilton desayunando en Palm Springs, una ciudad cercana al sitio del festival. En suma, el contacto con los músicos es más asequible: “A muchos artistas los hacen firmar sus discos. Yo tengo uno de Mika, y lo mismo que firma él, lo hace David Gahan (vocalista) de Depeche Mode”.

 La alineación de las presentaciones es una “curaduría muy interesante”, apunta Tavares. “Tiene un balance como pocos festivales en el mundo entre bandas muy nuevas y cosas del mainstream. Allá vi por primera vez a Hot Chip y a Gogol Bordello. A pesar de que la gente pueda decir que ya se popularizó demasiado y los melómanos más puristas digan que no está chido, sigue teniendo muchísima calidad”.

  Aprender del estilo Austin

 Los Pixies se reunían después de 11 años y The Killers estaba escrito con letras pequeñas hasta el final del poster. Corría mayo de 2004 cuando el periodista musical, Enrique Blanc, asistió a Coachella por vez primera y única: “Fue cuando Radiohead, Pixies y The Cure estuvieron como estelares. Beck fue el primer evento que vi ese día, porque alguien se cayó, entonces él llegó de sorpresa y tocó en una de las carpas”.

 Blanc enlista con memoria fotográfica el abanico que presenció: “Yo iba a trabajar y me encontré a Juana Molina, a quien entrevisté. Después me fui a las carpas, donde había cosas súper interesantes. Ese día tocó Kraftwerk en la carpa electrónica, vi a Mogwai y también a una banda que me gustó mucho que se llama Cooper Temple Clause”.

 La piel también recuerda. El calor es el gran invitado en todas las ediciones del festival. En la noche, las tropas más débiles yacen en el césped, mientras que los soldados de piernas inquebrantables o los refuerzos recién llegados siguen a pie de lucha, listos para desatar una estampida humana.

 “Es un festival bastante organizado, sólo que tumultuoso. Eso genera incomodidad. A comparación de Austin City Limits (otro festival anual celebrado en Austin, Texas), que posee más o menos las mismas dimensiones, la gran ventaja es que éste sí sucede en la ciudad y puedes ir a cenar o tomar algo. En cambio, no hay muchos servicios en la zona de Coachella porque el lugar está algo retirado. Otra de las grandísimas ventajas es la actitud de la gente: mientras que en Coachella todo mundo se amontona, Austin tiene un estilo más relajado, la audiencia se sienta en las sillas y respeta un poco más el espacio”, explica Blanc.

 Austin es la capital de la música en vivo, comenta Enrique. También piensa que el público que va es muy distinto y que los texanos están más acostumbrados a los conciertos. “Dicen que es la ciudad en la que puede caminar Bob Dylan por la calle y nadie lo molesta”.

 No obstante, reconoce que Coachella compagina exitosamente géneros como el rock alternativo, el hip-hop y la música electrónica, y que ha sido el punto de rencuentro para bandas de leyenda como Siouxsie & the Banshees e Iggy & the Stooges: “Aunque también es cierto que a veces se van con las modas y falta incluir algunas cosas, hacerle justicia a muchos músicos”.

  Un día de campo con personalidad

Odín Parada, integrante de Sussie 4, ha asistido desde 2004 hasta 2010 como un devoto. Para saciar su fe festivalera también se ha paseado por otros megaconciertos estadunidenses como Lollapalooza (Chicago), South by Southwest (Austin), Austin City Limits (Austin) y el LAMC en Nueva York. No obstante, distingue a Coachella porque “es como ir a un día de campo. Lolla, por ejemplo, es de los festivales que aparte de Glastonbury (Inglaterra) tiene uno de los mejores line-ups, pero no es tan impresionante la producción”.

Desde la primera vez que acudió, hubo venta total. A medida que avanzaron los años, el evento se popularizó más, sobre todo en México, al grado en que había que navegar entre mares de piel y cabelleras, lo que a su punto de vista trajo consigo un declive en la calidad de la experiencia y del cartel.

“En 2011 preferí no ir y lanzarme a otros conciertos. Este año le echaron un poquito más de ganas: Radiohead, Dr. Dre con Snoop Dogg… y aunque los Black Keys son muy populares ahorita, pues no tienen el mismo peso. Vieron que es un negociazo y traen menos bandas impactantes, aunque sigue habiendo buenas propuestas”.

Odín Parada ha adquirido la manía, en sus propias palabras, de pasearse con atención de especialista por las carpas. A su juicio, ahí se concentran las propuestas que después darán de qué hablar. Este año regresará a las andadas, pues tiene contemplado asistir al primer fin de semana.

“He repetido varias veces shows y veo cómo mejoran algunas bandas. Uno de los mejores conciertos de mi vida ha sido la presentación de Roger Waters y hasta me tocó jalar el puerco (risas). Otros han sido Depeche Mode, Portishead, Daft Punk, The Cure… a los de Air una vez les fue muy mal, era su segunda presentación en Coachella y salieron 40 minutos tarde. Cuando estuvo The Cure en 2009 les apagaron las luces, el audio, los monitores y el señor Robert Smith (el vocalista) siguió así, con los puros amplificadores. Es de los momentos padres que te da el festival”.

Los rockeros dominan al mundo

De corazón electrónico, Rodrigo Arana (Copy Violators, Bandido) atesora la presentación de Kraftwerk en 2004, en una de las dos ocasiones que se paseó por ese pedazo de desierto californiano: “Estuvo impresionante el espectáculo. También iba a ver a !!! (que se pronuncia chik chik chik), aunque Radiohead me gustó mucho por su show de luces, al igual que la presentación de Flaming Lips”.

Confiesa que ahora es más selectivo a la hora de frecuentar festivales, y va por dos o tres bandas en específico. Coachella lo dejó exhausto. “Es muy matado aventártelo así. La primera vez está buena como experiencia, yo ya lo hice dos veces y ya el último día ni lo disfruté. Estábamos tirados en el piso y viendo las pantallas”.

 Arana, integrante privilegiado de la movida electrónica alternativa de Guadalajara, acepta que después de su regreso a Coachella en 2007, percibe la incorporación de más actos mainstream, aunque explica que eso es una evolución natural, “porque el festival es un negocio”. Dice que también hay grupos electrónicos que se apoderan de los escenarios grandes, aunque la mayoría del catálogo se concentra en las carpas: “Es que en todos lados, en México, Estados Unidos o donde sea, hay más público para el rock”.

  El menú del día

Las presentaciones de ambos fines de semana están programadas para ser idénticas. Los platos fuertes incluyen a Black Keys, el dúo de garage blues contemporáneo a The Strokes y The White Stripes que reclama su podio; Radiohead, los magnos héroes del rock posmoderno, más preocupados ahora en innovar sus estrategias de mercadeo que su estilo musical; y finalmente el set de alto calibre compartido por los raperos Dr. Dre y Snoop Dogg, los dos con álbumes de hace más de un año, pero bien conocidos por su química en vivo.

 De los talentos que lograron colocar sus títulos en las listas de “lo mejor de 2011” sobresalen el cantautor canadiense Bon Iver, acaso el nombre más aclamado del nuevo folk independiente; el productor francés M83, que a últimas fechas se ha avocado a destruir la frontera entre la electrónica inteligente y el pop ensoñador; el extraño pop juguetón de tendencias africanas de tUnE-yArDs; y finalmente, el príncipe absoluto del r&b experimental, The Weeknd.

 Del mismo modo, les pasarán lista a los movilizadores del dance de masas de nuestra era: el dueto galo Justice y la mente maestra detrás del pop de gran escala, David Guetta.

 Coachella es un encuentro único para el mundo de la música que exige a su público jalar fuerzas para caminar, soportar hambres y calores, y pagar hasta cinco dólares por una botella de agua. Aun así, las estampas de la juventud son envidiables: pura energía bañada de sol y de luces neones. En pleno desierto.

La despedida de una banda tapatía

Hasta este año, conservan el título de peso completo: la extinta banda Porter es la única agrupación tapatía que se ha presentado en Coachella. Conjurando al pasado, Juan Pablo “Chata” Vázquez, entonces baterista del grupo, platica la historia del que fue su último concierto.

 “Recién iniciado el 2008 me marcó el ‘Orco’ (Álex Pérez, ex manager de Porter y ex integrante de Azul Violeta) y me dijo que había una gran posibilidad de tocar en Coachella. Fue el primer año en que vinieron los organizadores a presentar el evento en México. En ese momento hicieron el contacto con la banda y fue así de: ‘¿Quieren venir a tocar?’. Sólo nos dieron dos mil dólares, pero teníamos que viajar todos los de la banda, hospedarnos y eso, por lo que terminamos poniendo de nuestra bolsa”.

 El viernes 25 de abril de 2008, a las 12:00 horas, Porter abrió la carpa Gobi con un público de composición diversa entre mexicanos que coreaban sus rolas y gringos “despistadones”. Para los músicos, afirma Juan Pablo, concluir el éxito de su breve carrera en Indio cerró el círculo dorado después de haber tocado por primera vez en el Auditorio Nacional, cuando ganaron un concurso como una novel banda que aún no tenía nombre.

 Entrevistado por separado, el ex guitarrista Fernando de la Huerta tardó poco en revivir, aunque sea en palabras, aquella presentación: “Estábamos ya en el proceso final de la banda. Era muy incierto nuestro futuro y nuestra relación no era la misma. Nosotros desde un principio sabíamos que (Porter) era algo fugaz. Entonces, como teníamos tantos proyectos y cosas a futuro, vimos el lado positivo y pensamos: qué maravilla cerrar con este broche de oro”.

 La mejor parte para él ocurrió en los camerinos, decorados con radios antiguas y otros objetos vintage, obsequios que pueden llevarse los músicos. Convivir en el mismo espacio donde han caminado los integrantes de Radiohead o Björk, fuertes influencias del grupo, conmocionó el pellejo de Fernando.

 No obstante, los chicos no guardan con celosía su logro: “Espero que vayan muchas bandas más”, opina Fernando. “Porque Guadalajara tiene cosas muy interesantes. Ojalá que no seamos los únicos tapatíos en ir; al contrario, que vayan 10, 20 ó 30 y que vean que aquí sí hay talento”.


DE MÉXICO
Le Butcherettes y Hello Seahorse

El próximo fin de semana está agendada la presentación de Le Butcherettes, un dúo de rock crudo fundado en Guadalajara que conserva a Teri Gender Bender como miembro original. Aunque gran parte de su vida y el origen de la propuesta la vinculan fuertemente a esta ciudad, Le Butcherettes es actualmente una agrupación multicultural en la que participa Omar Rodríguez-López (miembro de The Mars Volta) y tiene como base la ciudad de Los Ángeles. El otro grupo mexicano que tendrá participación este año es Hello Seahorse, de la Ciudad de México.

Guía de turistas

Dependiendo de las comodidades, el presupuesto puede oscilar entre los ocho mil y 15 mil pesos.

 Los boletos para cualquiera de los dos fines de semana costaron 285 dólares (tres mil 650 pesos), más gastos de envío. Aunque están agotados, hay gente que está vendiendo los suyos a través de redes sociales, como el Facebook oficial de Coachella ( http://www.facebook.com/coachella).

 No obstante, hay una forma de adquirirlos por la vía oficial, pero eso implica comprar un paquete para cuatro personas que incluye una tienda de campaña y acampar en una zona conocida como Lake Eldorado, adyacente al festival. Dicho paquete tiene un costo de dos mil 975 dólares (poco más de 38 mil pesos).

 Para llegar hay diversas opciones: una de ellas es volar desde Guadalajara hasta Ontario, San Diego o Los Ángeles, y en Estados Unidos rentar un carro para trasladarse al festival. Otra es viajar desde Guadalajara hasta Mexicali o Tijuana, tomar un camión para cruzar la frontera y alquilar el automóvil ya en el otro lado.

El costo por día de un auto de modelo económico oscila entre los 25 y 30 dólares.

Para hospedarse, hay una gama de hoteles en Indio o Palm Springs con tarifas desde 50 hasta 150 dólares. Algunos residentes de los alrededores rentan sus casas con precios variados dependiendo del número de personas.

El permiso para acampar en Coachella cuesta 83 dólares. El área cuenta con servicio de baño y regaderas.

A ESCENA
El cartel

Los artistas que encabezan el festival son The Black Keys, Radiohead y Dr. Dre & Snoop Dogg.

Además se reunirá a Pulp, At The Drive In, Mazzy Star y Refused.

El cartel lo complementan artistas de la talla de Arctic Monkeys, M83, Cat Power, The Rapture, Bon Iver, The Shins, David Guetta y Noel Gallagher’s High Flying Birds.

Otros artistas que le pondrán música al evento son Feist, St. Vincent, Flying Lotus, Manchester Orchestra, Kasabian, Kaiser Chiefs, The Vaccines, Justice, Beirut, The Hives, DJ Shadow y Metronomy.

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