Martes, 26 de Noviembre 2024
Jalisco | Por Paty Blue

Según yo

No es la primera y, por desgracia, tampoco la última chamaquilla que se ve en tan embarazoso predicamento. Se trata de una historia tan vieja que ya no sorprende

Por: EL INFORMADOR

Una vieja, vieja historia


Cual si hubiera sonado un silbato para reclamar la atención colectiva, la concurrencia enmudeció e intercambió miradas de estupefacción. Aunque todos en aquella reunión familiar parecían ocuparse de los más disímbolos asuntos como tema de conversación, seguramente prestaban una oreja al interlocutor personal y mantenían la otra pendiente del cotilleo ajeno que, como si le hubieran puesto freno de mano en plena carrera, se dio el amarrón con la revelación de que aquella mozuela, quien apenas un año atrás había congregado a la parentela para festejar su arribo a la edad de las ilusiones, recién había resuelto poner en juego su capacidad reproductora, en complicidad con un incauto imberbe de cuya existencia casi nadie tenía noción.

La tía más vieja del clan, al alimón con el futuro y forzado abuelo, resolvieron hacer mutis, antes que el grueso de la asamblea retomara el habla para hacer comentario alguno. Hasta los más tolerantes y liberados no consiguieron abstenerse de la tentación de escurrir mociones disfrazadas de preocupación, y por la cara que puso la abuela en ciernes, parientes, amigos y eventuales invitados (cual fue mi malhadado caso) asumimos que estaba por deglutir el trago más amargo de su existencia y necesitaba público que le sirviera de digestivo. De modo que en todos los tonos suplicó la consideración de los presentes hacia su confianza traicionada, su dolor de madre y los cargados nubarrones que pronto se le convertirían en inclementes y sucesivos chubascos.  

A partir de la confesión a la que la propia madre instó a la chiquilla por la vía del empellón verbal, exigiéndole de agrio modo que expusiera su comprometedora circunstancia ante el pleno familiar y amigos que les acompañaban, ésta se convirtió en el blanco de los escozores y reproches mal disfrazados de cuantos tuvieron la desvergüenza de tomar la palabra para externar su jabonosa apreciación sobre el destino ajeno. Huelga decir que si la pobre se hubiera visto entre las patas de los cuatro jinetes del Apocalipsis habría salido mejor librada.

No es la primera y, por desgracia, tampoco la última chamaquilla que se ve en tan embarazoso predicamento. Se trata de una historia tan vieja que ya no sorprende, pero que, cuando toca de cerca, pone a más de tres a patinar y, lo que es peor, a soltar sus derrapadas mentales para hacer descabelladas conjeturas y localizar a los responsables de lo que consideran inadmisible, sin darse cuenta de que lo único que no deben permitirse es soltar sus percepciones, augurios, juicios, sugerencias y medidas a tomar sobre lo que no es de su incumbencia.

Aquello terminó peor que juicio sumario en el que parientes directos y lejanos, amén te tirios y troyanos se adjudicaron el papel de fiscal para verter sus pareceres. Sólo una prima adolescente pareció apiadarse de la llorosa señalada. Fue la única que se atrevió a romper aquel denso impasse, para expresar sus campanudos parabienes a la gestante, como si ésta se hubiera ganado un boleto gratuito y en primera fila para el concierto de Ricky Martin. Sólo deseo que quien se ha empeñado en ejercerla de manera tan temprana, comprenda que la maternidad implica mucho más que, según sus propias palabras, empujar una sofisticada carreola importada por los callejones de Andares.

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