Suplementos | Por: David Izazaga Fatiga Crónica Todo lo que sucede una tarde bajo el “rabito de Porky” Por: EL INFORMADOR 22 de enero de 2011 - 02:45 hs Diversas son las experiencias que pueden presenciarse en este típico lugar tapatío. EL INFORMADOR / GUADALAJARA, JALISCO (22/ENE/2011).- Es la hora de la tarde en la que está a punto de ocultarse el Sol y las cosas parecen tener un brillo mayor al que en realidad tienen. La fuente de la Plaza Tapatía, como ya es costumbre, no tiene agua y es el lugar ideal para que la gente se siente a esperar (a alguien o simplemente a que pase algo que a lo mejor pasa o a lo mejor no), a platicar o a observar todo lo que sucede alrededor. A unos cuantos pasos la marimba, que hasta hace unos minutos maltrataba una cumbia con singular alegría, parece haber terminado su jornada y ya van los marimberos cargando el mueblesote con rumbo desconocido. Alrededor de la fuente del “Rabito de Porky”, dan vueltas y vueltas varios niños y niñas en unos autos eléctricos rosas de Barbie. A unos pasos de la fuente está su estacionamiento y el letrero que indica que la gente puede subir a sus chamacos durante 10 minutos por 25 pesos. Casi frente a la entrada al Magno Centro Joyero San Juan de Dios se ha puesto un tipo, disfrazado de minero y cubierto todo el cuerpo de pintura metálica, simulando ser un robot. Se queda parado un buen rato, como estatua; está encima de un banco y enfrente tiene un vasito. Se ha concentrado ya un numeroso grupo de gente frente a él, que seguro espera a que suceda algo. Y sucede cuando un niño se acerca a intentar verlo muy de cerca: el minero de metal se ha movido, como si fuera un robot, para saludar al niño y ofrecerle una paleta (que confiemos no sea también de metal). Y como si el niño le hubiera dado pila, sigue ahora el minero, desatado, haciendo su show frente a sus decenas de espectadores. Es curioso observar cómo la mayoría de quienes quieren observarlo lo hacen de lejos, o bien incluso desde atrás de él y huyen en cuanto presienten que serán el blanco de las miradas ajenas, al momento que el robot minero busca convertirlos en sus patiños. Se han concentrado ya tantos espectadores alrededor del robot minero, que sabrá Dios de dónde han aparecido unas Marías con un puesto de papas y churritos y aquello parece entonces todo un espectáculo formal en el que no faltan los churritos para comer mientras se observa el espontáneo y gratuito espectáculo callejero. Por un lado pasan los policletos dando su rondín y pasarán un par de veces más en la siguiente media hora. Más allá, las fuentes a ras de piso que sí funcionan y que ejercen una rara atracción, sobre todo entre los niños: son tres chorros que brotan del suelo y hay una separación entre cada una que parecería suficiente para que cualquiera atravesara por ahí, sin necesidad de mojarse. Sólo que el aire es caprichoso y al momento de que alguien intenta pasar seco, aunque lo haga rápidamente, saldrá irremediablemente salpicado, en el mejor de los casos. Los fotógrafos que ofrecen sus servicios para inmortalizar en una gráfica a los novios, a los turistas o a quien se deje, con la original vista de fondo de la fuente seca, comienzan a guardar sus instrumentos, pues el Sol se va y con ellos su flash natural. En la cafetería que está a un lado del Magno Centro Joyero han de pensar que con tener música autóctona a gran volumen, lograrán que la gente entre a consumir. La señorita que atiende el kiosco de información turística tiene cara de aburrida y no parece percatarse que a sus espaldas, no muy lejos de ahí, decenas de personas no pierden detalle de lo que una estatua viviente hace. Ahora hay muchos que quieren tomarse una foto con el minero, que no deja de hacer reír a sus espectadores, con alguna gracejada, luego de que quienes se toman la foto con él, le dejan unas monedas en su vasito. De repente, salido de la nada, aparece caminando por mitad de la plaza un joven manos de tijera perfectamente caracterizado, el disfraz es realmente impresionante, tanto que un grupo de mujeres comienza a seguirlo, hasta que una se ánima y le pregunta que si aceptaría tomarse una foto, a lo que raudo contesta que sí, que por 20 pesos, con mucho gusto. Y después de ella, se lanza una pareja y luego una familia y en un solo rato, el joven manos de tijera ya ha reunido 100 pesos que ojalá y no los haga trizas cuando los quiera gastar. Hacia el área Norte de la plaza, justo donde están las únicas bancas techadas, un grupo de hombres, sentados, llaman la atención: parecería que están ahí sin mayor interés que el de descansar, pero todos fijan su vista hacia las escaleras, las únicas que existen para bajar hacia la Calzada. Hay que pasar un buen rato observando para descubrir que en las escaleras están unas mujeres que, tras ser debidamente observadas acuden hacia a ellas y tras acordar un precio, bajan hacia un hotel que está sobre la propia Calzada. Al pie de la escalera un hombre ha puesto un improvisado tendedero sobre el que ha colocado una gran cantidad de objetos, a primera vista inservibles, pero que muy posiblemente encuentren clientes: muñecas rotas, discos de vinil, desarmadores, revistas Selecciones, cajas de metal, botellas de vino vacías. El Sol se ha ocultado por completo y la Luna comenzará a develar muchas otras cosas distintas a las que suceden en el día. Pero el “rabito de Porky” seguirá ahí. Temas Tapatío Fatiga Crónica Lee También El arte, un reflejo crítico de la sociedad contemporánea Tapatíos en busca de oro en California “Los peruanos somos como personajes de Rulfo”: Diego Trelles Paz José Meléndez, de ser estratega interino a poderse convertir en campeón con el Tapatío Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones