Martes, 26 de Noviembre 2024
México | PALESTRA 20 POR JORGE OCTAVIO NAVARRO

Inevitablemente, los diputados

Nuestros 39 diputados no son ‘‘buenos’’ o ‘‘malos’’, aunque para la mayoría de los jaliscienses son ‘‘malísimos’’, casi rayanos en lo diabólico

Por: EL INFORMADOR

Jorge Octavio Navarro.  /

Jorge Octavio Navarro. /

Apenas la semana pasada, en el programa radiofónico “Forma y Fondo” en el que participo diariamente, solté al aire que los temas del Congreso estatal me dan flojera. Lo dije con la mayor naturalidad. Y precisamente porque la frase me brotó casi instintiva, no he podido olvidarla y desde entonces medito sobre el sentimiento que me generan los diputados. Seguramente lo comparten la mayoría de los jaliscienses: indiferencia.

Me niego sistemáticamente a reflexionar la política y la actividad de los políticos dentro del marco referencial de los valores que culturalmente compartimos en nuestro medio, evidentemente cristiano y occidental. De hecho, somos herederos de los esfuerzos que hicieron desde el Siglo de las Luces los más emblemáticos pensadores europeos. De nada habría servido que Maquiavelo, Rousseau, Hobbes y con ellos un batallón de filósofos y científicos sociales, hubieran construido las bases de una civilización laica, separada del poder religioso, si hoy nos empeñáramos en seguir juzgando a los políticos con los valores religiosos que recibimos de las generaciones anteriores.

Y aterrizo en el Congreso del Estado: Nuestros 39 diputados no son “buenos” o “malos”, aunque para la mayoría de los jaliscienses son “malísimos”, casi rayanos en lo diabólico. El enfoque es equivocado.

Voy más lejos. Algunos colegas periodistas, ínclitos líderes de opinión, aseguran que el Poder Legislativo está en crisis. Falso.

Nuestro Congreso estatal, o mejor dicho, sus 39 legisladores, son ejemplo de inmovilidad institucional. Inmovilidad que es la justa definición del opuesto requerido para Jalisco, si consideramos que “Jalisco” es la palabra con la que arbitrariamente definimos una comunidad de siete millones de personas (poco más, poco menos) atorada desde hace años en discusiones para determinar el curso político, económico y social que debemos seguir en las próximas décadas, animados siempre por la creencia de que vivimos en un Estado de la República que históricamente ha sido “líder” en el país y que por lo tanto, marca también el rumbo del desarrollo y la identidad nacionales.

Para 39 diputados que han perdido casi medio año en peleas verbales y conflictos administrativos, y que no atinan a definir si serán legalmente transparentes o no, es muchísimo peso el del destino de Jalisco. Pero integran uno de los Tres Poderes, y ese peso es obligatorio.

Es pertinente recordar sobre los diputados, por más flojera que esto genere, que sí están desempeñándose, aunque mediocremente, en el marco del Estado de derecho. Ninguno de ellos es sujeto de cárcel ni están en riesgo sus facultades por más banales que sean sus iniciativas. Es más, los próximos dos años podrían transcurrir sin que los señores legisladores culminen las reformas judiciales que están pendientes desde abril de 2009; sin que corrijan los múltiples artículos caducos en los códigos del Estado; sin que muevan un dedo para actualizar las leyes que nos rigen.

Pero la tarea es de ellos. Política e institucionalmente inevitable, de los diputados.

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