Martes, 26 de Noviembre 2024
Jalisco | El parque González Gallo reúne personajes de excentricidad diversa

Le hace falta vida

Es poca la gente que aún se da cita en el abandonado parque, su cuidador lo mantiene verde, y algunos afirman, no es tan inseguro

Por: EL INFORMADOR

un grupo de personas ejercitándose en el Parque González Gallo, que se mantiene verde. ESPECIAL  /

un grupo de personas ejercitándose en el Parque González Gallo, que se mantiene verde. ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (13/Agosto/2012).- Es tal la soledad que abraza al parque González Gallo que desde que ingresas a él luego de dejar atrás paredes grafiteadas puede verse a una persona preparándose para una carrera y se alcanza a escuchar el crepitar de la tierra roja bajo el peso de los tenis blancos. Al internarse aún más en el espacio cuajado de inmensos árboles de musculosos troncos y pájaros caminantes y serenos, puede observarse a pequeñas jaurías de jóvenes de ropas largas y rostros duros que miden desde lejos a los paseantes y se hablan en silencio.

Cuando alguno de estos tres jóvenes no está mirando a la exigua concurrencia de una mañana lluviosa, vuelven el rostro a los árboles cercanos y con la punta de una navaja afilada marcan en el tronco el nombre de pila del que los ha dotado el barrio mientras chupan con sed un cigarro que sacan del bolsillo y que luego comparten en círculo con sus contertulios. Parece que realizan un trabajo como si de pegar anuncios en los postes se tratara, pero apenas ven pasar a alguien, se dan la vuelta, meten las manos a los bolsillos y simulan tejer una charla insulsa: la escuela, la novia, la chamba.

La corredora de rollizas pantorrillas aumenta el paso y deja atrás a Juana y Guadalupe, quienes platican del destino fatídico de sus quincenas, y a un joven que, acompañado de una perra flaca e indómita, intenta alcanzarla con un accidentado sprint. En el acelerón el joven queda reducido a jadeos. No le queda de otra: hace 10 débiles lagartijas y se va.

En los alrededores casi no hay basura y la que hay termina confundida en el desierto verde que alcanza las 17 hectáreas. Bolsas de plástico, envases de yogur y de agua purificada son los desechos habituales. La persona que busque una banca o un bote de basura tendrá que caminar porque son pocos los que saltan a la vista durante el recorrido.

Vestido con ropa deportiva, pateando junto con su hijo un balón enlodado mientras recorre con suspicacia y a paso lento la húmeda pista, Francisco Rodríguez dice que al parque le hace falta cuidado en los árboles, en la jardinería, atención del gobierno. "Le hace falta vida". Considera que si el parque tuviera el cuidado que hay en "Los Colomos", otra cosa sería.

Luego de completar una vuelta, jadeante, recuerda con voz firme: "También hace falta mucha seguridad".

A Aracely Reyes, una señora que camina indiferente a la lluvia le parece que el problema está en el mantenimiento del parque. Por el flanco derecho de la pista, con el chorro de cabello castaño sobre la espalda, Aracely reduce el paso cuando observa que cuatro jóvenes se le acercan y le clavan la mirada con algo que no es deseo. Saca el celular para ver la hora y evadirlos, la pantalla se perla de gotas de lluvia, lo guarda y continúa con el discurrir de su jornada de ejercicio.

Y es que es tal la quietud, que cualquier movimiento dentro de las áreas verdes se percibe a distancia como un luminoso faro en medio del océano.

Sin embargo, para Ernesto Davar, encargado del parque, lo importante es que el lugar se mantenga "verde y bonito". "Me lo atacan mucho, a veces vienen y tiran perros vivos y muertos". De cabello cano y rostro moreno, debajo de la copa de un árbol por donde se cuela la llovizna, Ernesto busca un lugar en el cual guarecerse. Pisa un colchón de hojas, de esas que plagan buena parte del parque, de color ocre, el color de la naturaleza cuando muere.

Ernesto sostiene que pueden estarse cayendo las estructuras del parque, pero si el parque está verde está bonito a la gente le gustará; sin embargo, si no está verde y se agolpa de estructuras a las personas dejará de gustarles. Con dos años al frente del parque, recuerda con una sonrisa cuando un funcionario municipal le pidió que no hubiera ni una hoja tirada en el suelo. Ernesto le contestó que para que eso sucediera tendrían que tumbar todos los árboles.

Mientras le pone canela a un chocomilk a las afueras del parque, una vendedora dice que el parque es inseguro pero no tanto, a veces hacen acto de presencia los guardabosques: llegan al parque, lo observan desde fuera pero no entran.

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