Un año de política exterior

Felipe Calderón llegó a su Cuarto Informe de Gobierno con un país que parece salírsele de las manos, por la violencia y la división que persiste entre los mexicanos, por su necedad de no escuchar a las voces que seriamente hablan sobre ver alternativas como la regularización del mercado de las drogas y por muchas razones más por las que la política exterior, uno de los pocos rubros en los que el gobierno de Calderón sale bien librado, pasa a segundo plano.

Bien librado en política exterior, porque hace unos meses ya, la cancillería reorientó la forma en la que comunica su labor y desde hace unos meses ha habido un cambio notable en la comunicación social de la diplomacia mexicana.

La diplomacia sale bien librada porque hace cuatro años, cuando Calderón inició su gobierno, la relación con América Latina pasaba por un momento difícil, por decir lo menos.

Hoy la relación con América Latina está en un mucho mejor momento. La Cumbre de la Unidad, celebrada en febrero pasado, en la que Calderón fue el anfitrión de los presidentes latinoamericanos, fue un buen ejercicio de diplomacia pública y una señal de que con América Latina se está en otro momento.

Otro momento en el que en nuestra diplomacia multilateral está trabajando bien en Naciones Unidas. México ha desempeñado una buena labor como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde sin los personalismos del pasado, la Misión de México ha propuesto temas importantes, como el de la protección a los niños en conflictos armados.

Otro momento porque la diplomacia mexicana está reaccionando bien ante temas puntuales.

Por ejemplo, con la Ley SB1070, la llamada Ley Arizona, hubo una buena reacción.

Si bien se podría decir que el Gobierno mexicano no hizo nada, que la ley entró en vigor, que “es culpa de Calderón”, lo cierto es que a esa ley nada la hubiese podido detener por la dinámica electoral en la que está inmerso Estados Unidos en este momento.

La diplomacia mexicana reaccionó bien al actuar en contra de la Ley Arizona de una nueva forma. La diplomacia mexicana atacó a la Ley Arizona con argumentos jurídicos ante el Poder Judicial estadounidense.

Para ello, la diplomacia mexicana se acercó a organismos de la sociedad civil estadounidense que trabajan temas de derechos humanos y a organizaciones de migrantes para elaborar un documento “Amicus Curiae”, en el cual se pide se invalide esa ley. Y en esa recomendación México no fue solo.

Once gobiernos latinoamericanos se sumaron al Gobierno mexicano.

En otras palabras, la diplomacia sale bien librada en estos cuatro años. Sin embargo, quedan varios retos, pero tres importantes.

En primer lugar, a la canciller Patricia Espinosa no parecen gustarle los medios de comunicación, y sería fundamental verla a ella mucho más activa en la labor de comunicar, como están haciendo muchos de sus colegas secretarios, sobre todo en las redes sociales como Twitter.

En segundo lugar, el reto de la política exterior mexicana va más allá del Poder Ejecutivo e involucra al Senado.

La Constitución mexicana otorga un papel importante al Senado en materia de política exterior, y en el caso de la Ley Arizona volvió a quedar manifiesta la inacción del Senado.

Por último, la reciente tragedia de los 72 transmigrantes centroamericanos que fueron asesinados en territorio mexicano, pone en evidencia que el sistema migratorio y la protección a los migrantes que pasan por nuestro país es endeble.

En noviembre próximo, México será la sede del Cuarto Foro Mundial sobre Migración y Desarrollo, y ahí tendrá que encarar la diplomacia mexicana el peso de las muertes de los transmigrantes centroamericanos que se acumulen a lo largo del año.