¿Sin Obama en 2012?

Barack Obama se acerca a una prueba de fuego y los signos no parecen ser alentadores para su gobierno.

En menos de mes y medio, los estadounidenses acuden a las urnas para renovar la totalidad de la Cámara de Representantes (la de diputados por compararlo con México) y un tercio del Senado, y las mayorías de que goza el Partido Demócrata en el Congreso, que han sido parte del éxito de Obama en estos 21 meses de su presidencia, podrían terminar con la instauración de un Congreso opositor en enero del año que viene, dificultándole a Obama el camino a la reelección en 2012.

Las llamadas elecciones intermedias, que ocurren en noviembre próximo, son un momento importante para medir el termómetro de la aprobación al Partido Demócrata, pero también al gobierno de Obama.

En efecto, el resultado de esas elecciones será fundamental para definir los próximos dos años de la presidencia de Obama y los vientos que soplan en este momento parecen no serle favorables ni a los demócratas ni a Obama.

Los signos del desgaste de Obama son varios. En primer lugar, las encuestas más confiables señalan cómo ha ido cayendo la aprobación popular del pesidente en estos 21 meses.

De aquella popularidad de 68% con que inició su mandato, hoy amanece con 44%, de acuerdo con la encuestadora Gallup.

En segundo lugar, la baja popularidad del presidente parece ser contagiosa para su partido.

Otra encuesta de Gallup revela que si las elecciones intermedias se realizaran mañana, el Partido Demócrata difícilmente podría mantener los 261 representantes que hoy tiene y los 57 senadores que hoy le dan a este partido una cómoda ventaja en el Congreso.

Las predicciones electorales hoy señalan que unas 120 curules en ambas cámaras están en juego, y de ésas el Partido Demócrata podría perder entre 40 y 54.

¿A qué se debe todo esto y cómo puede impactar los próximos dos años? Pues en primer lugar, estamos ante un proceso normal.

En promedio, los presidentes estadounidenses al momento de enfrentar su primera elección intermedia tienen una popularidad que ronda 50% (Obama está ahora en 44%).

El desgaste que genera el ejercicio del poder es la razón obvia, pero no la única.

Pese a los logros que ha tenido la administración de Obama, lo cierto es que el mejoramiento de la economía no logra impactar aún al electorado. Al respecto, el índice de desempleo sigue estando por arriba de nueve por ciento.

Ahora bien, una pérdida de la mayoría legislativa del Partido Demócrata podría complicarle bastante el escenario a Obama, pero no necesariamente significaría la muerte de su presidencia.

Como ejemplo, en 1994 la popularidad de Bill Clinton de cara a su primera elección intermedia rondaba 46%, y en las elecciones intermedias de ese año los demócratas perdieron 56 escaños.

Muchos auguraban entonces que Clinton no tendría un segundo mandato, que no ganaría la reelección en 96. Y sin embargo, Clinton no sólo ganó la reelección, sino que además su segundo periodo de mandato fue más exitoso que el primero.

En otras palabras, Obama se encuentra frente a un momento de reto extraordinario, pero no necesariamente ello significa que su presidencia perderá el rumbo o que será derrotado en su camino a la reelección.

Lo que sí parece ser un hecho es que desafortunadamente el tema migratorio perderá todavía más impulso a nivel federal, abriendo nuevamente el camino a lo que hemos visto en los últimos años: una tendencia a que los congresos locales tomen la iniciativa y aprueben leyes que endurecen el trato a los migrantes mexicanos.