Domingo, 24 de Noviembre 2024
México | BUCARELI POR JACOBO ZABLUDOVSKY

Gabriel y Mario

Si alguno de aquellos dos jóvenes escritores soñó el sueño de llegar a ser premio Nóbel, seguramente ninguno imaginó que llegarían a lograrlo estando ambos en este mundo

Por: EL INFORMADOR

Jacobo Zabludovsky.  /

Jacobo Zabludovsky. /

Pocas veces se ha dado en la historia de la literatura universal una mezcla de amistad, admiración, respeto y afecto tan profundos entre dos escritores como la que unía, hace 40 años, a Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.

Vecinos en la calle Caponata de Barcelona, el joven peruano obsequió al autor de “100 años de soledad” una declaración de amor fraternal en forma de ensayo, el más profundo que se ha hecho de la vida y obra de quien, 12 años mayor que él, trazaba el camino de aquellos que se arriesgan al abandono de todo para dedicarse a escribir. La cercanía física y la confianza permitieron a Vargas Llosa acudir, como una de las fuentes de su trabajo, al hombre en torno del cual investigaba, consultaba, recordaba y leía para dar a conocer su vida y obra.

Tengo ante mis ojos los tres tomos empastados en piel, de García Márquez. “Historia de un deicidio”, en sus dos partes: “La realidad real” y “La realidad ficticia”. Al calce: “Breve. Biblioteca de respuesta. Barral Editores. 1971”. Las páginas están impresas en una sola cara, porque son galeras de imprenta, pruebas de linotipo cortadas al tamaño del libro que se pondrá a la venta. De puño y letra de los correctores aparecen las anotaciones necesarias. En la primera hoja de texto del tomo I, una dedicatoria con tinta azul: “Para Sarita y Jacobo, Gabriel. Barcelona, 1971. Año de la onda”.

“La realidad real” abarca desde el nacimiento de Gabriel, su familia, estudios, amigos, primeros textos. “Este largo aprendizaje de la esclavitud más extrema y de la más extrema libertad reunidas, separa ‘La hojarasca’, la novela decorosa con que inaugura su vocación, de ‘Cien años de soledad’, el deicidio con que alcanza su plenitud”. Son 212 páginas.

En el tomo II principia “La realidad ficticia”, que abarcará también el III hasta un total de 664 páginas. “La Historia Morbosa. Los primeros cuentos”, encabeza el recuerdo: “García Márquez ha contado lo que le ocurría cuando comenzaba a escribir, allá por 1947, en esa época en que era estudiante de Derecho y empeñoso lector de Kafka”. “Siempre tenía frente a mí el problema de los temas: estaba obligado a buscarme el cuento para poderlo escribir”.

Si alguno de aquellos dos jóvenes escritores soñó el sueño de llegar a ser premio Nóbel, seguramente ninguno imaginó que llegarían a lograrlo estando ambos en este mundo. La semana pasada le fueron entregados el diploma, la medalla y el cheque a Mario, 28 años después de aquella noche inolvidable en que acompañamos a Gabriel y Mercedes en la ceremonia solemne de Estocolmo.

El discurso de Vargas Llosa fue un repaso a las convicciones y sentimientos de toda su vida. “Aprendí a leer a los cinco años… Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida”, son las primeras palabras que, como en muchas de sus novelas, resumen toda la historia en frases mínimas. “Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida… Inventamos las ficciones para de alguna manera poder vivir las muchas vidas que quisiéramos cuando apenas disponemos de una sola… los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho…”.

Habla de política: “Creíamos que con el desplome de los gobiernos totalitarios, la convivencia, la paz, el pluralismo, los derechos humanos se impondrían y el mundo dejaría atrás los holocaustos (debió decir “el” holocausto, porque sólo ha habido uno, J. Z.), genocidios (estos sí, han sido innumerables, J. Z.), invasiones y guerras de exterminio. Nada de eso ha ocurrido… Padecemos menos dictaduras que antaño, sólo Cuba y su candidata a secundarla, Venezuela, y algunas seudo democracias populistas y payasas, como las de Bolivia y Nicaragua”.

Termina el discurso: “…la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa. Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible… es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. Para que no volvamos a la barbarie…”.

Coloco su discurso con los libros suyos míos, junto al primero de todos, ése que hace 40 años recibí en tres tomos de pastas mestizas. Reviso algunas dedicatorias, casi copiadas una de otra a lo largo del tiempo: “Para Sara y Jacobo, con el afecto de su viejo amigo, Mario Vargas Llosa”. Otra vez agradezco.

Pero nunca agradeceré suficientemente el placer que nos dio creando muchas vidas a lo largo de la suya para hacer más grata la nuestra.

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