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Machismo marca desventaja en niñas

Aún impera en nuestra cultura considerar a las niñas como incapaces e incompletas, denuncian especialistas

Por: SUN

La desigualdad entre niños y niñas es más notoria en la educación. ARCHIVO /

La desigualdad entre niños y niñas es más notoria en la educación. ARCHIVO /

CIUDAD DE MÉXICO (11/OCT/2013).- La desigualdad entre niños y niñas es más notoria en la educación, coinciden especialistas.

Aunque a nivel nacional, numéricamente hay más niñas (98.6 por ciento) que niños (97.9 por ciento) en la matrícula de educación básica, en las comunidades rurales se les sigue limitando ese derecho a las niñas.

La Comisión Económica para América Latina ( CEPAL) asegura que a 25 por ciento de las niñas indígenas, sus propios padres les niegan el derecho a asistir a la escuela, sobre todo, en los estados más pobres del país como Oaxaca, Guerrero y Chiapas.

“El machismo que aún impera en nuestra cultura sigue considerando a las niñas como incapaces e incompletas”, considera Alan Jiménez, responsable de participación infantil de la Red por los Derechos de la Infancia en México.

Pero una vez que logran su ingreso a la escuela, las niñas y adolescentes tanto de zonas urbanas como rurales enfrentan dos obstáculos que impiden su continuidad en la educación: el matrimonio y el embarazo temprano. Nueve de cada 10 niñas que son madres dejan de asistir a la escuela.

El embarazo adolescente y los matrimonios precoces mantienen a México en la mira de los organismos internacionales. El Comité de los Derechos del Niño de la Organización de las Naciones Unidas ha recomendado a México reducir la incidencia de ambos problemas, pues a nivel de América Latina nuestro país tiene una tasa elevada.

La Secretaría de Educación Pública ( SEP) lo confirmó en su reporte de 2012 sobre Embarazo Adolescente y Madres Jóvenes en México. Por cada mil niñas y adolescentes de entre 12 y 19 años de edad, 69 son mamás. En Perú, si se compara, la tasa es de 52 por cada mil; en España, 12 por cada mil; en China, 9 de cada mil y en Alemania, 7 por cada mil.

Por ello es que la SEP afirma que “a nivel global, México es un país con un alto grado de incidencia de embarazo adolescente” y advierte que los riesgos de que ocurra se incrementan en el país, sobre todo, por la pobreza.

En dicho reporte establece que las niñas y adolescentes mamás dejan de ir a la escuela por estigmatización, por cuestiones culturales que señalan que la mujer debe estar en el hogar, por juicios severos, por carencias económicas, por encontrarse con un clima hostil y por rechazo.

Mamá, hijo y su soledad

A Aylin le llegó la maternidad a los 16 años de edad cuando le gustaba la música, bailar, ver la televisión, ir a fiestas con amigos y tener novio. Dice que la única frase que expresó al saber que estaba embarazada fue: “¡No manches!”.

Sus planes de vivir sola, tener su propia casa y comprarse una moto se esfumaron al igual que su novio, su mamá, sus hermanos y otros familiares. “Me sentí sola porque el papá de mi hijo se va, mi mamá se va, mis hermanos se fueron con su papá... yo me fui a vivir con una amigas de mi mamá, luego con unos tíos, pero me salí y me vine para acá”.

Aylin es de Cuautla, Morelos, y llegó a la Casa Hogar para Madres Solteras, en el Distrito Federal, con su bebé recién nacido. Ángel, tiene 6 meses de edad y no conoce a nadie de la familia de su mamá.

Antes de ser mamá, Aylin estudiaba el tercer año de secundaria y aunque ahora no lo hace porque dice que el cuidado de su hijo se lo impide, su deseo es seguir estudiando.
“Quiero llegar a ser alguien más y por eso quiero seguir estudiando para tener un mejor trabajo porque el trabajo que tenía era muy feo”.

Así, adolescente, madre soltera, sin haber concluido sus estudios de secundaria, esta adolescente encontró un trabajo como empleada doméstica, pero la dejaban encerrada, no podía salir ni un momento durante las 12 horas de trabajo continuas, le daban de comer las sobras y le pagaban 800 pesos semanales sin ninguna prestación.

Su sueño ahora es estudiar gastronomía o puericultura. En esta Casa Hogar, Aylin es una de las adolescentes más chicas y por eso es que sus compañeras de cuarto, dice, la tratan como si fuera su hija. Pero no es la única, también hay otra niña de 14 años de edad a la que le costó trabajo reincorporarse en la escuela. Estudia el primer año de secundaria en el sistema abierto, pero lo hace gracias a la intervención de la directora de este hogar, la Madre Celeste, quien insistió en que no le podían negar el derecho a estudiar por el hecho de ser mamá.

En su aprendizaje como madre, Aylin ha aprendido a contragolpe. “Tengo que estar al tanto de cómo se siente porque a veces no sé qué tiene y me desespero”.

Aunque sus primeras metas las ha tenido que abandonar “porque soy yo o es mi hijo”, la joven mamá asegura que procurará que su hijo sea “un hombre de bien”.

La lista de espera

A esta Casa Hogar de Madres Solteras de la Congregación de Esclavas de la Virgen Dolorosa, única en su tipo en todo el país, llegan a llamar hasta 5 niñas y adolescentes mamás al día para solicitar auxilio.

La Madre Celeste explica que este hogar abrió sus puertas el 27 de abril de 1994 con el único fin de brindar atención y apoyo a las madres menores de 30 años de edad que se han quedado desamparadas.

En esta casa hay mamás del Distrito Federal, Estado de México, Oaxaca, Guerrero y Morelos, principalmente, “pero hay lista de espera porque no tenemos capacidad para recibir a todas”.

La Madre Celeste indica que la mayor parte de estas mamás jóvenes son pobres, con baja autoestima, que crecieron sin valores y en el seno de una familia que no las cobijó del todo.
“Su rol en la vida es tan bajo” que pocas sobresalen, regresan a sus estudios y concluyen una preparación universitaria”.

Y esta situación, dice, es preocupante porque cuando sus hijos cumplan cinco años de edad, estas mamás tienen que dejar esta casa-hogar para valerse por sí mismas, pero la mayoría, incluso, vuelve a embarazarse y continúa siendo madre soltera.

Nashieli Ramírez, directora de la organización civil Ririki Intervención Social, señala que hay más mamás adolescentes que adultas en nuestro país “porque no tienen perspectiva del futuro ni esperanza, tampoco información sobre sexualidad —que no sólo tiene que ver con tener relaciones sexuales—, además de que el acceso a los métodos anticonceptivos es limitado en varias regiones del país.

La brecha de desigualdad entre niños y niñas, agrega, comienza con la pobreza. “El 41 por ciento de la población adulta en México es pobre. En los niños ese porcentaje aumenta a 53 por ciento”.

En esas condiciones de miseria, explica, se reducen las posibilidades de acceder a una educación de calidad y permanecer en las aulas, lo que las lleva a tener empleos precarios o a ser presas fáciles de la delincuencia. “Son más las niñas víctimas de trata y son más las niñas víctimas de las redes de turismo sexual y pornografía”, destaca.

Alan Jiménez, de la Red por los Derechos de la Infancia en México, señala que las condiciones de desigualdad se observan en las propias familias y se extiende a otros ámbitos de la vida como la escuela, la calle e incluso, a nivel institucional.

“La discriminación comienza desde el hecho de que no se les nombra, no se dice niños y niñas y además porque persisten frases como ‘niña el que llore’ o ‘el último es mariquita’... estas son situaciones que culturalmente han permitido que las niñas vivan en condiciones de desventaja en relación con los varones”, reitera el especialista.

Alicia Vargas, directora de Centro Interdisciplinario para el Desarrollo Social (Cides), agrega al tema cultural que desde la niñez, a las mujeres mexicanas aún se les delega la crianza de los hermanos “perdiendo completamente su condición de niña para convertirse en adulta a temprana edad, sin la autoridad o el poder para tomar decisiones”.

A nivel comunitario, indica, los demás son los que influyen en la decisión de las propias mujeres para tener pareja a temprana edad o, de lo contrario, son juzgadas o criticadas.

Los especialistas consultados coincidieron en que las autoridades de todos los niveles de gobierno han sido omisas en establecder políticas públicas diferenciadas que atiendan de manera específica las necesidades de las niñas, por lo que urgieron a establecer mecanismos que vayan en esta ruta.

“Para empezar —insiste Jiménez— no tenemos siquiera estadísticas desagregadas por sexo que nos permitan conocer cómo viven las niñas en México y por lo tanto, cualquier política pública que se haga a partir de ello será de escritorio”.

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