México | HISTORIAS DE REPORTERO POR CARLOS LORET DE MOLA A. Parte de guerra Cuentan las autoridades que les dijo que llevaba como cinco años acudiendo a ese bar, donde conocía a todos, lo trataban como rey y departía con el de la playera igualita Por: EL INFORMADOR 20 de enero de 2011 - 01:56 hs Carlos Loret de Mola A. / La noche del 16 de diciembre de 2009, el fraccionamiento Altitude en Cuernavaca era un campo de batalla. El cuerpo de elite de la Marina se enfrentaba a tiros con Arturo Beltrán Leyva “El Jefe de Jefes” y sus pistoleros más cercanos. En el momento más intenso de la agresión, según el informe de la Armada a propósito de la disputa que sostiene con la Comisión Nacional de Derechos Humanos, su área de inteligencia recibió la información de que el capo había solicitado apoyo y que se dirigían a Morelos dos convoyes de sicarios: 40 camionetas desde Acapulco y 60 desde la Ciudad de México. Entre la Marina y el Ejército, con apoyo también de la Policía Federal, establecieron un perímetro de seguridad para frenar a los posibles refuerzos de uno de los narcos más buscados del país, que a la postre no sobreviviría al enfrentamiento. Las dos posturas (CNDH y Marina) coinciden en los siguientes datos: esa noche, a cuatro cuadras del Altitude, Ignacio Aguilar, un hombre dedicado a la industria de la tortilla que nada tenía que ver con la refriega, recibió en su vehículo medio centenar de balazos oficiales que lo dejaron muerto. El señor tenía tal nivel de alcohol en la sangre que hubiera reprobado por amplio margen el alcoholímetro. La CNDH emitió una recomendación a la Secretaría, pues consideró que no había un retén formal con señalización y que aun no habiéndose detenido el ciudadano, los marinos no debieron haberlo rociado de proyectiles, pues pudieron haber disparado a las llantas antes que a la cabina del automotor. La Marina, que adelantó que pagará la indemnización, se defiende expresando que el señor Aguilar, en estado de ebriedad, no hizo caso del alto que le marcaron los elementos, quienes creyendo que se trataba de una de las camionetas con refuerzos que les dijeron iban al rescate de Beltrán. Y se negaron a una investigación argumentando que sus muchachos son inocentes y que exponer públicamente sus nombres los convertiría de inmediato en blanco de los capos de la droga, que terminarían por asesinar a ellos y a sus familias. En otro caso, el de la señora Patricia Terroba, la historia es casi idéntica: un operativo caliente en curso (el 11 de diciembre, Cuernavaca, buscando a “El Barbas”, donde finalmente aprehenderían al cantante Ramón Ayala), un perímetro de seguridad, un vehículo ciudadano rociado con balas oficiales a 200 metros, exámenes de alcohol rebasados, una mujer fallecida, la CNDH reclama abuso de fuerza, Marina responde que la señora no respetó el alto, CNDH pide investigación, Marina no acepta la recomendación para no exponer a sus combatientes. Saciamorbos Cuentan las autoridades que les dijo que llevaba como cinco años acudiendo a ese bar, donde conocía a todos, lo trataban como rey y departía con el de la playera igualita. Temas Rotonda Historias de reportero Lee También “Pequeñas historias de Bluey” se estrena hoy en Disney+ Reconocen a Guadalajara como Ciudad del Árbol del Mundo por quinto año consecutivo Jalisco celebra su herencia cultural con concierto especial en el Teatro Degollado Estas son las rutas alternas en Guadalajara por la marcha del 8M Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones