Kool Aid Arizonense

La infame SD1070, o ley antimigrante, del Estado de Arizona, se volvió un tema muy cargado de pasiones. Por un lado, surtió el efecto cuya patrocinadora había querido: la de activar al electorado seudo derechista para su reelección como gobernadora del Estado y cuyo partido perdió en las últimas elecciones presidenciales de los Estados Unidos, viéndose caer en espiral descendente desesperado. Por otra parte, ha provocado indignaciones y enfados, expresados desde lo local, hasta lo más internacionalmente a través de manifestaciones públicas, declaraciones opositoras contundentes y boicots comerciales que ya empiezan a doler en los bolsillos arizonenses.

Un ejemplo curioso es el “daño colateral” que ha sufrido una marca de refresco con nombre de Arizona, pero cuyo domicilio y origen es en Nueva Jersey; un sitio a más de mil kilómetros de distancia. Este “kool aid” exótico gasificado y embotellado se jactaba de su poder para matar la sed en zonas áridas, una verdadera “Coca Cola del desierto”, dirían sus fans. La empresa se ha deslindado desesperadamente de la ley pronunciándose severamente contra la iniciativa, al verse arrastrada por el boicot.

Es interesante que este gesto legal antirracial se dé en Arizona, un Estado cuyo origen histórico respondió a la intención de los estados sureños de anexarse territorios para fortalecerse frente a los estados norteños, ante la eminente polarización y guerra civil que ya se sentía venir por las posturas encontradas con la situación legal de la esclavitud. El Estado se creó quitándole extensiones amplias a dos territorios ganados en la guerra con México: el de la Alta California y el de Santa Fe de Nuevo México. Ambos territorios eran dominados todavía por las sociedades hispanoparlantes asentadas allí ya por varias generaciones.

Quitándole a cada territorio una parte relativamente despoblada, pudieron restar el dominio que ejercían los hispanos y los amerindios de la región. De dos territorios crearon cinco estados, dividiendo y venciendo con ello.

Así pudieron asentarse allí más fácilmente los nuevos migrantes anglosajones.

El Tratado de Guadalupe Hidalgo que firmaron las partes para terminar la guerra dejó insatisfechos a algunos intereses estadounidenses. Particularmente en lo que hoy es parte de Arizona, que había quedado en México, se quería más terreno para pasar el ferrocarril del Sur a la Costa del Pacífico, ante la posible separación con los estados del Norte. Además, en ese territorio se descubrieron varias minas de oro, plata y cobre nada magras, cuyo secreto no se iba a guardar por mucho tiempo. El resultado fue el tratado de la venta de La Mesilla en 1854, una sesión de territorio mexicano adicional a cambio de 10 millones de dólares para el Gobierno mexicano.

Cantidad que se repagó con muchas creces por los metales preciosos y otros beneficios obtenidos por su comprador.

En la venta de La Mesilla se fueron varias poblaciones de mexicanos que se habían salvado en la cesión de tierras de 1848; entre ellas, la ahora ciudad de Tucson. El pueblo de Nogales fue cercenado en dos y dividido por una cortina de hierro, anticipándose unos 100 años a la de Berlín. Los conciudadanos mexicanos que vivían legalmente en sus casas mexicanas estando protegidas por la abolición de la esclavitud en México hacía ya medio siglo, se encontraron de la noche a la mañana en un mundo de vida esclavista y con ciudadanía confusa.

Algo que parece ha seguido allí hasta la fecha, en facetas variadas.

La migración ha sido uno de nuestros rasgos más característicos desde que la Humanidad es Humanidad.

Muchas generaciones ambulantes pasaron antes de que empezáramos a volvernos sedentarios para cultivar campos y erguir ciudades. Los humanos hemos sido buscadores y aventureros siempre. No serlo es contra natura. Oponérsele es inhumano.