Sábado, 30 de Noviembre 2024
Jalisco | Por Norberto Álvarez Romo

Distopía tapatía

A raíz del temblor de 1985 en la Ciudad de México, el crecimiento en Guadalajara salió de su carril acostumbrado

Por: EL INFORMADOR

Más que la realización de los sueños que se nos ostentan en los anuncios publicitarios de los cientos de fraccionamientos que crecen imparablemente, la vida en la metrópoli se vuelve una auténtica pesadilla. Por ejemplo, la negligencia irresponsable en el crecimiento alrededor de las principales vías de acceso a la ciudad ha hecho que, además de ser insuficientes para las necesidades de ingreso, presentan condiciones innecesarias de alto riesgo vial, de pérdidas cuantiosas de tiempo valioso, de costosas inundaciones y sufre una espantosa desvaloración estética que confirma que la Perla de Occidente está “chafeando” en el progreso.

A raíz del temblor de 1985 en la Ciudad de México, el crecimiento en Guadalajara salió de su carril acostumbrado, que realmente la había llevado a ser una de las joyas urbanas del mundo, si bien modesta comparativamente. Ese evento trajo no sólo a personas, sino que las acompañó de políticas públicas desvinculadas con los valores locales. El amor, cariño, respeto y cuidado que se tenía fue apabulladamente arrollado por las ondas (hordas) secuenciales del gran sismo. La estructura de liderazgo social y político se vio rebasado y la caótica realidad acumulada literalmente explotó algunos años después.

Se dice que realmente no apreciamos lo que tenemos hasta perderlo. Las pérdidas abruptas son claramente identificadas. No resulta tan obvio cuando se pierde algo poco a poco, a paso lento. Resulta especialmente impreciso determinar cuándo el deterioro progresivo de una situación llega; hasta que un buen día se cae en la cuenta de que las condiciones han desmejorado significativamente.

Es un sentimiento ampliamente compartido que la calidad de la vida en Guadalajara está afectada en forma negativa por su crecimiento urbano desordenado y caótico que ha rebasado la capacidad y voluntad de la ciudad. Sin embargo, en lugar de atender el asunto de frente, nos perdemos en las grandes declaraciones de los nuevos soñados proyectos que nos salvarán poniéndonos en los reflectores internacionales.

En ese contexto de la globalización, las ventajas de las ciudades se ven reflejadas en el costo y la calidad de la vida. Los estudiosos de estos fenómenos han encontrado nuevos descubrimientos que no siempre traen buenas noticias a las urbes descuidadas en su planeación, como la nuestra: peligramos caer en un círculo vicioso, o espiral descendiente, donde en lo local se deteriora la calidad de vida y en lo internacional se pierde competitividad y presencia. Lo peor de los dos mundos.

El dilema que vivimos está en que mientras queremos imaginar sentirnos importantes en el escenario global, estamos descuidando la calidad de nuestras banquetas, calles, parques, jardines, del aire, agua, los ruidos, los olores; en fin, la calidad de la vida. Nuestros sueños andan desubicados.

Una utopía es la descripción de un lugar o una sociedad imaginaria y perfecta. Aunque la utopía pueda verse como un sueño inalcanzable, también es útil para señalar alguna dirección, pues refleja los sueños y las inquietudes. Permite reconocer los valores fundamentales de una comunidad en un momento dado y, también, los
obstáculos que ésta encuentra a la hora de materializarse.

Las utopías no sirven tanto para construir mundos ideales, como para comprender mejor el mundo en el que vivimos. Si consideramos que la sociedad utópica es un disparate irrealizable, se nos presenta el desafío de explicar por qué no tenemos al menos la necesidad de imaginar mundos mejores. Por qué nos satisfacemos con su contrario: la distopía.

NORBERTO ÁLVAREZ ROMO / Presidente de Ecometrópolis, A.C.
Correo electrónico: nar@megared.net.mx

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones