Domingo, 24 de Noviembre 2024
Jalisco | Por: Isaac de Loza

Una venganza saldada con fuego

LA CRÓNICA NEGRA

Por: EL INFORMADOR

Una luz ofuscó su mirada; las llamas lo alcanzaron y una danza perversa comenzó. Como triste parodia de un títere controlado por un anciano con trabas en el sistema nervioso, su último baile terminó contra el asfalto, atacado “por su bien” para extinguir las llamas que lo agredían. Sus sentidos estaban poco más que muertos; no así el instinto innato de supervivencia. La agonía se postergó por 120 horas; no alcanzó la última cena navideña y su existencia se opacó 11 días antes que las campanadas del inicio de año redoblaran en la pequeña iglesia de Ameca.

Las calles en el Municipio sede de la Región Valles de Jalisco lucían tranquilas ese 15 de diciembre. La serenidad en unas vías agasajadas con el andar de una población ínfima a comparación de la urbe de hierro metropolitana, emanaban paz y quietud. No había sobresaltos; no había desacuerdos. La violencia era nula y un altercado distaba mucho de aparecer en el pintoresco paisaje acostumbrado por los lugareños… hasta que un insulto nubló su mente; hasta que la palabra sonó como un arma detonada a quemarropa y logró que la rabia acumulada en su interior emergiera al instante. El orgullo deshecho ante la humillación pública y las estruendosas risotadas de un grupo de personas, cuya única alegría era mofarse de la condición ajena, taladraron en su mente, apuñalaron la piedad y abrieron la senda a un plan para aminorar el resentimiento que tal deshonra dejó impregnada en su ser. Víctor Salvador Armenta Rivera obtuvo solución al instante: una cruel venganza.

Aunque la historia de “El Maromas”, como también era conocido, continúa dentro de un complejo carcelario, antepuso su discurso de orgullo y daño reparado a las autoridades investigadoras que lograron resolver el crimen que perpetró. Su víctima, un joven de 24 años llamado Martín Robles Guerrero, había atentado contra su vanidad y el castigo que le propinó fue, según confesó, lo suficientemente justo para soportar el tiempo bajo candado en un sitio carente de libertad.

Irrisoria como suena, la palabra “mariguano”, antes que una provocación simula un chiste de mal gusto; una creación que solamente podría emanar de una espontánea ocurrencia al calor de las copas, o de un malogrado manejo en el lenguaje.

“Mariguano”… hablar por hablar; así fue la forma en la que esa ofensa salió a relucir. Así fue como detonó su desgracia; así atrajo las llamas que lo abrazaron hasta que extinguieron su alma…

No fue tanto el mensaje de ofensa, sino la ovación secundada por varios miembros de la familia de Martín Robles, “El Kalusha”, lo que terminó por agotar su paciencia y dejar de lado el actuar racional. ¿Cuál había sido su falta? Él solo caminaba tranquilamente a las afueras de una vinatería, cuando la lluvia de ofensas y carcajadas desbocadas lo atacaron desde una garganta más llena de alcohol que de congruencia. No obstante, pretender cualquier atentado contra un pendenciero rodeado por familia significaría una larga estadía en el hospital. Por ello el plan requería cerebro; el 15 de diciembre fue la fecha elegida. “El Kalusha” había ido a beber a una cantina y el ofendido conocía a la perfección a cual. Sólo era esperar el momento en que los tragos surtieran el efecto natural y el autor de su humillación precisara ir al baño… ahí es cuando la vergüenza sufrida días antes sería saldada.

Un recipiente lleno con gasolina y un par de fósforos fueron sus “herramientas” suficientes para resarcir el daño.

Tan sólo requería llenarse de paciencia en el cruce de Juan Gil Preciado y Filemón Ávalos Osorio; eventualmente su contrincante saldría a un predio baldío que la concurrencia usaba como excusado… y tras varios minutos esperando afuera, el momento llegó.

“El Kalusha” abandonó la taberna con un semblante feliz. A pesar del color oscuro de su piel, en sus mejillas se apreciaba un tono rojizo, característico de una exposición prolongada al alcohol y sus efectos. Sus pasos titubeantes lo dirigieron al improvisado cuarto de aseo y ahí fue donde su rival lo alcanzó, al momento en que sus necesidades fisiológicas pretendían ser resueltas.

Un puñetazo en el rostro lo sacó al instante del estado en que se hallaba. Al tratar de responder a la agresión, un segundo golpe lo hizo caer al suelo y, acto seguido, “El Maromas” le arrojó todo el líquido que se hallaba en el recipiente que celosamente resguardaba. La adrenalina que se vivía en el momento le impidió distinguir un aroma en específico, pero cuando su atacante sacó del bolsillo una caja con cerillos, su rostro palideció y todo el remanente de alcohol que aún viajaba por sus venas se escapó a través del sudor frío que en ese momento lo arropó. La flama voló por los aires y tocó el suelo impregnado con combustible. Una llama comenzó a crecer y alcanzó los pies del infortunado joven. Después de ello, el fuego lo abrazó por completo. Una estruendosa carcajada como aquellas que lo vencieron días antes brotó desde el interior de Salvador Armenta mientras el hombre que antes lo llamó “mariguano” suplicaba por su vida.

El cúmulo de llamas atrajo a los clientes del bar aledaño, quienes presenciaron atónitos cómo el camarada que antes bebía felizmente con ellos ahora se retorcía en un rictus de dolor y pánico. Su entorpecido actuar los obligó a “apagar” la antorcha humana que imploraba por que el dolor cesara; finalmente lo lograron, pero el daño ya estaba hecho y, al igual que esa flama, la existencia de Martín Robles se extinguió cinco días después en las instalaciones del Antiguo Hospital Civil, tras un largo deambular por clínicas que pudieran regresarle los ánimos y su salud. Aunque su agresor fue capturado y hoy se encuentra tras las rejas, la única satisfacción del occiso fue que, antes de experimentar esa espantosa muerte, entabló un último diálogo con la autora de su existencia, pues cuando aún yacía en el suelo de aquel predio abandonado, su progenitora acudió tras recibir el informe del ataque hacia su hijo y las últimas palabras finamente articuladas por una garganta deshecha por el fuego salieron desde el corazón: “lo siento mamá”…

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones