Calderón pidió salvavidas; el PRI no se lo tiró

Los tardíos diálogos por la seguridad a que convocó el Presidente Felipe Calderón generaron largos debates, entre otras cosas, acerca de las motivaciones. Si en realidad estaba pidiendo ayuda porque su Gobierno ya no sabe qué hacer ante el galimatías de la inseguridad en el país, ha recibido pronta y puntual respuesta.

Uno de los pilares de la estrategia anticrimen de la administración calderonista fue desde el principio el de la depuración de las policías y la construcción de cuerpos de seguridad confiables. Es la fecha en que tal cosa no se ha logrado y ni siquiera se ha conseguido consenso para avanzar en la propuesta de una policía única o 32 policías “únicas” —una por Entidad—.

Cuando asesinaron al candidato del PRI a gobernador de Tamaulipas unos días antes de la elección del 4 de julio, se avivó el debate entre alcaldes, gobernadores y Gobierno federal sobre el tema y el PRI, en su papel de agraviado, se hizo del rogar frente a los llamados de Calderón en ese momento a elaborar una política de Estado.

Ahora asesinan a un presidente municipal panista en funciones, Edelmiro Cavazos, de Santiago, Nuevo León, y las asociaciones de alcaldes de todo el país, reunidas en la Ciudad de México, rechazan la propuesta de Calderón y su secretario de seguridad, Genaro García Luna, de crear las policías únicas.

Paralelamente, el líder de los senadores del PRI, Manlio Fabio Beltrones, anuncia que no acudirá al diálogo con el Presidente Calderón, quien no incluyó al Poder Legislativo en sus Diálogos por la Seguridad. Acto seguido, el PRI en la Cámara de Diputados oficializa la misma postura de desaire a Calderón y, en cascada, las bancadas del PRD y PT se suman al rechazo a la reunión.

Si los diálogos buscaban generar consensos, la respuesta de las fuerzas políticas no deja lugar a dudas. Si la intención era repartir costos, no le salió la jugada. Si en verdad era un grito de auxilio para salir del pantano, no aparecen las manos al rescate.
En todo caso, el PRI, que es el que verdaderamente importa para la definición de un acuerdo serio por su posición de ventaja numérica en el Congreso, ya no deja matices en su postura: no le va a tirar el salvavidas al Ejecutivo.

Los políticos aludidos en las convocatorias presidenciales ya interpretaron: creen que todo el asunto busca que ellos, los priistas en especial, legitimen las acciones iniciadas desde diciembre de 2006, sin consultas en ese entonces, y no están dispuestos a hacerlo.

La cúpula del tricolor ya piensa en el 2012 y su cálculo es ese. El Gobierno también piensa en la fecha mágica. Mientras tanto, el galimatías ahí está y no se le ve solución. Que corran los muertos. Vivan las urnas.