Suplementos | La nueva amenaza nuclear proviene de una Corea del Norte regida por un dictador El dictador impredecible La nueva amenaza nuclear proviene de una Corea del Norte regida por un dictador de 30 años, conocido más por sus aficiones deportivas o de entretenimiento, que por la profundidad de sus ideas políticas Por: EL INFORMADOR 6 de abril de 2013 - 20:22 hs La amenaza proviene de un joven dictador sin experiencia y con una sed inagotable de probar su valía como gobernante. ESPECIAL / GUADALAJARA, JALISCO (07/ABR/2013).- Kim Jong Un es todo menos un dictador tradicional. No podría ser el Francisco Franco que retrató Javier Cercas o los líderes de la Alemania Nazi tan desmenuzados por Hannah Arendt. El jefe absoluto del Estado norcoreano es un dictador fuera de lo común. No es un hombre de profundas convicciones políticas ni tampoco un líder que atraiga masas con discursos ideológicos que tocan los sentimientos de la población. Es un líder político mucho más mundano. Aunque en torno a él se ha construido una mitología que lo sostiene como el “brillante camarada”, Kim Jong Un es un hombre atravesado por pasiones terrenales, aficiones deportivas, encantado con el mundo occidental y lleno de supersticiones. Se conoce más de las manías del joven dictador que de su pensamiento político y su idea del mundo. Páginas y páginas se han llenado sobre su obsesión casi enfermiza con el número nueve; su amistad entrañable con el polémico basquetbolista Dennis Rodman; su fanatismo con los personajes de Walt Disney, y sobre su pareja, Ri Sol Ju, a quien conoció en un concierto de música. Sin embargo, en paralelo con toda esta información sobre sus gustos, aficiones y vida personal, todavía hay mucho de enigmático en el personaje. Por un lado, no se sabe bien a bien su edad. Se estima que Kim Jong Un nació en enero de 1983. El régimen acepta que el jefe de Estado tiene entre 29 y 30 años. Tampoco se conoce a fondo la relación que tiene con su medio hermano, Kim Jong Nam, quien estaba destinado a ser el sucesor de su padre, Kim Jong Il. A diferencia de su padre, y también de su abuelo (Kim Jong Sung), es más lejano al Juchismo, ideología oficial del régimen norcoreano. El Juche es una ideología, de raigambre marxista, popular y nacionalista, que mezcla el anhelo por la independencia del país con la condena de la propiedad privada y la amenaza de los valores occidentales. Una extraña sinergia entre el Marx económico, el Mao Tse Tung cultural y los nacionalismos latinoamericanos de la segunda mitad del siglo XX. Sin olvidar que todos los conceptos políticos también están impregnados por un soplo religioso que hace del Juchismo una ideología que se encuentra en los límites del secularismo. El nuevo paria del sistema de naciones Kim Jong Un tuvo un ascenso meteórico al interior del Partido de los Trabajadores de Norcorea. A pesar de que su padre nunca lo contempló seriamente para convertirse en el Jefe Supremo del país (sino hasta los últimos dos años de su vida), desde su adolescencia demostró su instinto bélico y sentirse cómodo en escenarios de polarización. Buena parte de su vida la desarrolló en las sombras. No fue sino hasta 2009, cuando su padre comenzó a operar su sucesión en el poder. En marzo de aquel año, su padre lo nombró primer presidente de la Comisión Nacional de Defensa, cargo que ocupa solamente el Jefe de Estado. Aunque Kim Jong Un no asumió las funciones, sino hasta la muerte de su padre a finales de 2011, estos años le sirvieron al “elegido” para ir moldeando a la Corea del Norte post-Kim Jong Il. Kim Jong Un todavía no ha logrado convencer a una buena parte de la casta militar dirigente, casi todos superan los 60 años, de su valía como dirigente nacional. Lo siguen viendo como un adolescente “inmaduro” e “impulsivo”. No fue hace mucho tiempo cuando la prensa internacional veía en Kim Jong Un el hombre que podía facilitar la reunificación de las coreas. Al final, Kim Jong Un es un líder político formado en Occidente. Estudió en Suiza y en Alemania, domina algunos idiomas y es menos reacio al estilo de vida europeo. Sin embargo, Kim Jong Un entendió que la legitimidad era clave para fortalecer a su Gobierno. Un líder totalitario sin el apoyo de la milicia y de la dirección política del Partido, puede verse muy limitado. Así, aunque Corea del Norte es una república totalitaria, donde el poder se ejerce de forma unipersonal, los equilibrios entre el partido, el Gobierno y la milicia son claves. Es ese esquema de triángulo que alguna vez planteó Edgar Morin en su libro ¿Qué es el totalitarismo?: una construcción que luce sólida, pero que se puede desvertebrar con movimientos sin cálculo. La amenaza norcoreana de desatar un conflicto atómico de alto impacto, no tendría credibilidad si no fuera por la secrecía con la cual Pyongyang ha manejado históricamente su programa de enriquecimiento de uranio. Prácticamente hay un consenso entre los especialistas sobre la infactibilidad de que el régimen norcoreano ya haya logrado los niveles de enriquecimiento para producir bombas. Sin embargo, la información es difusa y no se sabe del todo bien, qué tan avanzado se encuentra el proyecto nuclear. Dejando de lado su potencial nuclear, no podemos olvidar que el ejército norcoreano es de considerarse. En primer lugar, es un ejército de más de millón y medio de soldados activos y una reserva de cuatro millones de habitantes. Todo norcoreano está constitucionalmente obligado a defender al país, es un soldado más. El ejército popular norcoreano está bien entrenado y, aunque su tecnología no es la más desarrollada, lo cierto es que tienen capacitación suficiente para librar una guerra de forma competente. La inversión anual en el ejército ronda 12% del Producto Interno Bruto (PIB) de un país realmente pobre. Así, aunque Corea del Norte vive una tragedia económica y social, el eje rector del régimen siempre ha sido la “defensa de la soberanía nacional”. Corea del Norte es un país con un PIB per cápita de mil 500 dólares, prácticamente siete veces menos que México. Más de 50% de la población vive en algún estado de pobreza y la esperanza de vida de los norcoreanos es 13 años menor que sus pares al Sur de la frontera. Mientras un habitante promedio en Seúl puede llegar a vivir 80 años, en Pyongyang ese promedio desciende hasta 67. Así, el paralelo 38 que separa a las dos coreas es algo más que una división imaginaria; es un muro infranqueable que recuerda a la Guerra Fría. No es exagerado decir que si en 1953 un caprichoso paralelo geográfico los condenó a la diferencia, y la extrema ideologización los hizo prácticamente enemigos, en la actualidad parece que habitan tiempos y geografías distintas. Kim Jong Un se ha vuelto el nuevo paria del sistema de naciones. Por algunos meses dejará descansar tranquilo al líder ultraconservador Mahmud Ahmadinejad que ya parece un mero actor de reparto en esta nueva escalada de la amenaza nuclear. Sin embargo, Estados Unidos y Corea del Sur, en particular, tienen enfrente una amenaza impredecible, confusa y con poco margen de negociación. Las sanciones económicas impuestas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, no han dado resultados en los últimos tiempos. Incluso, ante un régimen totalitario como el norcoreano, los bloqueos suelen provocar alineamientos nacionalistas y sentimientos patrióticos. Líderes como Kim Jong Un son hábiles para construir ese enemigo externo que unifica a la población en torno al régimen. Así lo ilustra The Economist en su edición de esta semana: “La ruleta norcoreana”. Ahora, la amenaza proviene de un joven dictador sin experiencia y con una sed inagotable de probar su valía como gobernante. Lo impredecible es lo que hace peligroso a Kim Jong Un. Temas Tapatío Kim Jong Il Lee También 'Pollo' Briseño reapareció tras polémico penal en el Clásico Tapatío El arte, un reflejo crítico de la sociedad contemporánea Tapatíos en busca de oro en California “Los peruanos somos como personajes de Rulfo”: Diego Trelles Paz Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones