La mayor cárcel de ballenas del mundo, que retiene a casi un centenar de orcas y belugas en el mar de Ojotsk, se ha convertido en un grave problema de imagen para el presidente ruso, Vladímir Putin, que siempre se había declarado un firme defensor de los animales.Después de casi medio año de denuncias, inacción oficial y la muerte de varios cetáceos, Putin ordenó finalmente al Gobierno que encontrara una salida a la situación con el Centro de Adaptación de Mamíferos Marinos situada en una bahía cerca del puerto de Najodka, bañado por el Océano Pacífico.Los grupos conservacionistas llevan meses alertando sobre el precario estado de las 87 belugas, 11 orcas y cinco crías de morsa, después de que se frenara su venta a acuarios y delfinarios chinos a cambio de varios millones de dólares.Celebridades como Leonardo DiCaprio, que se reunió con Putin hace varios años para defender al tigre siberiano, han llamado a firmar una petición contra la cárcel de ballenas, mientras que Pamela Anderson ha apelado al líder ruso a poner fin a la caza de cetáceos, aduciendo que eso "le granjearía el agradecimiento de millones de personas en todo el mundo".La situación en las últimas semanas se ha vuelto insostenible. Las imágenes publicadas por Greenpeace muestran a orcas y belugas con sarpullidos, furúnculos, yagas y manchas, que los especialistas atribuyen a infecciones víricas, bacterianas y micóticas.Los expertos que han examinado a los cetáceos advierten que, debido al estrés provocado por la captura, el proceso de adaptación y las condiciones de la cárcel acuática, el sistema inmunológico de las ballenas se ha visto enormemente debilitado en los últimos dos meses, por lo que su vida corre peligro."Todos estos indicios apuntan a unas inadecuadas condiciones de reclusión para la salud de las orcas y un insalubre estado del agua", afirmó en un informe de Greenpeace Tatiana Denisenko, microbióloga rusa que examinó a los animales e inspeccionó las citadas instalaciones.Los científicos denuncian que debido al hacinamiento y la presencia de "microorganismos", los animales están enfermos, a lo que se suma el hielo y la falta de espacio, motivo por lo que las ballenas sufren de hipotermia.Los empresarios que dirigen el centro aseguran que una orca y tres belugas han huido de las jaulas de 25 metros de largo y nueve metros, aunque Greenpeace cree que han perecido, ya que estaban convalecientes.Según informó hoy la prensa, el concilio científico reunido esta semana a petición de las autoridades propuso dividir las ballenas en dos categorías: un primer grupo de cetáceos serían liberados y un segundo sería trasladado a centros de divulgación científica.Pero Targulián cree que eso no solucionaría el problema de raíz, sino que allanaría el camino para su estancamiento y repetición, por lo que propone "liberarlos a todos". Lo ideal sería su libertad para cada animal capturado."Algunos cetáceos hay que curarlos y al resto liberarlos, pero no de golpe. Mejor esperar a finales de abril, cuando suban las temperaturas", explicó.Mientras, deben ser cuidados por veterinarios independientes, ya que sus actuales cuidadores -que han invertido ya grandes cantidades de dinero en capturar, transportar y alimentar a las ballenas- lo que hacen es darles de comer, adiestrarlos y acostumbrarlos al ser humano, lo que haría imposible su regreso al océano.Greenpeace no duda en llamar "guerra civil" el antagonismo que existe entre los hombres de negocios, "que recibieron créditos de China", y los funcionarios "corruptos", diputados y organismos oficiales que les apoyan, y las instituciones oficiales y científicos que abogan por prohibir la captura de cetáceos.El especialista del Instituto de Ecología y Evolución, Dimitri Glazov, indicó a que hace tres años ya le planteó a Putin el problema de la incontrolada captura de cetáceos, pero recibió una callada por respuesta.Y es que Rusia es el único país del mundo donde se puede cazar y comerciar con orcas, aunque teóricamente sólo pueden ser vendidas con fines de "divulgación científica", restricción legal que los empresarios se han saltado en los últimos años al vender al gigante asiático 15 ejemplares por un millón de dólares cada una."Si no hubiera demanda china, no habría oferta rusa. Para los chinos, las ballenas son como la guinda del pastel", señaló Dimitri Glazov.Al respecto, cifra en casi una veintena los delfinarios que operan en China cerca de las fronteras rusas, aunque aseguró que Rusia también vende cetáceos a India, Vietnam, Tailandia o Pakistán."Los chinos quieren diversión. Las ballenas en los acuarios son para los chinos como el pan y circo para los romanos", asegura.OB