Viernes, 18 de Octubre 2024
México | Por Vicente Bello

Tren Parlamentario

‘‘Mar navegable y sereno…’’

Por: EL INFORMADOR

Siglo y medio después, la argumentación de un viejo debate volvió a escucharse en la Cámara de Diputados.  Jirones apenas; retazos; ecos lejanos de lo que fueron  una vez los años de oro del parlamentarismo. Pero, por lo que se ayer se ha escuchado, los razonamientos que insuflaron el nacimiento de la Ley sobre la Libertad de Cultos –que el presidente Benito Juárez promulgó el 4 de diciembre de 1860-, siguen latiendo, vivos, empapados de actualidad.

Ciertamente no hubo confrontación. Pero los posicionamientos de quienes desde la tribuna evocaban el inicio del México laico, retrataban, intermitentes, la pugna que actualmente sostiene el Estado mexicano con un sector del clero.

“Por ejemplo”, soltó el diputado Víctor Círigo, cuando por Convergencia se posicionó: “Son notorios los casos de altos prelados de la Iglesia católica, que contando por lo menos con la omisión o inacción de las áreas correspondientes del Gobierno federal, muy concretamente de la Secretaría de Gobernación, formulan argumentaciones, anatemas y diatribas en contra de autoridades civiles propias de siglos pasados, con una enorme estela de atraso y de equívocos, en su pretensión de recuperar viejos privilegios que no tienen ninguna razón de ser”.

Nada que ver con el peso completo del parlamentarismo de aquellos históricos debatientes, de apellidos Altamirano, Ramírez,  Ocampo, Zarco, Iglesias y aquel Lerdo de Tejada. Pero el tema se prestaba para soltar jabs a los clérigos de hoy.  “Rechazamos”, decía el de Convergencia, “estas intentonas de recuperar esos viejos privilegios que deben ser erradicados enérgicamente”.

Este punto del orden del día consistía en el posicionamiento de los grupos parlamentarios con motivo de la promulgación, hace 150 años, de la Ley sobre la Libertad de Culto.

Y Círigo no aludía a nadie más que al cardenal Juan Sandoval Íñiguez, y a Marcelo Ebrard,  jefe de Gobierno de la Ciudad de México, quienes han polemizado sobre una ley apenas promulgada, mediante la cual se dará legalidad en el Distrito Federal  para que matrimonios del mismo sexo puedan adoptar niños.  

El diputado Roberto Pérez de Alva Blanco, de Nueva Alianza, hacía unos minutos había dicho: “Las leyes de reforma decretadas por don Benito Juárez marcan un hito histórico que concretaron la nacionalización de los bienes del clero, la Ley de Matrimonio Civil y la Ley Orgánica del Registro Civil, así como el decreto que establece el cese de toda intervención del clero en los cementerios”.

Un repaso a la tesis de Círigo dio, minutos después, la diputada del PT, Teresa Reyes Sahagún, cuando expresó: “Conmemorar los 150 años del Estado laico en México significa la defensa de uno de los pilares fundamentales de la República. Frente al asedio frívolo y reaccionario de los idólatras del neoliberalismo poscristeros, sinarquistas, legionarios de Cristo y yunquistas, quienes desde su Gobierno ilegítimo promueven inequidad económica, el desequilibrio, la violencia desenfrenada, el dolor humano, y el intervencionismo”.

Por el PVEM, María del Rosario Brindis Álvarez  decía que “el tema de la libertad de culto en México no puede estar escrito con letras minúsculas”.  Y apostillaba diciendo que “hoy debemos modificar nuestro trato hacia todas las asociaciones religiosas, incluyendo la terminología. No podemos seguir mencionando la frase: ‘Relaciones Iglesia-Estado’, sino “Relaciones Iglesias-Estado’, en plural”.

Fue ella quien en la tribuna dijo que están documentados en todo el país 225 casos de intolerancia sucedidos en los cuatro años recientes.

El nombre de Juárez fue recurrente en la voz del perredista Rodolfo Lara Lagunas. “Hoy — dijo— en esta hora oscura para el pueblo de México, ante esta ofensiva oligárquica en contra de los trabajadores de los mineros, de la pobreza generalizada, de los miles de asesinados, del desempleo creciente, de la represión, de la presencia de policías norteamericanos en nuestros territorio, una mirada hacia el reformador Juárez nos alienta”.

Entonces, Lara citó a Carlos Pellicer: “El poeta tabasqueño, ejemplar católico, lo dijo de mejor manera: ‘Juárez, eres el presidente vitalicio, a pesar de tanta noche lúgubre. La República es mar navegable y sereno, si el tiempo te consulta”.

Adriana Hinojosa Céspedes habló por el PAN:  “El Estado laico se debe entender como aquél que defiende la separación institucional entre religión y política, manteniendo la neutralidad del Estado respecto a las religiones, pero con un respeto a la cultura del país”.

Había pactado, y eso era evidente, un posicionamiento sobre el tema, más que un debate. El PAN escurríase hacia terreno firme. Nada dijo cuando Círigo aludió al cardenal de Guadalajara, como tampoco cuando el PT  soltó el zurriagazo aquel.  

Entonces fue el turno de Emilio Chuayffet Chemor, ese diputado del PRI que es muy versado cuando habla de la historia y del parlamentarismo de oro mexicano. Citó a Mariano Otero, cuando éste escribió: “El mismo día que acabó la lucha por la independencia, comenzó la de la libertad pública”.

Y remataba su discurso, con el siguiente párrafo: “La historia de la libertad de creencias ofrece, pues, una fecunda enseñanza: libertad de culto y Estado laico son dos caras de la misma moneda. Aquella es un derecho fundamental del ser humano, inalienable e imprescriptible. Éste, es una garantía de respeto a los credos e incluso a la libertad de no creer, pero antes que nada, el laicismo es la protección más efectiva de la base de cualquier democracia y cualquier imperio de la ley:” En mucho coincidían tirios y troyanos. Al fin que estaban en el terreno de los discursos.

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