— La Calumnia

El “Caso Alfaro” sugiere que, de cara a las próximas elecciones estatales, las “guerras de lodo” ya comenzaron...

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En “El Barbero de Sevilla” (ópera de Gioacchino Rossini, por si algún recién llegado a este planeta lo ignora), se hace una descripción minuciosa del proceso de la calumnia. En la célebre aria que lleva ese nombre (“La Calunnia”), el bajo bufo canta cómo “un vientecillo, una brisa muy gentil, imperceptible, sutil, levemente, dulcemente, comienza a susurrar”; cómo “toma fuerza poco a poco”; cómo “vuela de un sitio a otro”; cómo, en un santiamén, “parece una tormenta, un temporal”, hasta producir “una explosión como un cañonazo”... y cómo, al cabo, “el infeliz calumniado, envilecido, aplastado, podrá sentirse afortunado si revienta”.

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Enrique Alfaro Ramírez, presidente municipal de Tlajomulco y ex diputado local, externó hace tiempo —en todo su derecho, por lo demás— su intención de devenir candidato al Gobierno de Jalisco... aunque advirtió que, para lograrlo, no estaba dispuesto a pagar el precio de rendir pleitesía a quien identifica como factótum tanto de la Universidad de Guadalajara como del PRD (su partido de militancia): Raúl Padilla.
En la hipótesis de que los electores, desencantados de los gobernantes priistas de un pasado distante, y desilusionados de sus reemplazantes panistas, pudieran buscar en un candidato perredista una tercera opción, han sido los presuntos padillistas —“más padillistas que Raúl”, según todos los indicios— quienes se han valido de la ligereza (craso error político, por lo demás) en que incurrió Alfaro al viajar a Cuba acompañado de dos consejeros electorales que serán árbitros en los próximos comicios, para atar cabos y hacer públicas sus especulaciones: a partir del antecedente de que el piloto del avión en que se hizo el viaje (y posible prestanombres de la propietaria del mismo) fue procesado y estuvo encarcelado “por uso ilícito de instalaciones destinadas al tránsito aéreo y (delitos) contra la salud”, han aventurado la hipótesis de que grupos criminales que “obsequian viajes de placer a Alfaro Ramírez, estarían recibiendo a cambio protección para operar y cometer ilícitos en Tlajomulco de Zúñiga, uno de los municipios de Jalisco —acrecientan— en donde más se han incrementado asesinatos y crímenes relacionados con la delincuencia organizada”, etc.

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Conste: no se trata de una denuncia concreta, aunque sí de la “exigencia” de que las autoridades investiguen “los presuntos vínculos de Enrique Alfaro con la delincuencia organizada”.
El final de la película es previsible: aunque, en efecto, las autoridades investiguen y eventualmente exoneren a Alfaro de toda culpa y así lo notifiquen a los aldeanos, el daño —a partir del adagio de “Calumnia, que algo queda”— estará hecho...