Martes, 22 de Octubre 2024
Suplementos | Estados Unidos se ha convertido en el único capaz de tener una red global de espionaje

Obama todo lo escucha

Tras la caída del Muro de Berlín, Estados Unidos se ha convertido en el único capaz de tener una red global de espionaje e inteligencia

Por: EL INFORMADOR

Infiltrados. Un activista disfrazado de Barack Obama sostiene una pancarta en la que se puede leer '' Lo siento, Ángela''. EFE /

Infiltrados. Un activista disfrazado de Barack Obama sostiene una pancarta en la que se puede leer '' Lo siento, Ángela''. EFE /

GUADALAJARA, JALISCO (03/NOV/2013).- Angela Merkel se siente traicionada. Si bien Gran Bretaña es desde el siglo XIX, y con más certeza desde el final de la primera guerra mundial, “el aliado especial” de Estados Unidos, en los últimos años Alemania se ha convertido en un país clave dentro de las relaciones de Estados Unidos. Alemania es hoy, para Washington, más que un aliado, es un amigo. Uno de los discursos más recordados de Barack Obama, en su gira europea con motivo de su campaña en 2008, fue precisamente en Berlín. Y, sin embargo, la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos no tuvo recato para intervenir el teléfono de la canciller e interceptar decenas o centenares de llamadas.

La reacción de Angela Merkel, canciller alemana, es típica de la mujer que sabe que su marido le es infiel, pero que verdaderamente lo asume hasta que ve que la imborrable evidencia fotográfica.  No tan distintas, algunas con más vehemencia que otras, pero en general la reacción en París, Brasilia o en el Distrito Federal, ha sido de una “aparente indignación”. No sabemos si detrás de Merkel, Rousseff o de Hollande exista una profunda decepción de la forma en que Estados Unidos encuentra información, o simplemente es una reacción con objetivos de política interna o incluso un montaje-show para negociar con Washington en mejores circunstancias. Ya sea por una cosa o por otra, pero Estados Unidos demuestra con esta serie de escándalos que su capacidad de espiar no tiene comparación en ninguna latitud.

Legal o ilegal, ¿quién toma la decisión de espiar?

Estados Unidos siempre se ha movido en los límites de la legalidad en materia de recolección de información global. Por un lado, Washington utiliza ciertos criterios para coordinar su red de inteligencia interna, donde los derechos de privacidad de los americanos son medianamente respetados a través de protocolos de actuación que sólo permiten, por ejemplo, la consulta de metadatos. A pesar de que la Acta Patriótica aprobada en los años de George W. Bush ha provocado que se relajen los controles cua ndo existe una “afrenta a la seguridad nacional”, al interior de la Unión Americana, los gobiernos suelen ser mucho más atentos a la protección de los datos personales y a la posibilidad de intervenir comunicaciones.

Sin embargo, hacia el exterior, los contrapesos en materia de espionaje son prácticamente nulos. Christopher Hitchens en su extraordinario libro Juicio a Kissinger, narra las arbitrariedades cometidas por los aparatos de seguridad e inteligencia de los Estados Unidos. Las decisiones sobre espiar o seguir la vida de un político en Chile, Francia o Marruecos, se suelen tomar con poca información y cayendo en más especulaciones que verdades comprobadas. Y aunque la mayoría de los casos expuestos por Hitchens se desarrollaron durante los años de la Guerra Fría, en donde el espionaje y la inteligencia entre los bloques ideológicos e incluso al interior de ellos era más la norma que la excepción, lo cierto es que las últimas revelaciones indican que la política de espionaje de Estados Unidos no ha cambiado demasiado desde esa fecha.

Y es que al día de hoy, todavía no queda claro cómo se toma la decisión en Washington sobre si espiar o no a un Jefe de Estado o de Gobierno allende las fronteras americanas. La mayoría de los protocolos descritos tanto por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) como por el FBI, son opacos, abiertos a la discrecionalidad y sin contrapesos democráticos. Supuestamente en la práctica, el presidente del Comité de Inteligencia y Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes es avisado de los planes de espionaje en el exterior, sin embargo esta información no fluye muy a menudo. Por ello, declaraciones como las de Barack Obama que asoman su ignorancia sobre, por ejemplo, el caso de espionaje a Angela Merkel. ¿Quién es el encargado de tomar la decisión en Washington de espiar a Felipe Calderón, Mariano Rajoy o a Cristina Fernández? No se sabe bien a bien.

La autonomía de los servicios de inteligencia


La literatura institucionalista ha visto en los organismos estatales de inteligencia espacios que suelen dotarse de demasiada autonomía. Se vuelven instancias sin regulación, que operan con base en sus reglas y sin rendir cuentas prácticamente a nadie. Así lo demuestra la biografía de un hombre tan poderoso en esta materia como John Edgar Hoover. Hay un antes y un después de Hoover en los servicios de inteligencia en Estados Unidos. Su vida es el espejo de la autoridad que tuvieron estos espacios de recolección de información durante los años previos a la Guerra Fría, y por supuesto, durante los más de 40 años del conflicto Occidente-Oriente. Hoover sobrevivió a ocho presidentes y sólo su muerte en 1972 pudo quitarle del FBI. Hoover hizo de su fanatismo anticomunista y de su férrea dirección de la Oficina de Investigación, sus principales cartas para independizar al servicio de inteligencia interno de los Estados Unidos de los sucesivos gobiernos que llegaban a la Casa Blanca. Es decir, en consonancia con lo declarado por Obama, no es difícil que los presidentes pierdan el control de órganos tan autónomos y que manejan tanta información.

“Todos los países del mundo espían”, es la mejor respuesta que Obama le ha podido dar a sus aliados. A pesar de que esto puede ser cierto, podríamos reformular la frase y decir que “todos los países querrían espiar, pero no todos pueden”. Por ejemplo, según documentos de la CIA recientemente revelados, Estados Unidos se gastó más de 50 mil millones de dólares en espionaje durante lo que va de 2013. Esos recursos mantienen una red de analistas, espías y especialistas en inteligencia que operan tanto en Estados Unidos como en el exterior. Para darnos una idea más precisa de la cifra: es en torno a un 15% de todo el presupuesto que ejerció México durante 2013. En el mismo sentido, cifras conservadoras apuntan que la red de espionaje de Estados Unidos puede superar los 100 mil empleados.

Es decir, tras la caída del Muro de Berlín, el espionaje se ha vuelto una actividad asimétrica donde Estados Unidos se coloca a años luz de los demás países. La tecnología desarrollada por ese país y la capacidad de extenderse a todos los puntos cardinales hace que ni la Unión Europea, ni Rusia, ni China puedan ni siquiera puedan producir una décima parte de la información que produce Washington en unos cuantos segundos. En los últimos días, 35 líderes mundiales, incluyendo jefes de Gobierno y de Estado, han denunciado los espionajes que han sufrido en los últimos años.

Espiar a amigos, enemigos y a aliados


Pero sigue quedando una pregunta en el aire, ¿por qué Estados Unidos espía a países que son aliados históricos de Washington (México, Alemania o España)? No se sabe con certeza. Durante la Guerra Fría, aunque había también desconfianza entre supuestos aliados (Francia y Estados Unidos, por ejemplo), el eje de servicio de la inteligencia era interceptar y derrotar al enemigo ideológico, el capitalismo liberal para la Unión de Repúblicas Soviéticas y Socialistas (URSS) y el comunismo para Estados Unidos. El espionaje era el arma primordial en un ambiente de crispación y oscurantismo. Sin embargo, el deshielo no ha modificado esta política y la construcción de las democracias no ha abonado a hacer de la inteligencia un espacio de mayor control y contrapesos. Y en el caso de Estados Unidos, tal parece que habría que darle la razón a John Foster Dulles, secretario de Estado de Dwight Eisenhower en los años cincuenta, cuando dijo: “Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses”.

Las consecuencias para Estados Unidos de estos escándalos se pueden leer en dos vías. Por un lado, la revelación del modus operandis en materia de inteligencia coloca a Washington en una posición más difícil para negociar algunas cosas. Incluso, en el caso de Angela Merkel, Obama ha tenido que decir que tomará medidas sobre lo ocurrido. Un Washington debilitado y con menos legitimidad aún, se convierte en un país más proclive a la negociación y al acuerdo. Por el otro lado, las revelaciones profundizan la mala imagen de Estados Unidos en el exterior. Hace unas semanas, Timothy Garton Ash escribió un artículo donde alertaba de la peligrosa deriva de ilegitimidad que sigue sufriendo Estados Unidos en los cinco continentes. La llegada de Obama no ha logrado corregir esta ausencia de lo que llamó alguna vez Joseph Nye “el poder suave”. La política exterior se divide en poder material y suave, y en el segundo Estados Unidos sufre un declive desde hace décadas.

El espionaje es una de las labores más añejas de los humanos. Se encuentran referencias en la Biblia incluso. No desparecerá, pero si tendrá que adaptarse a las nuevas condiciones democráticas. La actuación de Estados Unidos en las sombras y en la oscuridad solamente ha revelado que el pragmatismo en materia de seguridad nacional supera cualquier intento de democratizar los servicios de inteligencia.  La era de la información transparenta y si Estados Unidos no da un golpe de timón en esta materia, los escándalos serán más la constante que la excepción.

Tapatío

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