Martes, 26 de Noviembre 2024
Jalisco | Al revés volteado por Norberto Álvarez Romo

Mentirijillas del Bicentenario

El verdadero Bicentenario todavía nos da para seguir celebrando 11 años...

Por: EL INFORMADOR

Los estadounidenses toman muy en serio su principio y origen. Y tienen muy claro el momento preciso en que se fundan como una nación propia: el 4 de julio de 1776. Ante esto, llama la atención la sutileza del comentario del presidente Obama en la reciente visita de Estado que le hizo nuestro Primer Mandatario, Felipe Calderón. Reconoció, de manera grácil, que México está celebrando este año el Bicentenario de los inicios de su búsqueda de su independencia. Claramente, no nombró el año de nuestra independencia, cuya fecha oficial se reconoció en el Tratado de la Mesilla, firmado en 1853 cuando el Gobierno de los Estados Unidos convino en pagar al Gobierno de México la suma de 10 millones de pesos por la anexión de los terrenos mexicanos conocidos como La Mesilla (que, curiosamente, en cuyo Artículo VIII. “... se estipula que ninguno de los dos gobiernos pondrá obstáculo alguno al tránsito de personas y mercancías de ambas naciones”) y termina: “...las partes contratantes lo hemos firmado y sellado en México, el día treinta de diciembre del año de Nuestro Señor, mil ochocientos cincuenta y tres, trigésimo tercero de la Independencia de la República mexicana, y septuagésimo octavo de la de los Estados Unidos”. Aunque República todavía no éramos, sacando cuentas, el verdadero Bicentenario todavía nos da para seguir celebrando 11 años.

Antes aún, la ocupación francesa de España en 1808 desencadenó una crisis política que desembocó en el primer movimiento armado por nuestra independencia. Ese año, los reyes Carlos IV y Fernando VII abdicaron sucesivamente en favor de Napoleón Bonaparte, que dejó la corona de España a su hermano José Bonaparte.

Como respuesta, el Ayuntamiento de México instaló una (la primera) junta soberana ante la ausencia del rey legítimo, lo cual condujo a un contragolpe de Estado que llevó a la cárcel a los cabecillas criollos del movimiento. Así se puso en marcha la inercia del alzamiento para toda Latinoamérica.

La independencia de México fue resultado del turbulento proceso político, social y bélico que se siguió para alcanzar la soberanía de la nación mexicana, emancipándose del virreinato de la España napolitana. El proceso se detonó nuevamente con el Grito de Dolores el 16 de septiembre de 1810 y, con altibajos, concluyó el 27 de septiembre de 1821; declarándose, al fin, con el Acta de Independencia del Imperio Mexicano. El proceso total duró unos 13 años.

Hubo un intento anterior a 1821 para cantar victoria: el 6 de noviembre de 1813 el Congreso de Anáhuac promulgó el ACTA SOLEMNE DE LA DECLARACIÓN DE LA INDEPENDENCIA DE AMÉRICA SEPTENTRIONAL, “inspirada en las presentes circunstancias de la Europa”. Pero no. Todavía tampoco había llegado la hora de la verdadera independencia.

El significado de nuestra independencia ha cambiado a través de nuestros distintos periodos históricos; ha sido un conveniente mito flexible cuyo valor consiste en adecuarse a las pretensiones de cada ocasión que se le da por parte de los celebrantes en turno.

Ciertamente, celebrar es propiamente humano; nuestra manera de mantener viva la llama de aquello que no queremos perder al transcurrir el tiempo. Celebramos para no olvidar; para recordar lo que valoramos y conservar la memoria de lo que nos sigue significando. Lo celebrado, se supone, nunca muere. Pero sí puede ser reinventado por las ambiciones de nuevas generaciones que buscan justificar su presente rescribiendo el pasado.

De las dos celebraciones más importantes de la gente mexicana, una, el Grito, celebra el nacimiento de una nación; y otra, el día de la Virgen de Guadalupe, la que fue su madre. El día 15 de septiembre realmente festejamos el cumpleaños del General Porfirio Díaz, que así lo quiso, así lo instituyó y así lo seguimos (sin reconocerlo). El 12 de diciembre festejamos el mito de la aparición al indio Juan Diego de la María guadalupana, la patrona nacional; aunque también haya sido vestida de Ángel inspirándonos, puesta allí volando, sobre “La Columna” de nuestras veneradas independencias. Sean cuales sean.

(nar@megared.net.mx)

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