Tren parlamentario

El jueves 24, un diputado de Acción Nacional --Juan José Cuevas García-- acusó al diputado petista Gerardo Fernández Noroña de haber “deshonrado” a la Bandera Nacional, en su día, por haberle colocado a ésta un moño negro, y paseándose con ella en la media luna del recinto parlamentario. Fernández justificó diciendo que el país estaba de luto, por las más de 35 mil personas que han muerto en lo que va del sexenio, como resultado de la guerra que libra el Gobierno federal contra el crimen organizado.

Salazar Sáenz dijo entonces que “no se vale que en un día como hoy (se refería al Día de la Bandera) se agravie así a un símbolo patrio como es la Bandera Mexicana”. Y planteó exhortar a la Secretaría de Gobernación para que aplicase una multa a Fernández Noroña, sustentándose en el Artículo 32 de la Ley sobre el Escudo, la Bandera e Himno Nacionales.  “Creo que bien merece la pena”, restallaba, sin rubor, Cuevas García, “sobre todo al bandear en este día tan especial, ese castigo por lo menos”.

Cuevas picotea la cresta a Fernández Noroña desde hace varias sesiones. Es una suerte de marcaje personal salpicado de patadas en las canillas y otras partes. “Me da ternura su ignorancia”, jugueteó el petista con el panista.

Más allá de Fernández Noroña, hubo en la sesión, sin embargo, otros diputados que también alcanzaron a Cuevas García, y a quienes a éste le movían los hilos.

En el punto del orden del día dedicado a hacer comentarios sobre los derechos humanos en el Estado de Chihuahua,  la diputada del PT, Teresa Guadalupe Reyes Sahagún dijo: “Hoy, Día de la Bandera, en que todos nos ponemos patrióticos y que hay incluso quienes se ofenden cuando se le pone un moño negro a la Bandera de México, sería importante que recordáramos que esa Bandera representa a la Patria. Y en ese sentido tendríamos que recordar dónde está la Patria y en qué reside la Patria”.

Los  comentarios sobre derechos humanos en Chihuahua no tenía más dedicatoria que hablar de la saña y el dolor que criminales han causado a la familia Reyes Salazar, que ayer, sábado, seguía enterrando a sus muertos luego de que aparecieron asesinados otros dos hijos de doña Sara Salazar, la mujer septuagenaria que, todavía el jueves y el viernes, estuvo en las puertas del Senado de la República acompañando la huelga de hambre de tres de sus hijos, como reclamo de que el Estado mexicano no ha podido, o querido, hacer absolutamente nada para defenderlos.

Entonces, Teresa Guadalupe Reyes desjarretaba así el discurso que el panismo había llevado a la tribuna, en voz de Cuevas García, hacía unos instantes: “¿Por qué nos ofendemos con ésto y no nos ofendemos con el baño de sangre que está llenado a todo nuestro país? ¿Cómo no se ofenden por 35 mil muertos? ¿Cómo no se ofenden por las mujeres y los niños violados, lastimados, asesinados? ¿Cómo no se ofenden por las familias desechas? ¿Cómo no se ofenden por la destrucción del territorio nacional? ¿Cómo no se ofenden porque el narco controla el país? ¿Cómo no se ofenden porque controla gran parte de los gobiernos, desde el federal hasta algunos de los estados? ¿Cómo no se ofenden por eso y sí se ofenden por un moño negro en una bandera, un 24 de febrero?”.

En este punto del orden del día fue cuando los diputados de San Lázaro  expresaron su horror –no todos, por cierto-- por lo que ha estado sucediendo a la familia de doña Sara Salazar, a quien de agosto de 2009 a la fecha ya le mataron a cuatro hijos, dos nietos, una nuera y un nieto desaparecido. La familia Salazar, decían diputados del PT, PRD y PC, está pagando así la defensa que hizo durante años de las víctimas de tratantes de blancas, y de oponerse al basurero nuclear  que los gringos pretendían poner muy cerca de la frontera con México.

Dos elementos noticiosos sobresalieron en el debate aquel.  Acción Nacional, a través de sus diputados, jamás hizo mención alguna a la familia Salazar, centro del debate y del punto del orden del día. Llenó su espacio y tiempo en la tribuna acometiendo al PRI, utilizando las declaraciones recientes del ex gobernador de Nuevo León, Sócrates Rizzo, quien entonces recién había dicho que los presidentes de México de ascendencia tricolor habían controlado al narco, mediante rutas alejadas de la población.

El PRI, sintiéndose golpeado, sólo acertaba a pedir que presentaran pruebas, los panistas y el mismo Sócrates Rizzo, a quien, en el pasillerío, los diputados tricolores no bajaron nunca  de “estúpido”.

Acción Nacional no sólo no mencionó nunca a la familia Salazar, sino que además reforzó desde el principio su posición de poder. María Antonieta Pérez Reyes, diputada panista, dijo: “Algunas voces actualmente intentan de manera sistemática devaluar el combate al narcotráfico, argumentando principalmente la violación de los derechos humanos. Nada más alejado de la verdad”. Y apostillaba: “Resulta indispensable contrarrestar y apagar su tremenda capacidad de violencia (el crimen organizado) con la fuerza del Estado mexicano”.

Entre las múltiples argumentaciones en contra de los panistas, hubo una, la de Cora Cecilia Pinedo Alonso, del Grupo Nueva Alianza,  que centró la atención: “¿Cuántos defensores más tendrán que ser amenazados, secuestrados o asesinados para que el Gobierno adopte las medidas necesarias para garantizar su seguridad y conceda de una vez la importancia que merecen las recomendaciones de organismos internacionales?”

Hacía unos instantes, la misma Cora Cecilia había citado datos de un informe del Gobierno estadounidense relativo a la inseguridad en Ciudad Juárez. Y cimbró: “Paradójicamente alrededor de 230 mil personas abandonaron la ciudad (Juárez, Chihuahua, de donde es oriunda la familia Reyes Salazar)  desde que el Gobierno federal implementó el Operativo Conjunto Chihuahua”.

Debate premonitorio, al final de cuentas. Así hablaban en San Lázaro el jueves 24 pasado. Horas después, durante la madrugada del viernes, eran localizados los cuerpos de Elías y Magdalena Reyes Salazar, así como la esposa de Elías, Luisa Ornelas, sumándose a la macabra cuenta de asesinados en una misma familia.