Lunes, 25 de Noviembre 2024
Jalisco | Un instante que se midió en decenas de huesos rotos, contusiones y hemorragias internas

La muerte a 80 kilómetros por hora…

La revisión a una placa de circulación, culminó en una persecución en la que ni la experiencia en el escuadrón acrobático sirvió para eludir el fatal impacto

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO.- La distancia entre la motocicleta Kawasaki M-600 de 250 kilogramos de peso y el árbol  erguido a un costado de la vía rápida no fue suficiente para que con sus miles de horas recorridas de experiencia en el vehículo, ni aún con su participación en el escuadrón acrobático de la corporación,   Édgar Alejandro Olvera Aguilera maniobrara para librarse de un impacto que al instante – un instante que se midió en decenas de huesos rotos,  contusiones y hemorragias  internas - lo despojó de 36 años de vida.  Sus hijos no creyeron aún al verlo en el televisor que el cuerpo inerte de su padre yacía tirado sobre la avenida Lázaro Cárdenas tras estrellarse contra el inmutable obstáculo a más de 80 kilómetros por hora.


Horas antes, como todos los días, Édgar, de 16 años, y “otros dos menores de 14 y nueve”, habían tenido la oportunidad para departir en la mesa de su casa, ubicada en Tlaquepaque, Jalisco, no tan modesta como la de un agente vial ordinario. Nueve mil 500 pesos retiraba del cajero al mes. “Estudió el bachillerato tecnológico y durante su juventud se especializó como paramédico en el Cuerpo de Bomberos de Guadalajara, que dejó tras reclutarse como médico vial para la Cruz Verde del municipio; luego fue escolta del gobernador Emilio González Márquez”, durante su gestión como primer edil.


Horas antes, desde la Ciudad de México, Héctor Huerta Carrasco, de 60 años de edad, a bordo de un Mercedes Benz C-280, y sus hijos Elías, de 18 años, y David, de 32, “acompañándole el paso en una camioneta”, cruzaban Tonalá sobre la autopista que desemboca en Lázaro Cárdenas, momento en que otro ciudadano sin relación con los anteriores, sólo por la banal casualidad que obliga en una metrópoli a poner en situaciones específicas a sujetos específicos en lugares comunes, Mauricio Navarro de 42 años, propietario de una camioneta Dodge Caravan, salió de compras.


Domingo 16 de agosto, 13:30 horas

Un kilómetro antes del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF), frente al cual por paradójica coincidencia, Édgar Alejandro Olvera Aguilera dejara impregnadas gotas de sangre en el tallo de ese árbol, observó que la placa delantera del Mercedes –marcada con los caracteres 852-VYG–, estaba oculta, por lo que “saliendo de la lateral” lo siguió y encendió el claxon de la motocicleta, adelantando su marcha, “solicitó que se detuviera”, y lo primero que se introdujo en la mente de Elías Huerta Beltrán fue que serían víctimas de una común extorsión vial. Reprochó el acto con que “los oficiales de tránsito ya nos tienen discriminados porque somos capitalinos”.

Los propietarios del Mercedes Benz no se detuvieron. Mantuvieron el paso a 80 kilómetros por hora, una velocidad significativa pero suficiente para intercambiar gestos, quizás palabras desde la ventanilla del conductor con el motociclista. “Mi papá bajó el vidrio y le preguntó al ‘tránsito’ qué era lo que quería. La placa, dijo. La traigo enfrente, y no se paró mi papá. Lo venían siguiendo y no se quiso parar, porque pues no estaba haciendo nada malo, pero en ningún momento le pegamos”, aseguró Elías, incrédulo.

Intencional o no –como declaran Huerta Carrasco y sus hijos–, cuando la motocicleta aceleró para detener el vehículo, fue golpeada en la parte trasera por el costado izquierdo del Mercedes. El vehículo del oficial de tránsito dejó tras el impacto sus huellas marcadas sobre la calzada, después de un hálito de humo acompañado de un chillido por la fricción del neumático contra el pavimento. Probablemente fue lo último que escuchó Olvera Aguilera, mientras se esforzaba con pies y manos para hacer una maniobra que inútilmente pudiera salvarle la vida, pero que lo abandonó a esa altura de Lázaro Cárdenas, a las afueras del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses.


La detención

A las 13:35 horas, a través del sistema de radio de la Secretaría de Vialidad, el compañero de turno del oficial Olvera Aguilera solicitó refuerzos antes de detenerse para auxiliarlo, y enfrentarse a la cruda idea de que no podría hacer nada por él. “Estaba muerto”. A Mauricio Navarro, de 42 años, quien salió de compras y observó el evento, le intoxicó la mirada la convicción de que “había sido testigo de una injusticia”, por lo que aceleró su camioneta y alcanzó al vehículo, cruzándose bruscamente en su paso.

A Navarro, ser ante la gente que recibió la noticia durante la tarde del domingo y el lunes por la mañana un “héroe anónimo”, le costó que los tripulantes de los dos vehículos provenientes de la Ciudad de México, al ser obstaculizados de su paso, se bajaran para propinarle una golpiza, hasta que los refuerzos que había solicitado el compañero de turno del agente vial muerto llegaron para someterlos y consignarlos a la Procuraduría General de Justicia del Estado de Jalisco.

Al ser detenidos por los oficiales, aseguraban ser influyentes “y exigían que se les trasladara con determinado licenciado del Ministerio Público, para ellos ya retirarse”, aseguró el oficial de la Secretaría de Vialidad, Prado Trejo.

En su declaración a la prensa, el detenido negó por completo que hubiera golpeado al policía vial. Su accidente –aseguró mientras era sometido– se debió a una falta de precaución, puesto que se cayó solo de la motocicleta al rozar seguramente sin querer la parte delantera del vehículo.


Días después

Los restos mortales de Olvera Aguilera, oficial motociclista de la Secretaría de Vialidad y Tránsito, y paramédico de la Cruz Verde de Guadalajara, fueron despedidos con honores en la explanada de la dependencia por autoridades del Gobierno del Estado, personal administrativo y compañeros, en una ceremonia que provocó el llanto de varios agentes y les redituó ante la población en un poco de prestigió ante lo mal vista que es en general una de las corporaciones más cuestionadas del aparato estatal. Minutos más tarde, también se le rindió un merecido homenaje en la Cruz Verde Delgadillo Araujo, lugar donde también será recordado.
Mientras tanto, tras las rejas, Héctor Huerta Carrasco enfrenta, junto a sus hijos, un procedimiento penal. El hombre proveniente de la capital del país, fue enviado al Centro Penitenciario de Puente Grande, donde deberá de responder por los delitos de homicidio intencional, daño a las cosas y delitos cometidos contra representantes de la autoridad, ante el Juzgado Sexto en Materia Penal.

FRASES:

“Mi papá bajó el vidrio y le preguntó al tránsito qué era lo que quería. La placa, dijo el tránsito. La traigo enfrente, y no se paró mi papá. Lo venían siguiendo y no se quiso parar porque pues no estaba haciendo nada malo, pero en ningún momento le pegamos”.

“Cuando intenta huir, un (vehículo) particular le logra dar alcance, se le cierra para que no huya y en eso llega otro muchacho en otro vehículo y tratan de llevarse al testigo (Navarro), incluso golpeándolo”, desconcertado aún por el orden de los factores; tiene el oficial, compañero de turno de Édgar, la certeza de que su compañero fue “asesinado”.


Por: Javier Espinosa Valdespino

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