Movilidad revisitada

No hace más de cinco años que hablar de “movilidad” provocaba en las caras de muchos interlocutores gestos de confusión y extrañamiento, que terminaban volteando hacia arriba las miradas en acusación de que pronunciábamos disparates o discurríamos cosas raras con esa palabra.

Eran los tiempos en que se empezaban a sufrir los embotellamientos de tráfico que surgieron a raíz del aumento desmesurado de los llamados coches “chocolates”, importados como el desecho del parque vehicular del país norteño. “Chatarra” todavía rodante auspiciada por el Gobierno federal con motivos electoreros. Un buen ejemplo de cómo lo barato termina por salir caro para todos, lo vemos además en la contaminación atmosférica, la saturación de las calles con autos abandonados y los altos costos a las economías familiares debido al mantenimiento que han requerido para seguir jalando, a duras penas. La idea principal difundida se enfocaba al tráfico de transportes; de ruedas, motores y pavimentos.

Respondiendo a una inquietud generalizada de que la calidad de vida en nuestra ciudad se estaba degradando rápidamente, en aquel tiempo, un pequeño grupo multidisciplinario de profesionistas con experiencias muy diversas emprendimos la tarea de estudiar, evaluar, sistematizar y proponer bases y acciones que pudieran servir para ayudar a orientar el ordenamiento del territorio, que se llegó a reconocer entonces como una Región Metropolitana Emergente de Guadalajara (Remeg por sus siglas). Esta área consiste en toda la región alrededor de la Zona Metropolitana de Guadalajara directamente influenciada por el cúmulo de actividades diarias de sus cerca de cinco millones de habitantes. Encontramos que el alcance territorial de esta influencia se marcaba, más o menos, por lo que una persona tardaba hasta dos horas y media para ir y volver a la ciudad en el transcurso de un día normal. Así, por ejemplo, se encontró que ir y volver a Tepatitlán, Ameca, Ciudad Guzmán u Ocotlán podría entrar en el ámbito normal de las actividades del día. Ya sean éstas para estudios, negocios, visitas familiares, mero turismo o hasta simplemente vivir allí.

Se encontró que, además de las personas, en este ámbito también hay mucho movimiento de mercancías, residuos, maquinaria y materiales propios de la dinámica de la ciudad, incluyendo las fuentes y los sistemas de distribución del agua para gran parte de la urbe.

Así fue que la Región Metropolitana Emergente de Guadalajara se reconoció por el alcance de esa red de espacios por donde se mueve diariamente su gente y sus cosas, sus aguas y el suministro de su fuerza eléctrica. La calidad de nuestra vida urbana, resultó entonces, estaba siendo afectada por las múltiples demandas sobrelapadas en los mismos espacios públicos al mismo tiempo; estorbos, inundaciones y embotellamientos.

También resultó significativo reconocer la importancia de que el aire también se mueva. Los problemas de contaminación atmosférica en nuestra ciudad no suelen ser tan graves como podrían serlo considerando la cantidad de contaminantes que aquí se generan, pues tenemos la suerte de contar con un fenómeno natural que provoca diariamente un chiflón por la tarde que sopla sobre todo el Valle de Atemajac, llevándose el aire sucio por la Barranca de Huentitán y más allá. Esto normalmente ocurre al cambiarse la inclinación del Sol y por los diferenciales de temperatura que se dan entre la Región de Los Altos hacia el Oriente y la Región Valles hacia el
Poniente, provocando vientos en un corredor atmosférico casi recto entre los cerros de Tequila y de Ameca y por la gran barranca del Río Verde-Santiago; región en cuyo centro toral se sitúa el Bosque La Primavera.

Ahora que ya está de moda hablar de movilidad, ojalá y no se use tan sueltamente la palabra, que su potencia conceptual empieza por flaquearse a fuerza de ser tan ambiguamente trillada. La movilidad no es un asunto sólo de ruedas ni suelas de zapato. Es más que camiones, bicis, coches, calles y banquetas. Es la ciudad misma en toda su acción.

(nar@megared.net.mx)