Martes, 26 de Noviembre 2024
Jalisco | Al revés volteado por Norberto Álvarez Romo

Políticamente incorrecto

Desde hace 50 años, los medios masivos de comunicación electrónica se han vuelto la compartida conciencia telepática de la modernidad

Por: EL INFORMADOR

Desde hace 50 años, los medios masivos de comunicación electrónica se han vuelto la compartida conciencia telepática de la modernidad. El planeta así desarrolla su sistema nervioso, puntualizan algunos analistas del tema. Por dos generaciones ya, la información noticiosa se ha puesto al alcance inmediato de casi toda la Humanidad y se he advertido que toda persona tendría, por lo menos, sus correspondientes “15 minutos de fama mundial”. Esta semana le ha tocado al pueblo norteño de Ascensión, en el Estado de Chihuahua, hacia cuyos habitantes se han dirigido los llamantes reflectores.

El caso es que la población vivió un conato del “síndrome de fuente-ovejuna”. La historia de un pueblo cuya fe en sus autoridades se ha agotado a fuerza de negligencia, omisión, incompetencia y despotismo. Entre ardores desbocados, toma en sus propias manos una muchedumbre, animosa y anónima, el ejercicio de la justicia por la que busca saciar la sed de sus pasiones frustradas. Harta de tantos robos, secuestros y agresiones (cometidos por impunes personajes ampliamente conocidos), la sociedad decidió organizarse para vigilar mancomunadamente su propia seguridad, con el resultante linchamiento de dos perpetradores finados.

En muchos sentidos, Ascensión es un pueblo mexicano más o menos como todos. Una muestra de nuestro potencial social. Nos ha expuesto al espejo algo que quizás todos llevamos adentro: ese límite de lo que aguantamos bien antes de reaccionar salvajemente en bola bajo el escudo de la indignidad compartida. Con ese “aguante” en cierta forma nos hacemos cómplices en lo personal de aquello que luego reprobamos en grupo. Nos negamos a responder en lo individual en espera de que alguien más lo haga primero, o hasta que el mal común alcance sus dimensiones “inaguantables”. Mientras tanto, los perpetradores se confían cada vez más en su proceder “tolerado”, impune. Un sentido del “que calla otorga”. Hasta que ya no se calla y el vaso se derrama todo por una gota.

Hoy día ya no resulta suficiente culpar a las autoridades del Gobierno en turno, como se ha venido acostumbrando desde hace mucho tiempo atrás. Se supone que en una democracia todos somos soberanos y, por tanto, responsables del quehacer público. Se reconocía en la primera democracia americana que “el precio de la libertad es la eterna vigilancia”. Sin embargo, de este lado de la Frontera Norte, ese beneficio no se aprecia igual. Una sociedad que abdica su soberanía individual por no cumplir la responsabilidad, pierde el derecho de reclamarla después a los costos de oferta.

Por esto, quizás podríamos reconocernos equivocados en lo que consideramos como “la política”. Por ejemplo, seguido se nos implora “que las cosas no se politicen”. Temas como el Macrobús, las banquetas destrozadas, los endeudamientos para obras hidráulicas, la pavimentación de avenidas, la privatizada inversión pública en los Juegos Panamericanos, la probidad de la universidad estatal y muchos otros temas más que son emplazados a mantenerse fuera de la discusión y debate públicos. Si no deberían ser éstos los temas (sobre nuestros bienes y males comunes) ¿entonces cuáles? Los asuntos de la ciudad son por definición asuntos políticos. Ésa es la “polis” desde tiempos griegos. Ése es el sentido de “muchos viviendo juntos”. Sin embargo, proponer aquí política pública desde la deliberación de las decisiones comunes, se ha vuelto de lo más políticamente incorrecto.

Política es convivencia y su reverso es la guerra. Por lo general, entendemos erróneamente que politizar equivale a partidizar. No puede haber mayor peligro para una democracia que la resignación de sus individuos entregando a los partidos políticos la tutela de los asuntos públicos.

Todavía peor es dejar en manos de los partidos la preparación y formación de los líderes futuros. Nuestra llamada “clase política” es muestra de la poca capacidad que tiene nuestra sociedad para producir individuos con el verdadero oficio de servidores públicos.

Ni modo; los que están son lo que son. La generación de la transición no fue preparada para serlo. Mientras estamos distraídos en el fortalecimiento de bandos partidistas, perdemos las oportunidades de hacer política de verdad. Aunque suene a contradicción, no lo es exactamente.

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones