Domingo, 19 de Enero 2025
Jalisco | LIBRE DIRECTO POR JAIME GARCÍA ELÍAS

— Homilía

Aquí, al margen del efecto que puedan dejar entre los fieles que las escuchan ''en vivo'', las palabras de los ministros generan, ocasionalmente, reacciones diametralmente distintas a las deseables

Por: EL INFORMADOR

Jaime García Elías.  /

Jaime García Elías. /

Las homilías, especialmente las de los clérigos más prominentes, suelen ser noticia. A veces, incluso, sin que las declaraciones, disertaciones o simples peroratas de dichos personajes alcancen el rango de prédicas yuxtapuestas a las celebraciones litúrgicas, orientadas a explicar al pueblo los asuntos relacionados con la materia religiosa, los ecos de tales discursos, formales o informales, resuenan durante mucho tiempo...

Verbigracia, la reciente declaración del Papa Benedicto XVI, aún en el avión, camino a Santiago y Barcelona, hace dos semanas, en el sentido de que en España hay una marcada corriente de “anticlericalismo”, generó reacciones; básicamente, la explicación (comedida, porque lo razonable no tiene por qué expresarse a gritos) de que esa corriente es la oscilación del péndulo de la historia, correspondiente a los años —recientes aún— del franquismo que hizo abierta y declaradamente confesional al Estado, y convirtió a la Iglesia en un poder paralelo que se resiste a abdicar.

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Aquí, al margen del efecto —ojalá que positivo— que puedan dejar entre los fieles que las escuchan “en vivo”, las palabras de los ministros generan, ocasionalmente, reacciones diametralmente distintas a las (en teoría, al menos...) deseables. Aun sin llegar al extremo de las que dan pie a denuncias judiciales —como las del jefe de Gobierno del Distrito Federal contra el cardenal arzobispo de Guadalajara por asuntos que ya han sido suficientemente ventilados—, los mensajes de la alta clerecía suelen resultar polémicos...

Puesto que el evangelio propone la analogía entre la palabra y la semilla, y sostiene que si dicha semilla cae en buena tierra “germina y fructifica”, habrá que aguardar y observar si es el caso de la parte medular de la homilía dominical del arzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera, ayer en la Catedral Metropolitana: para combatir el veneno de delincuencia y criminalidad que ha permeado todos los órganos del país, hay un solo antídoto eficaz: no las inversiones de cuantiosas partidas de fondos públicos en  contratación, capacitación y equipamiento de policías y “fuerzas del orden”, sino algo mucho más simple, en apariencia: el empleo.

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Faltaría, si acaso, matizar: el empleo digno; el empleo que permita la realización vocacional del individuo; el empleo que permita una remuneración digna; el empleo que no se limite a ser una forma velada de la esclavitud (salarios miserables, escamoteo de prestaciones...) contra la que Hidalgo emitió en Guadalajara su célebre “decreto”. O de limosna, que condena a la pobreza a quienes no tienen más opción que recogerla... pero reivindica como “buenos”, “generosos”, “caritativos” y “buenos cristianos” a quienes la otorgan.

Faltaría, en efecto, decirlo. Y lo más importante: faltaría pasar de las palabras a los hechos.

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