Jueves, 17 de Octubre 2024
Jalisco | Por Vicente Bello

Tren parlamentario

Leyes antimonopolio

Por: EL INFORMADOR

Evidente era que provenían muchos de las goteras de la ciudad, por su vestimenta raída; por sus gastadísimos zapatos; por sus sudores; pero muchos otros traían en el andar la marca característica del obrero: juventud, mantas y el brío en la voz.

Y en el templete, instalado ante el frontis de la Cámara,  la visión rediviva, indemne, de Andrés Manuel López Obrador.

Era la movilización anunciada, que taponaron los granaderos de la ciudad.  Éstos, cientos; aquellos, miles.  Y la hora en que aquel líder de la izquierda mexicana  celebraba el “recule” del PAN y el PRI en la reforma laboral, que ya no será en abril durante la Semana Santa, sino, pretenderían, ahora en septiembre.  

Un López Obrador arropado por los diputados del PT, de Convergencia y la veintena perredista que le es afín a ultranza,  desafiaba así a la Cámara de Diputados: “Es una simple oficina de trámite”, le decía. Y también le apostillaba: “Es el símbolo de la indignidad y el sometimiento. Y sólo legisla en torno a una agenda impuesta por los ‘buitres”.

Desde el martes, en San Lázaro, el PRI había anunciado que detendría su reforma laboral. Detrás de su argumentación formal (seguir preguntando a los interesados, mediante un foro) estaba un razonamiento político-electoral: diputados del sector obrero, que también responden a distritos electorales en el Estado de México habían advertido con contundencia  a su dirigencia que perderían, sin más, el Gobierno mexiquense, en la elección del 3 de julio, si se aprobaba la reforma laboral.  

Y el PAN de Josefina Vázquez Mota, que ya sentía que tenía en la bolsa la reforma histórica, reparaba muy encabritado, como potro acicateado. Ayer, en la asamblea de los 500, el partido en el gobierno restregaba al PRI su “incumplimiento” y, de plano, ofrecía los votos de todos sus diputados para aprobar la reforma laboral del PRI.  

Doce de la mañana. Precisamente la hora en que, afuera, en la calle, López Obrador festejaba el amarre que hizo el PRI a su carro, con el freno de mano.  

En la vertiente de su función legislativa, la Cámara de Diputados jugó ayer, sin embargo, un papel raramente cercano a la gente de a pie, y a contrapelo de las acusaciones de que sólo simula ser la Cámara de la Representación Popular.

Aprobó, con el consentimiento de prácticamente todos los partidos políticos, reformas a la Ley Federal de Competencia Económica y al Código Penal Federal.

Y tales no son más que un danzón dedicado a las empresas –mexicanas y multinacionales– que han estado practicando el monopolio o el oligopolio.

Las reformas, consistirán en lo siguiente: el presidente de la Comisión Federal de Competencia Económica ya no será impuesto por el saliente, sino por el titular del Ejecutivo Federal, y la Comisión de marras podrá realizar visitar sorpresivas a las empresas bajo sospecha de monopolio, aun acompañadas por la fuerza pública, y sancionarlas hasta con 10% de sus ingresos totales nacionales, y ya no por salarios mínimos.

El diputado Ildefonso Guajardo Villarreal, del PRI: “Hoy en día en el sistema de múltiplos de salarios mínimos la máxima multa que puede imponer la Comisión es de 85 millones de pesos, que para muchos infractores es más barata pagarla que cumplir la ley”.

Tiene sus días, meses, años, esta reforma antimonopolio, en los territorios del Congreso de la Unión, que no ha podido cuajar.

En 1992, el Poder Legislativo miró por primera vez hacia los monopolios. Pero los miró con miedo. Entonces apenas si fabricó una ley para la creación de la Comisión federal de Competencia Económica, cuya entrada en funciones ocurrió a partir de 1993.  

En 2005, diputados y senadores reformaron la ley, pero quedó casi igual, para seguirse viendo la Comisión como un tigre desdentado y amansado a palos por las superpoderosas empresas de siempre, que preferían pecar sin pedir permiso; o sea, optaban, como hasta la fecha siguen optando, ser multadas que cumplir con la ley, como ayer decía aquel priista.

En 2010, allá por abril, la Cámara de Diputados aprobó reformas antimonopolio con la clara intención de parar en seco a las monopólicas, pero cuando las envió al Senado, para su refrendo, los senadores  echaron para atrás las reformas de marras, y regresaron con observaciones las leyes a San Lázaro.

Un año después, o sea ayer, los diputados aprobaron otra vez sus normas antimonopolio y las ha reenviado al Senado, para ver si les gustan.

Y, de ser así, entonces serían enviadas al Ejecutivo Federal para que las publique en el Diario Oficial de la Federación y sean vigentes.

Por supuesto, ayer fue un pequeño paso, y así lo consideraban diputados recalcitrantemente opositores, pero faltan muchos otros: que los senadores ya no se arruguen ante empresarios poderosísimos. Y que Felipe Calderón quiera publicar las reformas en el Diario Oficial de la Federación. Por vía de mientras, ayer que ha llegado López Obrador a San Lázaro, los diputados con su reforma antimonopolio lograron resbalar un poco las acusaciones de que han sido objeto por el tabasqueño, de que sólo simulan legislar para las mayorías en beneficio de los más poderosos del país.

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