Sábado, 30 de Noviembre 2024
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El enigma chino

La reciente visita del presidente de China a México representa el relanzamiento de la relación bilateral entre los países

Por: EL INFORMADOR

Muchos han descrito a Xi Jinping como un ''camaleón''. Un personaje que puede tomar distintas posturas. ESPECIAL /

Muchos han descrito a Xi Jinping como un ''camaleón''. Un personaje que puede tomar distintas posturas. ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (09/JUN/2013).- Un histórico líder chino dijo alguna vez en tono provocativo para la época: “No importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato”. Corría la década de los sesenta, y China llevaba más de tres lustros bajo el régimen que instauró la “Revolución Cultural” de Mao Tse Tung, cuando Dean Xiaoping llamó la atención del mundo con esa frase. Fue un anuncio anticipado de la evolución del régimen económico chino: un país que abraza el capitalismo de Estado, a pesar de seguir siendo gobernado por un Partido Comunista y que hacia el interior la competencia esté sumamente limitada. Sin embargo, en ese momento la frase que marcó un antes y un después en el debate político de la China de los últimos años de Mao, esta nación se encontraba atravesando por un periodo de engranaje entre la doctrina marxista impuesta en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y el movimiento culturalista que buscaba adaptar los conceptos del pensamiento de Marx a las condiciones de la China de mediados del siglo pasado: predominio de la población del campo, dispersión regional y social, pobreza extendida y desigualdad rampante. Tal vez, esa frase tenga más sentido ahora, que hace cuarenta años.

Tras la muerte de Mao a finales de la década de los setenta, el liderazgo chino ha estado en manos de políticos pragmáticos que han profundizado el rol de China en el mundo. El país ha logrado erigir un sistema muy eficaz de apertura comercial y económica hacia el mercado global y un régimen político cerrado y poco democrático hacia el interior. Esta hábil mezcla ha provocado que China exporte el famoso “Consenso de Beijing”, que comienza a tener atractivo en muchas naciones emergentes.

En esta China empoderada que se ha convertido en el motor económico mundial, pero con severas críticas acerca de su actuación política tanto interna como externa, surge Xi Jinping como presidente, estará al mando hasta 2023. En el caso de China, las dicotomías están claras: más apertura económica interna o retorno a las raíces del socialismo; mantener el Yuan depreciado o reapreciar para impulsar el mercado interno; fortalecer el sistema político cerrado o ir determinando algunas formas de participación democrática; cooperar u oponerse a Estados Unidos. El papel de China ha sido muy claro en los últimos años, y el ascenso de Xi Jinping es un mensaje de continuidad más que de transformación.

La política china tiene sus complejidades y sus propios dilemas: viejos o jóvenes; comunistas duros o liberales suaves; poderes urbanos o fuerzas agrarias; centralistas o regionalistas. Xi Jinping, tiene 60 años de edad y experiencia en prácticamente todas las áreas de peso político en China. Xi Jinping, quien ascendió al poder en marzo de 2013, es un líder pragmático que ha sabido encontrar consensos entre la pujante juventud del Partido Comunista Chino y los ideológicos y dogmáticos “viejos” del partido. Es una mezcla entre la apertura económica de tinte liberal emprendida desde finales de los ochenta en China y una “mano dura” que ha hecho del combate a la corrupción, una de sus banderas privilegiadas. Su activismo universitario sumado a su disciplina en las filas del Partido Comunista, al que se unió hace casi cuatro décadas, son un ejemplo claro de su flexibilidad y el pragmatismo que lo caracteriza. La opinión internacional lo ha vinculado a personajes como el ya nombrado Dean Xiaoping.

Xi Jinping conoce perfectamente las entrañas del poder político en Beijing. Hijo de uno de los líderes del Partido Comunista de la era Maoísta, entiende la importancia del campo en la cultura política de la China de hoy. Doctor en Marxismo por la Universidad de Tsinghua, el nuevo presidente chino y secretario general del Partido Comunista, le concede a la pobreza una de las más altas prioridades de su administración: China es presa de una de las erosiones más vertiginosas de la igualdad que nunca haya sufrido un país. Los magnates chinos se cuentan por decenas en la lista Forbes, y todavía no se ha logrado consolidar una clase media pujante y dinámica. A pesar de eso, la ruta que ha marcado el líder chino no es de fortalecer el estado asistencial chino, sino que se compromete a mantener las tasas económicas de China cerca de los dos dígitos.  

Asimismo, en el plano político, Jinping es de los pocos personajes de la cúpula política china que puede empujar consensos en distintos espacios: la milicia, la estructura del partido y el empresariado de las urbes. Su ascenso es prueba de esa versatilidad política: solamente desde el año 2000 ha sido identificado como un cuadro con potencial al interior del Partido Comunista. En más de una década pasó de ser un líder regional bien afianzado a ser un peso pesado de la estructura nacional tanto en la Asamblea Popular como en la Comisión Militar Central.

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Muchos han descrito a Xi Jinping como un “camaleón”. Un personaje que puede tomar distintas posturas en diferentes contextos. Su llegada a la dirección máxima del Estado chino levantó esperanzas sobre su propensión reformista. En materia de política exterior, la tendencia de Xi Jinping es a fortalecer el rol económico de China, pragmático y “conquistador de mercados”. No es factible que haya cambios en esferas tan sensibles como la apreciación del Yuan o el respeto a las reglas del comercio internacional. Incluso, aunque existen voces que señalan que Jinping tiene algunas inclinaciones liberales, lo cierto es que la prensa internacional pronostica que se detendrán o se matizarán algunos avances en materia de apertura que se dieron durante la presidencia de Hu Jintao.

Con México la agenda es prácticamente monotemática: comercio internacional. China y México son dos países que se conocen poco, y en muchas ocasiones actúan con base en estereotipos o miedos. La principal preocupación de la Cancillería mexicana es el déficit en la balanza comercial, que al día de hoy rebasa los 50 mil millones de dólares anuales. La depreciación del Yuan, un mecanismo utilizado por el Gobierno chino para mantener su sector exportador en niveles altos de competitividad, es una buena parte de la explicación de este desequilibrio comercial. Es decir, la balanza negativa es una consecuencia de la depreciación y de que China compita en condiciones desfavorables para México (salarios depreciados, barreras protectoras, entre otros). A pesar de esto, a diferencia de lo que sucedió en la administración de Felipe Calderón, donde los acercamientos con China fueron nulos y se le percibió como un competidor nato, el canciller José Antonio Meade Kuribreña ha sido enfático al señalar que el juego con China no debe ser de “suma cero” (lo que pierde uno, lo gana el otro).

China es un actor de primera línea en América Latina. Aliado de Venezuela y Ecuador, aunque también socio económico ineludible de Argentina y Brasil, de poco en poco China se ha convertido en un motor económico de la región. Según estimaciones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), China se convertirá en cinco años en el principal socio comercial de América Latina, por encima de Estados Unidos y una deprimida Europa. La agenda de política exterior de Enrique Peña Nieto en sus primeros meses de Gobierno, apunta a que Tlatelolco ve en Asia-Pacífico una oportunidad de crecimiento. Hace dos meses, Enrique Peña Nieto estuvo de gira por China y Japón, participó en las cumbres de interlocución entre ambas regiones y puso sobre la mesa asuntos claves como la modernización del sector energético nacional y las inversiones asiáticas en México.

China con Xi Jinping mantendrá ciertas características que pueden embonar con el cariz que Enrique Peña Nieto quiere imprimirle a la diplomacia mexicana. Existe un claro retorno a los principios básicos de la política exterior que fueron hegemónicos durante los más de 70 años del PRI en Los Pinos. Una acción global basada en el respeto a “los asuntos internos de cada país”, palabras que son mágicas para el régimen comunista chino. Atrás quedaron los conflictos con China en la era de Vicente Fox por la crítica a la falta de observancia de los derechos humanos o el periodo de crisis durante la presidencia de Calderón por recibir al Dalai Lama, lo que significa confrontación directa con el régimen de Beijing. Enrique Peña Nieto y Xi Jinping son dos líderes pragmáticos que pueden empujar una agenda sin mirar ni de reojo a estos temas que causan molestia en Beijing. Veremos si el inicial interés de Asia-Pacífico es sólo una moda pasajera o un enfoque duradero de política exterior.

Tapatío

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