Imaginemos al país como si fuera un rompecabezas, de los de 50 piezas, para niños muy pequeños y en los que difícilmente se podría cometer un error al intentar embonar segmentos, ya que además los colores o motivos reducen al mínimo la posibilidad de yerro. Pero también no subestimemos la enorme capacidad que como sociedad y gobierno tenemos para encontrar esa pequeña y única arista para la pifia. Tenemos entonces 50 piezas que, tal y como están las cosas, bien podríamos etiquetar como problemas. Tomemos una, la más brillante, la que parece nueva, la de la reforma energética y a rasparla en la mesa, a golpear y doblar. De repente lo que debería ser una discusión seria y bien fundamentada de cómo lograr que la llamada riqueza petrolera nos beneficie a todos, cómo garantizar que la gallina de los huevos de oro no se nos muera antes de que logremos fincar un tramado de progreso y desarrollo sustentable que no dependa de los hidrocarburos, en los términos en los que actualmente lo hace, lo convertimos en un toma y daca entre quienes se adjudican los derechos exclusivos del patriotismo y quienes al ponderar la necesidad de una apertura al capital privado, se anclan en el antiguo discurso nacionalista, con toques evidentemente populistas. La pieza, que camina hacia un debate de dogmas, en lugar de hechos, corre el riesgo de no embonar en ninguna parte. Tomemos otra, la que se muestra hoy bajo el rostro adusto de un centenar de mujeres de la comunidad de Xaltianguis, Guerrero, que en el legítimo reclamo a un mínimo de seguridad, deciden literalmente tomar las armas. Representan un tentáculo más de ese gigantesco pulpo en que se han convertido las guardias comunitarias, los grupos de autodefensa y/o los Sistema de Seguridad y Justicia Ciudadana, que en el lance arrebatan al Estado el monopolio del uso de la fuerza y lo exhiben tal cual es: rebasado, incapaz, permisivo, corrupto y reducido en los hechos a mero administrador de conflictos, y ni siquiera uno muy eficiente. Es otra pieza que ya no embona en ninguna parte del rompecabezas. Si no fuera suficiente y como recordatorio permanente de que la estrategia de agotar el esfuerzo en proyectar un futuro mejor —y en el ínter descuidar el presente—, no es viable en la mayoría de los casos y ciertamente no lo es en términos de país, tenemos a los grupos que reclaman airados y beligerantes mantener intactos sus cotos de poder y ante la discusión sobre las leyes secundarias de la reforma educativa, pues a irrumpir en el Congreso, desatar la violencia, realizar plantones y toda la parafernalia a la que por desgracia los mexicanos estamos acostumbrados. Si a estas alturas queda alguna duda de que hoy no somos más que un rompecabezas de piezas chuecas, de problemas irresueltos, la Secretaría de Hacienda bajó, otra vez, la expectativa de crecimiento del Producto Interno Bruto de 3.1% a sólo 1.8%, lo que la calificadora Merrill Lynch interpreta como que el país cayó ya en “un fuerte y profundo bache”. Para los simples mortales se trata de muy malas noticias que habrán de repercutir en forma directa en nuestros bolsillos y de quienes nos rodean. Dicen los que aseguran que saben que el identificar un problema es la mitad de su solución. Entonces quedaría preguntar a los que les toca hacerlo, por ejemplo en materia educativa y en el terreno de la seguridad, ¿hasta dónde creen que se puede avanzar con tanto lastre?