Reloj de asfalto

Violencia

Bienvenidos compañeros tapatíos a la violencia que ha ocupado los distintos territorios del desastre nacional y de la que hasta hace poco nos habíamos mantenido al margen. Guadalajara llega tarde a la moda, pero llega con todo. Bonitos narcobloqueos por Chapala, balazos y granadas a unos músicos por negarse a seguir tocando en Galería Exhimoda, entre otras múltiples monerías de inicio de año.

Ya veo al “gobebriador” declarando que no seamos tontos, que todo es el resultado de un monumental malentendido, ya que la granada se les cayó, los tiros se les dispararon porque eran de dedo nervioso y andaban ebrios y lo del bloqueo fue en realidad un gran accidente automovilístico provocado sin querer queriendo por francachelistas de Ocotlán, o un grupo de enemigos políticos tratando de anular sus nulas posibilidades de alcanzar la presidencia en 2012. Así que tranquilos y repitan: aquí no pasa nada.

En cuanto al cardenal, después de insultar a la izquierda capitalina con algún interesante neologismo de oculto significado dirá que no nos preocupemos, que a los que obran mal se les seca la mano y se salan solos en la misericordia de Dios.

En la escala federal, Felipe el breve asegura que este mar de decapitados, de secuestrados, de violencia sin límite, de sangre sin sentido, no es una guerra, sino una estrategia, y que nunca dijo ni usó el término guerra (y sin embargo se mueve).

Mientras tanto, en el salón de la justicia, el secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora, afirma que es un deber garantizar seguridad y Estado de Derecho en México, por lo que no es una determinación optativa del Gobierno combatir al narco.

Esto es un silogismo podrido de raíz, porque garantizar seguridad y Estado de Derecho quiere decir llevar a la justicia también a los corruptos dentro del gabinete y no hacerse de la vista gorda con las gordas acciones del panal en Baja California (donde la maestra hace de las suyas aventando pasquines proselitistas a los alumnos), ni permitir a Molinar Horcasitas… (agregue aquí el infinito etcétera que incluye la rendición de cuentas de las marranadas de la LVIII Legislatura en Jalisco), y quiere decir también trabajar en pro de una educación digna, con proyectos a futuro y de una democracia participativa y ciudadana que no esté secuestrada por el régimen de partidos. Sus balaceras no son parte de la democracia, no son una estrategia que nos lleve a ningún lado, salvo a una cada vez más profunda espiral de violencia y deben detenerse ahora.

También quiere decir ahorcar los instrumentos económicos del crimen organizado, cosa que no se está haciendo ni se hará, porque nuestra clase política tiene que cacaraquear empleos, aunque estos sean el resultado de inmensos lavaderos de dólares.

Supongo que lo que quiero decir es que estamos obligados, como sociedad, hoy más que nunca a resolver nuestros propios problemas, organizarnos, tomar medidas puntuales para detener esta violencia de guerra y pesadilla que se nos vino encima, o verla crecer hasta que alguien nos secuestre por 20 pesos o nos mate por usar el claxon mientras las autoridades declaran que todo esto es por nuestro propio bien.