Jalisco | Palestra 20 por Jorge O. Navarro ¿Qué hacemos con los diputados? Una vez pasado este escándalo, sólo queda esperar a que surja otro Por: EL INFORMADOR 29 de julio de 2010 - 05:50 hs En el Congreso, el secretario Carlos Corona Martín del Campo se va en unos cuantos días. Ya está acordardo y es cuestión de buscarle sustituto. Una vez pasado este escándalo, sólo queda esperar a que surja otro. Lo digo desapasionadamente y en sentido real, no metafórico: actualmente los diputados no tienen remedio. Y no es porque cada uno de ellos sea “malo” moralmente hablando, sino porque la dinámica del Poder Legislativo se los traga a todos, a los bien intencionados, a los que tienen un sentido político desarrollado y a los que francamente nada más calientan el asiento, sin otro afán que cobrar cada quincena el “premio gordo” que tienen hasta que acaben los tres años de la Legislatura. ¿Qué hacemos con los diputados? Esa es la pregunta. Mucha, mucha gente, exige que desaparezcan. Los consideran inútiles y oprobiosamente costosos a cambio de nada. Pero es necesario recordar para qué sirven los diputados. Son los integrantes del Legislativo, uno de los tres poderes. Ahora sí en lenguaje metafórico, son el “cerebro” de nuestra forma democrática de gobierno. Ellos no sólo representan el equilibrio en el ejercicio del poder, porque evitan que el gobernador (Poder Ejecutivo) se exceda y se convierta en un dictador, sino que también nutren al tercer poder, al Judicial, de la materia prima para cumplir con la impartición de la justicia: las leyes. Éstas deben estar actualizadas a la realidad que vive la comunidad, a sus necesidades más urgentes, así sean tecnológicas, de seguridad, económicas o simplemente, porque las costumbres cambiaron. Es trabajo de los diputados, nada menos. Recordemos la figura clásica del diputado que todos aprendimos en la escuela primaria: un hombre sabio, serio, más bien feo, ajeno a todo lo superficial de la vida, casi heroico. En resumen: quien carga con la responsabilidad de velar por la comunidad sin esperar otra cosa que reconocimiento y respeto. Así deberían ser los diputados. Pero la realidad es otra. Sin embargo, si son seres humanos con todos los matices propios de esta condición, ¿qué les impide ser más útiles a la sociedad, conocedores de la ley, valuartes del equilibrio de poderes y ya pidiendo mucho, éticos? Pues además del desinterés personal, el sistema político actual. Porque el “ser diputado” hoy, resulta de una fuerza partidista que elimina a la ciudadanía, de una cultura política de corrupción o cuando menos, de negociación, en la que ser honesto es ser estúpido, y de un esquema de “carrera política” que borró el concepto de “carrera legislativa”. Hoy todo diputado quiere ser alcalde, gobernador y presidente; no tiene incentivo para ser sólo diputado, pero al estilo de lo que nos enseñaron en la primaria. Para terminar con esta dinámica, hacen falta reformas. La cuestión es que ellos deben hacerlas. Temas Congreso local Palestra 20 Lee También Viaje redondo Los tormentos de la Presidenta ¿Sembrando vidas o sembrando dudas? A Claudita le fue de rechupete Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones