Miércoles, 04 de Diciembre 2024
Suplementos | Por: Juan Palomar

Diario de un espectador

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Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (14/MAY/2011).-  Curiosa la insistencia del pájaro rojo… casi la misma tarde, casi la misma hora: una pequeña presencia que transfigura el jardín. La escritura de sus vuelos instantáneos va diciendo la grave hondura, la breve levedad del tiempo que transcurre y no ha de volver. Pájaro rojo que marca y redime los días de este mayo sofocante y fugaz. Por mientras, en otro jardín, el gato taimado monta guardia junto a la pila. Apenas si se mueve en su vigilia aparentemente distraída. Pero el fluido eléctrico que heredó desde siempre se apresta a saltar sobre el primer pájaro que arriesgue su vuelo en busca del agua. Una tensa red de posibilidades hace temblar imperceptiblemente el follaje quieto. Así ha sido desde siempre, así se cumple el mismo rito ahora: un gato y un pájaro, el tiempo y quien lo mira pasar.
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Reporte del taller. De un grupo de muchachos quedan unos muros llenos de planos, el piso cubierto por una maqueta que describe los esfuerzos por mejorar, por cambiar la ciudad. Apremios y desveladas, tedios en busca del sentido y la rima, iluminaciones repentinas, recorridos morosos por calles y arquitecturas, fatigas y dudas, vislumbres de un oficio que comienza a tomar forma, aleteos al borde de un vuelo que quizá dure la vida. (Genesis canta: Y la cara en el agua mira hacia arriba/ y sacude la cabeza como para decir/ esta es la última vez que te miras como hoy). El tropel de las rayas decididas y las pantallas titubeantes contempla sorprendido la suma de sus trabajos. Algo se levanta de todo este trayecto así cumplido: algunas certezas, demasiadas preguntas. Algo que es lo que cada quien pensó e hizo y algo más que en la química del proceso comparece: tal vez, siempre tal vez, la elusiva presencia de la gracia, de la esquiva belleza. Suma y sigue.
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De la batea de las postales. Una fotografía de Lola Álvarez Bravo. Es de 1950. Una calle a la que un pórtico envigado da sombra, claroscuro y gracia. Tres escaleras largas se recargan en los muros. Sobre dos de ellas dos hombres se afanan en pintar los enjarres desgastados. Casi se oye la tonada que alguno de ellos, seguramente, ensayaba para aligerar el rato. El silbido atraviesa la calle que se alarga y a lo lejos dos señoras se acercan caminando sobre la banqueta. Nada, la vida que pasaba; la sombra de una escalera que iba midiendo el tiempo, la brocha que afirmaba humildemente el sentido de la hora. Aquí se trabaja, aquí se vive.
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Neema. Escrito NEeMA. Aparece una comunicación del servicio de información de Leonard Cohen. Inopinado encuentro. El mensaje sirve para recomendar a una nueva protegée del insigne maestro canadiense. Se trata de una cantante y compositora de esa misma nacionalidad, llamada Neema. Las buenas fotos de la susodicha que luego se encuentran, esculcando brevemente en www.neema.ca, tienen la autoría de Lorca Cohen, la hija del autor de Beautiful Losers. Se dice que Neema tiene ascendencias egipcias y libanesas. La honda, intrigante belleza de la mujer evoca ciertamente esas antiguas raíces. Esculcando en youtube aparece un video en los que la cantante interpreta tres canciones durante un concierto en Joe’s Pub, en Nueva York. Una de ellas: Romeo y Julieta, de Dire Straits. Cohen saluda la novedad: “En medio de toda esta estática, una voz de verdadero sentimiento se levanta –un raro evento”. Vale la pena procurar a Neema.
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Cualquier carretera es un poderoso medio de comunicación. En el obvio sentido de las personas y los vehículos y cargas que van y vienen. Y más bien, en otros términos, en el  del usuario que por la carretera transita con el paisaje, con el mundo circundante. Abandonar la ciudad, dejar atrás el tráfago cotidiano, las vistas cortas y obstruidas, el aire turbio, la insistente minucia que todo lo puede nublar. Y encontrar las perspectivas largas, el trabajo de las nubes sobre el cielo ancho. La enseñanza callada de un paisaje que nos ha visto llegar, que ciertamente nos verá irnos. Poder comunicarse, así, con la amplitud del mundo, con la dimensión plena del planeta que sigue su curso. De la cerca que limita la carretera un pájaro emprende el vuelo.
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De Miguel de Unamuno:
(Mateo, cap. XIII, 11. –Corán, III, 6.)
El armador aquel de casas rústicas
habló desde la barca;
ellos, sobre la grava de la orilla;
el, flotando en las aguas.

Y la brisa del lago recogía
de su boca parábolas;
ojos que ven, oídos que oyen gozan
de bienaventuranza.

Recién nacían por el aire claro
las semillas aladas,
el Sol las revestía con sus rayos,
la brisa las cunaba.

Hasta que, al fin, cayeron en un libro,
¡ay tragedia del alma!:
ellos tumbados en la grava seca,
y él flotando en las aguas…
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Marcel Proust: “Esta parte que se ha desprendido del mundo exterior para refugiarse en nuestra alma a la que ella da una plusvalía, en donde ella se ha asimilado a su sustancia habitual, entremezclándose allí –casas destruidas, gentes de antes, platones de frutas de meriendas de las que nos acordamos- en este alabastro translúcido de nuestros recuerdos, del que somos incapaces de mostrar el color que solamente nosotros vemos, (lo que nos permite decir con verosimilitud a los demás, a propósito de estas cosas pasadas, que ellos no pueden tener una idea, que aquello no se parece a lo que ellos han visto), y que nosotros no podemos considerar en nosotros mismos sin una cierta emoción, cavilando que es de la existencia de nuestro pensamiento que depende por algún tiempo todavía su sobrevivencia, el reflejo de las lámparas que se apagaron y el olor de las alamedas que no habrán ya de florecer”.
Marcel Proust: “Yo estaba en el fondo de mi corazón de parte de aquel que era el más débil y que era desgraciado”.

Tapatío

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