Imaginarnos importantes

Desde hace dos décadas se reconoce que el principal desafío para el desarrollo regional equilibrado y sustentable en Jalisco para el Siglo XXI, consistirá en alojar a los cientos de miles de jaliscienses que se suman a la población ya establecida y en proporcionarles a todos las oportunidades en el hábitat, la economía, la convivencia y la cultura, en un entorno natural muy contrastado, con una clara insuficiencia del presupuesto gubernamental. La mayor parte de estas presiones se presenta en la zona metropolitana de la ciudad de Guadalajara y sus alrededores.

Es una zona que ha sido reconocida ya como la “región metropolitana emergente” y cuyo alcance, si bien no ha sido precisado, sí se vislumbra con una extensión de hasta 14 municipios.

También se ha reconocido como prioridad estratégica el fortalecimiento de todas las obras, servicios y acciones que tengan como objetivo el conservar, proteger, restaurar y aprovechar de manera sustentable los recursos naturales. Se propuso la participación social en la planeación como eje integrador de todos los sectores de la sociedad. Además, se esbozó reordenar con criterios sustentables la región central del Estado para garantizar una metrópoli competitiva e incluyente; y se sugirió la preservación del entorno ecológico rural, incluyendo la franja perimetral de la mancha urbana que está siendo día a día invadido por el crecimiento desordenado de la urbe.

Las propuestas de planeación para el desarrollo equilibrado y sustentable de la ciudad se hicieron con una visión integral factible. Lamentablemente, la mayoría de las veces los planes son más bien un reflejo tardío de los deseos y fantasías, que de las intenciones o las capacidades para llevarlos a cabo. Una cosa es el ideal de lo que se debería o podría ser, otra cosa es la realidad cruda que se vive en carne y hueso. Los planes desde arriba tienden a ser visionarios, y desde abajo miopes; las acciones desde abajo, reales, y desde arriba, ilusas.

Más que la realización de los sueños que se ostenta en los anuncios publicitarios de los cientos de fraccionamientos que crecen imparablemente, la vida en la metrópoli se vuelve una auténtica pesadilla. Por ejemplo, la negligencia irresponsable en el crecimiento alrededor de las principales vías de acceso a la ciudad, ha hecho que además de ser insuficientes para las necesidades de ingreso a la mayor ciudad intermunicipal del país, presenta condiciones innecesarias de alto riesgo en su vialidad, de pérdidas cuantiosas de tiempo valioso, de costosas inundaciones dañinas y se sufre una desvaloración estética que antaño era el orgullo de la provincia. La gloriosa Perla de Occidente ha “chafeado” en el progreso.

A raíz del éxodo que provocó el temblor de 1985 en la Ciudad de México, el crecimiento en Guadalajara salió de su carril acostumbrado y que realmente había logrado ser una de las joyas urbanas del mundo, si bien modesta comparativamente. Este evento trajo no sólo a personas, sino las acompañó de políticas públicas centralistas y capitales inversionistas desvinculados con los valores propios de nuestra localidad. El amor, cariño, respeto y cuidado que se tenía fue apabulladamente arrollado por las ondas secuenciales del gran sismo. La estructura de liderazgo social y político se vio rebasado, tal que la caótica realidad acumulada literalmente explotó algunos años después desmoronando la propia estructura de la autoridad local.

En el contexto de la globalización, las ventajas económicas de las ciudades se ven reflejadas en los rasgos competitivos de sus espacios, productos y servicios regionales, principalmente en el costo y calidad de vida. Pareciera a primera vista un disparate afirmar esta vinculación entre la calidad de vida de una ciudad y los mercados internacionales, pero los estudiosos de estos fenómenos están encontrando nuevos descubrimientos que no siempre traen buenas noticias a las urbes descuidadas en su planeación, como la nuestra. Peligran caer en un círculo vicioso o espiral descendiente donde en lo local se deteriora la calidad de vida y en lo internacional pierde competitividad y presencia. Lo peor de los dos mundos.

Los espacios abiertos que resultan de la urbanización son los que compartimos para movernos, para estar, caminar, esparcirnos, encontrarnos. El espacio público, si bien es de todos, ahora carece de responsables directos y los aludidos se pasan la bola.

Nuestro curioso dilema está en que, mientras queremos imaginar y sentirnos importantes en el escenario global con bellezas universales, astros futbolistas, pilotos de Fórmula Uno, directores de Hollywood (quién sabe cuantos más en la lista de famosas personalidades), estamos descuidando la calidad de nuestras banquetas, fachadas, parques, jardines, del aire, agua, los ruidos, los olores… en fin, la calidad de la vida local que se da en los pequeños detalles.