Sábado, 23 de Noviembre 2024
Jalisco | Entre veras y bromas, de Jaime García Elías

—“Conteburnio”

Aquí tanto quienes están obligados a cumplir las leyes, como quienes tienen el compromiso de hacerlas cumplir están “en conteburnio”

Por: EL INFORMADOR

—¡Anda el diablo por aquí! —diría Hugo Chávez—... ¡Huele a azufre todavía!

No bien empezaban a disolverse los ecos de los fraternales, reiterativos deseos de “Feliz Año Nuevo”, cuando comenzaron los indicios de que los niños mimados de la Virgen de Zapopan —los tapatíos, se entiende— cayeron de su gracia: primero, apenas al comenzar febrero, en paralelo con la “tamaliza” de La Candelaria, los “narcobloqueos”; luego, el pasado fin de semana, el “granadazo” en un bar vecino a la Glorieta Minerva; ayer, a corta distancia de ahí, el espectacular incendio, con saldo trágico de un obrero muerto y tres decenas de heridos, en los pisos bajos del que es, ya, el edificio más alto de Guadalajara... “Más (toquemos madera...) lo que se acumule en la semana”.


—II—


Los tres lamentables episodios, absolutamente disociados de los usos y costumbres de la otrora “ciudad amable”, han exhibido, impúdicamente, las escandalosas insuficiencias e incompetencias de las autoridades...

Los “narcobloqueos”, porque demostraron que los “códigos rojos” de las dependencias vinculadas con la dizque “seguridad pública” y la célebre carabina de Ambrosio, sirven exactamente para lo mismo. El “granadazo”, porque cinco días después del incidente, ni siquiera se acaba de identificar a todas las víctimas, lo que alimenta la sospecha de quienes se valen de cualquier minucia para criticar a la autoridad, de que el esclarecimiento de los hechos y la identificación de los criminales que con una granada de fragmentación hicieron una trágica chuza humana, se logrará, sin falta..., el Día del Juicio. El incendio de la víspera, porque, de entrada, la de ayer no es la primera víctima fatal de percances que no necesariamente pueden calificarse como accidentes de trabajo (según los propios operarios, ya irían siete); luego, porque es probable que haya habido negligencia (o, peor aún, corrupción) de las autoridades para supervisar el estricto apego de los constructores a los reglamentos de construcción y de protección civil, tanto en lo concerniente a equipos y normas de seguridad para los obreros, como en lo que atañe a los materiales (polímeros, solventes, adhesivos...) que se utilizan.

—III—


Aquí, una de dos: o alguien no se persignó, como decían las abuelas... o tanto quienes están obligados a cumplir las leyes —los constructores—, como quienes tienen el compromiso legal y moral de hacerlas cumplir —las autoridades—, están “en conteburnio” (sic), como dijo, tratando de disimular los huaraches con una palabreja dominguera, el ranchero...

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