Hacienda Ostotán

GUADALAJARA, JALISCO (15/JUL/2012).- De Rincón de Guzmán me encaminé para Teocaltiche y después viré rumbo a Mexticacán. Pasando el sendero de Chimaliquín, vi a mi derecha una garganta  hondonada que envuelve el arroyo Ostotán, el camino continuó bajando hasta llegar a unos espectaculares silos cónicos y de paredes gruesas.

Nicolás de Anda Sánchez puso en tinta: “La Hacienda de Ostotán que originalmente fue una congregación, después adquirió la categoría de hacienda y por último se convirtió en Delegación Municipal, inicialmente fue propiedad de las familias Moya, que emparentaron desde el siglo XVII con los Pérez Maldonado y con los Sánchez de Porras. En el informe regional enviado en 1822 al Supremo Gobierno del Estado de Jalisco, aparece con el rango de hacienda. En 1840 la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística la menciona también con esa categoría”.

Y para 1843, Manuel López Cotilla refirió a Ostotán como hacienda de Teocaltiche. El mencionado informe fue obra de Victoriano Roa y en el apartado del Tercer Departamento, Teocaltiche, en cuanto a haciendas citó: “En el distrito del Ayuntamiento de la capital existen seis haciendas, que son: Las Juntas, Ajojúcar, San Andrés, Acaspoluca, Ostotán y Álamo”.

Luego de haber apreciado los silos, dí unos pasos para ver el cuarto vecino, rectangular, con una ventana vertical que ve a la brecha y al potrero aledaño, delimitado por espigados órganos, su verdor contrastaba con la bermeja tierra.

Otros pasos más y admiré la fachada principal del casco, una barda de adobe, después un saliente y en su centro la puerta principal enmarcada por unas medias columnas anchas, que suben a un bizarro segundo nivel con un romántico balcón arqueado. El segundo piso comprende el espacio del amplio zaguán y presume de otros tres balcones uno por cara, con vista a los puntos cardinales; los muros son de piedra, las esquinas del segundo nivel y los marcos de los balcones son de ladrillo, el remate es circular, muy probablemente los balcones se abrieron posteriormente, puesto que las fachadas son ciegas.

Entré por el atractivo zaguán que me condujo al patio con gruesos mezquites, expresivo espacio donde latía el trajinar de la estancia, sitio en el que ligan varios cuartos, uno se pavonea de su marco arabesco.

En el lado Este miré una troja de planta rectangular con muros gruesos y altos, de adobe, con vanos circulares en su parte alta; a un costado vi otra, rodeada por mezquites. Regresé al patio y me senté en una buena piedra a contemplar el zaguán, con su marco de ladrillo, con columnas toscanas que soportan un bonito arco morisco; arriba, su torre observatorio y los cuartos vecinos. Salí por uno de ellos, con marco arqueado en su puerta, de ladrillo crudo con pequeñas piedras a manera de cuña. La puerta corresponde con la puerta de la fachada lateral Norte, amplia y con un cargadero de mezquite con piedras lajas arriba, era el único vano en su fachada. Sería excelente conservar el casco, aunque sea en ruina, pero protegerlo.

De la hacienda bajé al pueblo que se fue conformando a la sombra de la hacienda y adoptó su nombre. Observé su vistosa capilla y su caserío que obedece al desnivel de su suelo; caminé por la calle del atrio, la calle se convirtió en camino de tierra, camino que me cautivó por sus órganos a ambos lados y al fondo huizaches, bardas de esbeltos y altos órganos delimitan con gracia los potreros de algunas moradas.

TOMA NOTA
Cómo llegar

Desde Guadalajara, tome la carretera a Los Altos, que es la que lleva a Ciudad de México. En ese recorrido siga la señalética que dirige a Teocaltiche. Tiempo aproximado: dos horas.