Lunes, 25 de Noviembre 2024
México | PALESTRA 20 POR JORGE OCTAVIO NAVARRO

Bicentenario y fiesta

El grueso de los mexicanos, en honor a la verdad, desprecia las reflexiones

Por: EL INFORMADOR

Jorge Octavio Navarro.  /

Jorge Octavio Navarro. /

Aunque los temas repetitivos como ahora el del Bicentenario de la Independencia, acaban por ser chocantes, éste en particular no ofrece una puerta para ser evadido, sobre todo por las fechas.

Pero en este país hemos consumido varios años aficionándonos a la polarización; no hay cuestión en la que se admitan posiciones intermedias: o todo o nada; defensor a ultranza o enemigo acérrimo.

Las razonables posiciones matizadas —vista a través del cristal político nuestra realidad mexicana— quedaron abolidas de facto desde que en el año 2000 se consumó una elección que, sin sangre de por medio, terminó con las siete décadas de la “dictadura perfecta”, como nos la bautizó Vargas Llosa.

Han pasado 10 años desde que el mercadotécnico Vicente Fox encarnó la proeza de dar por inauguradas las elecciones de a deveras, y de entonces a la fecha a los mexicanos se les escurren los días en contabilizar decepciones y nuevos millones de pobres.

Históricamente acostumbrados a los ciclos fatales (¿será casualidad que una supuesta profecía de los mayas dé por terminado el mundo en 2012?), millones de los habitantes de este país concibieron el año 2006 como el nuevo momento para atestiguar la llegada de un superpresidente salvador, y le colgaron el sambenito a Andrés Manuel López Obrador. Luego, como el hombre no ganó la elección, se alimentó la leyenda del Gran Fraude y el mito engorda desde entonces, tan enfermo como los millones de obesos que tenemos en México.

Las hipótesis intrínsecas en los párrafos anteriores, discutibles todas ellas, conducen nuevamente a la bifurcación de caminos en la que nos hallamos ahora: el aniversario del Bicentenario. Pero... ¿festejo? ¿O conmemoración solamente? Incluso, ante la cercana Noche del Grito están los que defienden una efeméride amarga, porque este país “está muy mal”.

El grueso de los mexicanos, en honor a la verdad, desprecia las reflexiones. Festejarán el Grito y el enorme puente que se acaba, quién sabe, el lunes de la semana próxima. Muy sin cuidado están tanto de los defensores del Honor Patrio como de los observadores de la realidad (la auténtica), que nos humilla frente a los anhelos incumplidos de la Independencia y la Revolución. Y también ignoran a los oscuros agoreros que sospechan (casi anhelan) un tercer gran movimiento armado que hunda al país en una guerra fratricida, “porque así ocurre cada 100 años”.

Son ciertos los miles de muertos en la “guerra contra el narcotráfico”. Verdaderos son los más de 50 millones de pobres. Auténticos también, aunque se obstinaron en negarlos, son los más de seis millones de jóvenes ni-ni, que no encuentran motivo para estudiar ni oportunidades de hacerse ciudadanos de provecho en un trabajo lícito, como anota el artículo quinto de la Constitución. Todo es verdad.

Pero también es real —esto es, lo que puede percibirse con los sentidos— que con cada fecha conmemorativa hay una oportunidad de elegir un cambio de las cosas tal como están, si es meritorio cambiarlas. 2010 es otro paréntesis para el cambio, como lo fue 2009 y lo será 2011. No más. Ahora toca fiesta. Sólo falta que elijamos la fecha del trabajo.

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