México | ATANDO CABOS POR DENISE MAERKER La derrota Vengo de pasar 15 días en narcolandia. Y desde luego que no me fui a Ciudad Juárez ni a Tijuana ni a Culiacán de vacaciones Por: EL INFORMADOR 11 de enero de 2010 - 05:49 hs Vengo de pasar 15 días en narcolandia. Y desde luego que no me fui a Ciudad Juárez ni a Tijuana ni a Culiacán de vacaciones. Estuve en esa franja de maravillosas playas que están al norte de Guerrero y al sur de Michoacán, entre Ixtapa-Zihuatanejo y el Puerto de Lázaro Cárdenas. Lugar paradisíaco donde la violencia no se siente y las casas que los gringos y canadienses se han construido a orillas del mar no necesitan bardas para protegerse. Ahí de entrada todo parece tranquilo y normal. Ya luego con los días uno va descubriendo quién manda y cuáles son las reglas. La primera es la ausencia y debilidad de las autoridades. Dos veces aparecieron por la zona los policías municipales: una, cuando de entre los manglares apareció un cocodrilo, al que se limitaron como todos los demás a ver con curiosidad, y la otra cuando un estadounidense se ahogó y patrullaron las playas a pie enfundados en traje de combate y portando armas largas para buscar su cuerpo. Pero ahí no manda el Estado. Si surge un conflicto real o potencial, a ningún local se le ocurriría acudir en busca de ayuda con las autoridades. Impensable. Ahí se evitan los pleitos, y cuando estallan se busca el apoyo del jefe de la plaza. Es por las noches en las peleas de gallos donde lo encuentran y le someten las peticiones y quejas. ¿Y por qué no mejor llaman a la Policía? —pregunté fingiendo ingenuidad—. Las respuestas varían, pero la razón es una: la Policía y el Ejército provocan desconfianza y, sobre todo, se les ve débiles. Se burlan de la ineficacia de los retenes y de los rostros tapados. Y en cambio con temor y reverencia narran las anécdotas (o leyendas) que confirmarían el poder de los narcos. Cuentan que una señora en el colectivo empezó a echar pestes contra ellos y al día siguiente amaneció con la boca cosida. Verdad o mentira, aseguran que ahí donde los güeros y los jefes tienen casas, está prohibido emborracharse y mucho menos violar. Les atribuyen el orden, los imaginan o saben omnipresentes. De cualquier modo, uno termina sintiéndose vulnerable y expuesto al capricho de otro u otros. Nadie entra a las casas, es cierto, pero no porque no pueda, sino porque de momento no quiere. Es un retrato desolador de la derrota del Estado. Y es que si de medir el éxito o el fracaso de la actual estrategia en la lucha contra el narcotráfico se trata, ¿cuál es un mejor indicador: el asesinato de un capo, o la profunda desconfianza de los costeños hacia las autoridades y el control efectivo de las plazas? Temas Narcotráfico Guerrero Rotonda Atando cabos Lee También ¿Quién es "El Borrado", el líder del Cártel del Golfo identificado por EU en Tamaulipas? ¿Quién era el infiltrado de la DEA que fue secuestrado por el CNG en 2019? Así se acotó la extorsión a productores de limón en Michoacán Sociales: Celebran a Karla Carillo con encantador Baby Shower Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones