La muerte y su tercia de alarifes

GUADALAJARA, JALISCO.- Nadie pensaría que el ser constructor de algún recinto, donde principalmente habitarían familias, tendría fatales y coincidentes consecuencias.

El actuar de la combinación entre la pala, cajón, y cuchara, llegaría a su fin, por lo menos para tres trabajadores de la construcción, quienes en circunstancias muy extrañas fueron asesinados de manera violenta.

Tan sólo con unas horas de diferencia la tercia de alarifes se convirtió en la nueva adquisición de la mujer de velo negro. La muerte.

Minutos después de haber iniciado el pasado lunes, un hombre se convertiría en la primera víctima de los
desencadenados hechos de “la huesuda”, como muchos llaman a la muerte.

La frialdad del viento que aquella noche arropaba el cruce de las calles de Amapola y Azucena, de la colonia Tulipanes, en el Municipio de Tlajomulco, daría pie a iniciar lo que en las próximas horas sucedería. Un asesinato.

Un hombre de aproximadamente 35 años de edad, fue hallado boca arriba y aparentemente presentaba un impacto de bala en la sien derecha.

Su vestimenta era de aspecto obrero, ya que tenía puesto un pantalón de mezclilla en color azul, una  gorra del mismo color y una camisa blanca, además de botas tipo industrial, ideales para trabajar en lugares tan rústicos como los son los escenarios de las grandes construcciones.

Al día siguiente la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) daría a conocer que el alarife no fue baleado, sino que murió de varias puñaladas en distintas partes del cuerpo, incluyendo la cabeza. Ese mismo día fue identificado oficialmente en el descanso de la morgue por sus familiares.

Solamente habían pasado algunas horas de aquel lunes cuando la dama de negro recogía su segunda “carta”, con la cual empezaría a formar un par.

Apenas relucían los primeros rayos del sol, cuando habitantes de la colonia Álvarez del Castillo, en específico de las calles Valle de Atemajac y Juan Escutia, en un baldío encontraron tirado a un individuo, el cual presentaba una herida a la altura del oído izquierdo.

Rato después, la esposa del hombre fue al lugar, lo encontró y de inmediato supo que se trataba de su marido.

Ángel Andrés Talavera Pérez, de oficio albañil y con domicilio en la colonia El Palomar, también en El Salto, murió a consecuencia de un balazo en la cabeza.

Según su compañera de vida dijo que él recibió una llamada telefónica por la madrugada, instantes después salió de su vivienda y ya no volvió.

Solamente tenía un par de alarifes, no estaba satisfecha. La muerte decidió formar una tercia, por eso fue que el miércoles completó su jugada final de la semana.

Cerca de las dos de la tarde, al interior de un pozo ubicado a un costado de la calle Rio Bravo, en las proximidades del fraccionamiento Los Guayabos, en el Municipio Zapopan, fue encontrado el tercer trabajador de la construcción.

A un camionero le hacía falta agua para el radiador su vehículo, por lo que optó por ir a sacar el vital líquido de aquel estanque, sin embargo, cuál sería la sorpresa que encontró cuando vio flotando en el agua los restos humanos de un hombre, el cual tenía los ojos vendados con cinta canela, las muñecas amarradas con un mecate y las piernas de igual forma con el adhesivo, además de una herida profunda en la garganta como si hubiese sido degollado.

Para poder sacarlo del lugar se necesitó la ayuda de personal de Protección Civil y Bomberos de Zapopan, ya que por la misma estructura del pozo era difícil maniobrar. Días después el hombre fue identificado por su esposa en el Servicio Médico Forense, pues el hombre contaba con varios días desaparecido. Nuevamente se trataba de otro alarife.

Por fin, la “huesuda” logró su cometido y tal vez su mejor jugada. Durante una semana jugó con sus mejores cartas y después de varias manos se hizo de una tercia de alarifes, esperando que así hubiera logrado la mayor puntuación y ganarle la jugada… ¿a quién? Probablemente al destino.