A través de un ejercicio de debate realizado por esta casa editorial, autoridades municipales y estatales, así como urbanistas y empresarios, coincidieron en la urgencia de establecer una normativa para regular la instalación y uso de los bolardos.Ricardo Agraz, director de Proyectos del Espacio Público de Guadalajara, admite que la ciudad está llena de bolardos. “Dentro del municipio tenemos una ‘bolarditis’, traemos un serio problema con eso… la ciudad está llena de bolardos, pero si no los ponemos, inmediatamente el auto estaría arriba de las banquetas”.Con este contexto, no es suficiente retirar los dispositivos que sobran, sino que debe establecerse una normativa que regule su instalación, consensuada por el Instituto Metropolitano de Planeación. Además, el funcionario sugiere realizar un inventario del mobiliario urbano con el apoyo de las universidades.En el mismo tono, José María Goya, director de Proyectos de la Secretaría de Infraestructura y Obra Pública de Jalisco (SIOP), recomienda involucrar en el diseño de la normativa al Instituto de Movilidad, Ayuntamientos, colectivos ciudadanos y las Secretarías de Movilidad e Infraestructura y Obra Pública, para definir las dimensiones y zonas en las que deben ubicarse.“La prioridad es proteger al peatón con los elementos necesarios, pero coincidimos en que falta una norma que homologue todos los criterios… la imagen urbana es importante, pero priorizando la seguridad del peatón. Debemos buscar cómo homologar los criterios para que exista mayor orden”.Mario Córdova, al frente del Instituto de Movilidad y Transporte del Estado, sostiene que los bolardos son necesarios; sin embargo, “hay que saber en dónde, cómo, bajo qué normas, qué calidad y especificaciones deben tener, es importante que exista una norma de respaldo”.El problema, de acuerdo con el funcionario, es que en cada intervención los bolardos tienen sus propios criterios, por lo que sugiere que todos lleven una cinta reflejante para que puedan ser vistos en la noche y que, por otra parte, reciban mantenimiento constante.Para Carolina Toro, subsecretaria de Planeación y Evaluación de Jalisco, los dispositivos deben ser vistos como un elemento disuasorio que se instala, con el objetivo de crear una cultura sustentable de movilidad no motorizada, por lo que recomienda que su uso sea temporal: “No necesitamos llenar la ciudad con estos dispositivos”.La otra recomendación es que no siempre se deben instalar, pues depende de las circunstancias del entorno, por lo que propone considerar otros elementos disuasorios que contribuyan al desarrollo urbano, como jardineras o arbolado. Lo que no exime de tener una norma técnica que regule el tipo de bolardos, cuestiones de diseño, distancia entre uno y otro, así como los espacios públicos en que deben instalarse. “Este tipo de cosas deben homologarse, debería corresponderle a una entidad estatal, como el Instituto de Movilidad del Estado. Está dentro de las funciones de la Ley orgánica del Instituto todo lo que tiene que ver con los espacios de movilidad de peatones”, señala la funcionaria, quien considera que el Imeplan sería la instancia pertinente para que la norma técnica pueda tener aplicación en la práctica.A la discusión se suma René Caro, especialista en el diseño de espacios públicos, quien explica que se ha generado un uso indiscriminado de estos dispositivos de control de tránsito, por lo que se deben homologar criterios para tener un entendimiento común del espacio público.“El gran reto es que no terminen siendo sólo lineamientos, sino que pasen a una norma. Si uno se ciñe a esos lineamientos no se vería la anarquía que se ve en las calles de la ciudad. Hoy cada quien hace uso de los bolardos de la manera que puede y esto genera una gran desarticulación del paisaje urbano”, destaca el arquitecto. Rodrigo Vázquez, socio de la empresa de mobiliario urbano BKT, considera que se debe aprovechar la oportunidad de establecer criterios en común para que los proveedores del Gobierno cumplan con lineamientos de calidad y seguridad. “Hay una enorme oportunidad para estandarizar a las empresas que están en el ramo porque muchas, por hacer negocio, hacen copias baratas, afectando en primer lugar al peatón, pues en el peor escenario puede salir disparado el bolardo con el impacto vehicular”.Entrevistado por separado, Mario Silva, titular del Imeplan, agrega que la normativa debe retomar criterios de accesibilidad, así como las mejores prácticas que han funcionado en otras ciudades e instrumentos publicados, como el Manual de Calles de la Secretaría de Desarrollo Urbano, Territorial y Urbano, el Mapa de Siniestralidad de Jalisco y los aforos peatonales y ciclistas de los Ayuntamientos. “La norma servirá para ir haciendo tipologías, porque hoy no hay un criterio rector y cada administración le va poniendo su sello”. Debido a los accidentes de vehículos y actos vandálicos, la Dirección de Mantenimiento Urbano del Ayuntamiento de Guadalajara ha retirado, en lo que va de la administración, 364 bolardos y reparado otros 72.“El costo de las reparaciones y reinstalaciones está dentro del presupuesto del ejercicio anual asignados a mantenimiento urbano, toda vez que no existe una partida presupuestal para reparaciones y reinstalaciones de bolardos”, respondió la dependencia a través de una solicitud de información.A estas cifras se suman dos contratos de prestación de servicios, uno firmado en diciembre de 2016, para el retiro de 26 bolardos y la rehabilitación de 296 por un monto de 159 mil pesos; y el segundo contrato, signado en febrero de 2017, para la reubicación de 24 dispositivos y la colocación de 63 más en el parque lineal Normalistas por el mismo monto, de acuerdo con Alejandro Ancira Espino, director de lo jurídico consultivo.En tanto, Servicios Generales, a cargo de José Luis Bravo Saldívar, respondió que la única intervención se da cuando se producen daños a dicha infraestructura por accidentes viales, “se precisa de una valoración económica de los mismos, a petición de la Secretaría de Movilidad o la Dirección de Movilidad municipal”. Aunque no se tiene un censo del número de bolardos instalados en la vía pública del municipio, Ricardo Agraz, director de Proyectos del Espacio Público, asegura que el Ayuntamiento tiene detectados todos los dispositivos que se han instalado desde octubre de 2015 a la fecha.A través de Transparencia, la Coordinación de Servicios Municipales precisó que se han instalado 101 bolardos, con un costo de 520 mil pesos, en diversas ubicaciones, entre las que destacan el Parque de la Solidaridad, Arcos Vallarta, y el Parque Lineal Normalistas. Sin embargo, la cifra podría ser mayor porque la Dirección de Obras Públicas aclaró que no se contratan obras para la compra e instalación de bolardos, ya que los mismos pueden contemplarse en obras de otra naturaleza.Para Ricardo Agraz, el auge de los bolardos tuvo lugar cuando la ciudad priorizó el automóvil sobre el peatón, “a partir de ahí se ve necesario poner bolardos, es la respuesta al conductor que trepa su coche en la banqueta, y eso es lo que intenta hacer, proteger al peatón y evitar que se suban todos los autos a la banqueta”."Los bolardos deben ser vistos como un elemento disuasorio, por lo que su uso debe ser temporal. No necesitamos llenar la ciudad con estos dispositivos". Carolina Toro, subsecretaria de Planeación y Evaluación de Jalisco"Los bolardos son necesarios, pero hay que saber en dónde, cómo, bajo qué normas, qué calidad y especificaciones deben tener. Es importante que exista una norma". Mario Córdova, titular del Instituto de Movilidad y Transporte"Dentro del municipio tenemos una ‘bolarditis’, traemos un serio problema con eso… pero si no los ponemos, inmediatamente el auto estaría arriba de las banquetas". Ricardo Agraz, director de Proyectos del Espacio Público de Guadalajara"Hoy, cada quien hace uso de los bolardos de la manera que puede y esto genera una gran desarticulación del paisaje urbano en la ciudad". René Caro, especialista en el diseño de espacios públicos"Hay una enorme oportunidad para estandarizar a las empresas que están en el ramo porque muchas, por hacer negocio, hacen copias baratas afectando al peatón". Rodrigo Vázquez, de la empresa BKT"Se han priorizado las intervenciones de imagen urbana y movilidad en la metrópoli, que son tendientes a fortalecer la seguridad del peatón generando senderos seguros". José María Goya, director de Proyectos de la SIOPElton Osorio (representante de Bici Blanca)Para el representante de la Red Universitaria para la Movilidad, es apremiante establecer una regulación para que los bolardos cuenten con las características técnicas de seguridad, “que sean visibles, que tengan las dimensiones necesarias y la resistencia para soportar impactos vehiculares para garantizar la seguridad del peatón y ciclista”.Al existir una regulación, considera que no habrá pretexto para que los Ayuntamientos no se apeguen a la instalación de bolardos que cumplan con los estándares que marca la norma, en lugar de instalar elementos de baja calidad que terminan siendo dañados al primer impacto.Pone el ejemplo de algunos bolardos abatibles de mala calidad que se instalaron en ciclovías, “se rompieron y dañaron muy rápido, también generaban mala imagen y estaban en mal estado, esos bolardos ya se cambiaron por otros abatibles de mayor calidad a solicitud de los organismos ciudadanos”.En contraste, las ciclovías segregadas con bolardos o flautas en Avenida México, López Cotilla o La Paz, han generado mayor percepción de seguridad para los usuarios de la pista. “Es importante que cumplan con todos los requerimientos técnicos de seguridad para que garanticen la seguridad de las personas ante un impacto y con criterios de estética para que no existan 100 tipos de bolardos distintos en la ciudad”.En Ávila Camacho, a la altura de Circunvalación Jorge Álvarez del Castillo, se instalaron bolardos en las últimas semanas luego de que se ampliaran las banquetas por las obras de la Línea 3 del Tren Ligero. Sin embargo, los peatones que circulan por la zona no saben para qué sirven los tubos de acero que obstruyen su camino. Incluso, Jonathan Ruvalcaba Ruiz, uno de los trabajadores en las obras de la Línea 3, desconoció su función y consideró que los conductores deben ser más conscientes al volante, si se trata de proteger al peatón.“Nada más están estorbando, mejor que pongan cámaras y policías”, respondió Karen Jiménez Guzmán, de 12 años, quien transita por la zona para dirigirse a su entrenamiento de karate en el CODE, “la verdad no sirven mucho, no sé para qué son, sólo aparecieron un día”.María Torres transita todos los días por la Avenida Ávila Camacho, con destino a Los Colomos, donde estudia su hija, pero desconocía el motivo por el que las autoridades invadieron la banqueta con los cilindros metálicos, “no sabía para qué son hasta ahorita que me dice, pensé que eran para poner bicicletas”.Le secunda Francisco Javier Cervantes, empleado de una empresa de limpieza en la zona, quien ignora la utilidad, “no sé para qué sean, imagino que la luz de los carros se refleja y sirven como señalamientos. Ni idea”.El problema, a decir de Martha Alicia Zanabria, trabajadora de la misma empresa, es que los dispositivos se convierten en un estorbo para los propios peatones, “no se ven bien las calles porque estorban e invaden el paso de las personas, no dejan circular bien”, por eso pide a las autoridades que se limiten a colocarlos en las paradas de autobús y estaciones del tren.“No le veo ningún sentido”, lamentó Carlos Alberto Martínez, quien trabaja desde hace un mes como valet parking en un restaurante. Una de las razones por las que el joven consideró que la autoridad colocó los bolardos tiene que ver con la falta de cultura vial de los conductores que se suben a la banqueta, “quizá porque las hicieron más anchas es una medida para que no circulen por ahí, pero sinceramente no sé para que puedan funcionar, mejor que lo gasten en alumbrado, señalización y mantenimiento de banquetas”.Aunque Ricardo Agraz, director de Proyectos del Espacio Público del Ayuntamiento tapatío, admite que parece que los bolardos instalados en Ávila Camacho no tienen utilidad, responde que fueron colocados estratégicamente para indicar la entrada y salida de automóviles. “Ampliamos la banqueta de manera significativa, a partir de una Línea 3 un flujo de personas importante se bajará y subirá, por lo que era muy importante ampliarla para que absorba el flujo de personas, en ese momento, donde hay rampa queda el espacio muy amplio y es donde se clava el coche encima… esos bolardos sólo son para delimitar el espacio para que no se pueda subir el auto”.La consecuencia de la falta de una norma técnica, a decir de Mario Silva, titular del Imeplan, es que al no pensar quién es el destinatario de las intervenciones del espacio público, la población puede creer que el mobiliario urbano no tiene utilidad, “ese es un efecto negativo porque parece que el bolardo estorba, que no funciona, o que se pongan equipamientos que no son útiles”.Aunque se trata de una zona de alta afluencia peatonal, los bolardos del Paseo Chapultepec lucen descuidados y abandonados, pues al menos 20 dispositivos han sido impactados y permanecen doblados, a la espera de que la autoridad los repare, según se constató en un recorrido realizado la semana pasada.En esta zona, las opiniones de los peatones son encontradas porque algunos coinciden en que tienen utilidad, por lo que sugieren aumentar su presencia, mientras que otros piden invertir en los problemas más urgentes que la ciudad demanda.Esperanza Abúndis Ramos precisa que los instalados sobre el Paseo Chapultepec no tienen ninguna utilidad, pues lo que hace falta es invertir en campañas para concientizar a la gente. “Hace falta mucha educación vial, por eso algunos bolardos están golpeados por los coches. Ni modo que el peatón los golpee”.De igual forma, Martha Patricia Bautista opina que el riesgo de ser arrollado por un vehículo es el mismo con o sin ese tipo de dispositivos. “No es de tanto servicio, falta más cultura del automovilista y de los peatones, que a veces también se cruzan por zonas donde no se puede… y los autos que respeten la banqueta”.Santiago Saavedra, estudiante de Derecho, considera que los bolardos tienen la función de amortiguar el golpe de un vehículo al proteger al peatón, por lo que se siente más seguro al caminar por la banqueta flanqueada con los dispositivos. “Me puede proteger de un accidente”.La artesana Carolina López se siente más segura porque se reduce el riesgo de que un vehículo embista a los peatones: “Son necesarios en este tipo de zonas peatonales”.En lo que va de la administración, la Secretaría de Infraestructura y Obra Pública (SIOP) ya instaló 11 mil 938 bolardos en los municipios de la Zona Metropolitana de Guadalajara y otras demarcaciones del interior del Estado, como Puerto Vallarta, Mascota, Jamay, Tizapán, La Huerta, San Gabriel y Cihuatlán. Se incluyen los instalados en los programas MiBici y ProVici.De acuerdo con José María Goya, director de Proyectos, la administración ha fortalecido las intervenciones del espacio público con prioridad en el peatón, ya que son los usuarios que realizan el mayor número de viajes en las ciudades.“Se han priorizado las intervenciones de imagen urbana y movilidad tendientes a fortalecer la seguridad del peatón generando senderos seguros, accesibilidad universal, por lo que se vuelve necesario colocar protecciones para estas sendas seguras. Es por eso que se implementan los bolardos”.En este contexto, no descartó la instalación de más dispositivos al cierre de la administración, “tenemos previstos varios proyectos de intervención de imagen urbana, sobre todo en los corredores de la Línea 3 y Paseo Alcalde”.Sigue: #DebateInformador¿En qué lugar ubica la instalación innecesaria de bolardos?Participa en Twitter en el debate del día @informador