Sábado, 23 de Noviembre 2024
Jalisco | Entre veras y bromas por Jaime García Elías

— “Bola”

Los mercados —y el “Bola” entre ellos— llegan a sobrar

Por: EL INFORMADOR


Ejemplo de cacofonía: “Centro Cultural Bola”. Sólo por eso, porque suena feo, habrá que buscarle, en su momento, una denominación más eufónica al proyecto —¡uno más...!— de la actual autoridad municipal de Zapopan con respecto al futuro del mercado de la populosa Colonia Constitución (más conocida por su apócope: “La Consti”), que lleva ese nombre pero que está en vías de dejar de serlo para convertirse, supuestamente, en un templo de las musas que incluya auditorio, biblioteca, escuela de música, etcétera. (Como dijo el simple: “Sobre todo, etcétera”).

—II—

Un mercado, aunque se llamara “Bola”, parecía estar en concordancia con la vocación de una ciudad (Guadalajara y sus cada vez más inabarcables anexas) que se precia de ser “El paraíso de las compras”; (una etiqueta, por cierto, que no necesariamente significa que sus habitantes sean unos anodinos bípedos que, a falta de mejores inquietudes galas intelectuales, se limiten a ser consumistas).

Precisamente por tratarse de “El paraíso de las compras”, cada vez es mayor la tendencia de los tapatíos —los que venden y los que compran— a ejercer el comercio al aire libre; en espacios abiertos; en tianguis, pues. Los mercados, por tanto —y el “Bola” entre ellos—, llegan a sobrar... El caso es que a la imaginación de la autoridad municipal, que se queda con un espacio de su propiedad, subutilizado, sólo se le abren dos caminos: o lo concesiona a alguna dependencia burocrática... o la convierte en “espacio cultural”.

Un antecedente similar sería la zona aledaña al Parque Morelos, en Guadalajara, donde la comuna, en la administración anterior, adquirió los terrenos en que supuestamente se construiría la Villa Panamericana y se iniciaría la cacareada “recuperación” del llamado Centro Histórico. Una vez que se frustró aquel proyecto, fue sustituido por el que ahora mismo está en cartera: invertir dinero público para transformar esos lamentables baldíos, precisamente —¡abracadabra...!—, en “centros culturales”.

—III—

Cualquiera diría que la idea no es mala. Después de todo, en Venezuela, por ejemplo, merced al Sistema Nacional de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles, iniciado por José Antonio Abreu, se ha conseguido que el arte sea la opción para cientos de miles de jóvenes que, sin ella, tal vez hubieran ingresado precozmente a las infanterías de la delincuencia.

(Infelizmente, ni los José Antonio Abreu se dan en maceta... ni se tienen noticias de que en Guadalajara y sus alrededores haya un ser humano de su estatura).

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