Suplementos | Por: David Izazaga Fatiga Crónica Jimena vuelve a casa o ¿dónde quedó la corona? Por: EL INFORMADOR 25 de septiembre de 2010 - 01:14 hs Jimena Navarrete regresa a Guadalajara rodeada de alboroto.S. NÚÑEZ / GUADALAJARA, JALISCO (25/SEP/20210).- Afuera del Club de Industriales llueve ligeramente, adentro, apenas entrando, se escucha el piano y se ve una mesa de la que sólo sobresalen los copetes de varias señoras que desayunan. Hay que subir las escaleras y encontrarse con una mesa en donde no sólo hay que esperar a que lo encuentren a uno en una lista, sino a que le coloquen después, en la muñeca de la mano, un brazalete fosforescente que no sabe uno ahora si garantiza que portándolo, podrá preguntar absolutamente todo lo que se le venga en gana. Al parecer, el all inclusive lo ha penetrado todo (¿Podremos, quizá, tocar la corona?). Ya en el salón, hay dispuestas 12 mesas con siete lugares cada una, pero ahora, faltando sólo cinco minutos para la hora señalada, no está ni la cuarta parte ocupada. Hay una mesa al frente, colocada en alto, lugar en el que seguramente se sentará la reina y destaca que hasta el fondo, desde una de las puertas y hasta el frente, se hayan colocado unos separafilas (O habrá que hacer cola para sacar fotos o los organizadores no quieren que los terrenales reporteros se rocen con la realeza). Veinte minutos después de la hora señalada, alguien anuncia que, ¡por fin!, Jimena Navarrete llegó... pero al aeropuerto, así que deciden que se servirá el desayuno mientras llega (¿no será de mala educación que la reina llegue y nos encuentre ya desayunando o incluso ya en proceso digestivo?). Al salón han seguido llegando reporteros, fotógrafos, camarógrafos y es muy probable que en unos minutos no quepa nadie más. Los al menos 20 camarógrafos que están ensayando su toma se quejan de los dos grandes logotipos de Televisa que flanquean el escenario, pues no hay modo de evadirlos en las tomas, dicen. Llegan dos reporteras de televisión que al parecer han invertido buena parte de la mañana (y de su quincena, quizá) en el maquillado y el tocado. Todos, al saludarse, se preguntan mutuamente: “¿vas a ir en la noche?”. Se refieren a la cena de gala que el comité de los Panamericanos le va a ofrecer a la reina. Hay un reportero de radio, que se ha asegurado el lugar desde donde lo pueden ver todos, que se para, con su Black berry en la mano y en voz alta y mirando en lontanaza dice: “ya llegó”, en un tono que intentaba ser pregunta y que se escucha más bien de admiración. Paola Velasco, reportera de espectáculos de Televisa, se coloca al frente y agradece la presencia de quienes ya hemos devorado con singular alegría los chilaquiles. Dos de sus colegas, que están detrás de mí, comentan entre ellas que qué se estará poniendo Paola, pues cada día se ve más blanca. Paola, cuenta que ya, que en unos minutos saldrá por la puerta aquella, que ella estuvo en el aeropuerto para recibirla y habla y habla, como olvidando que no está frente a sus televidentes, sino ante sus colegas que no le perdonan una. Por ejemplo, presume que ella ya platicó con Jimena en el aeropuerto y luego dice que la reina se trasladó escolatada y en camioneta blindada. Y por fin, luego de más de hora y media de espera, Jimena aparece y lo primero que hace al poner un pie en el salón es adoptar la pose con la que ha salido fotografiada en todos los medios desde el día que ganó. Cientos de flashes iluminan su rostro, ella da dos pasos y vuelve a la pose, mientras, Paola vuelve: “Esta es la nota del día”, dice con el aplomo del director editorial en horas de cierre de edición. Y mientras Jimena se traslada lentamente hasta la mesa donde estará por al menos media hora, los fotógrafos siguen disparando. Ante el silencio, Paola regresa, ahora con una pregunta que nadie le contestará: “¿qué se siente tomar la foto de la segunda Miss Universo mexicana de la historia?”. Yo, que no he traído mi cámara, me quedaré sin saberlo. La reina está ahora, sin su corona puesta, sentada, esperando a que le pregunten, sola. En la media hora que estará ahí, le habrán acercado primero un vaso con agua y después un jugo de lima. Jimena no tocará ni uno y ni otro vaso. Las preguntas se dejan venir, una tras otra, pero ninguna diferente a las que le han venido haciendo los últimos días. La reina de belleza tapatía, que habría confesado hace unos días (“Un día en la vida de Jimena Navarrete”, EL INFORMADOR, primera página, Espectáculos) que su nombre es Jimena, pero que entre ella y el comité organizador de Miss Universo decidieron que mejor lo escribirían con “X” (de México y de xoconostle), porque se veía más bonito, no deja de sonreír ni cuando confiesa que odia levantarse temprano. En 35 minutos parecen haberse hecho ya todas las preguntas que podrían hacerse. Jimena se va como llegó, sonriendo, posando y entre flashes. Nunca vimos (ni nadie preguntó) por la corona de la reina. Temas Tapatío Fatiga Crónica Lee También El arte, un reflejo crítico de la sociedad contemporánea Tapatíos en busca de oro en California “Los peruanos somos como personajes de Rulfo”: Diego Trelles Paz José Meléndez, de ser estratega interino a poderse convertir en campeón con el Tapatío Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones