Lunes, 07 de Octubre 2024

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De la decadencia tapatía: el mejor edificio de Federico González Gortázar

Por: Juan Palomar

De la decadencia tapatía: el mejor edificio de Federico González Gortázar

De la decadencia tapatía: el mejor edificio de Federico González Gortázar

Hay, en la esquina suroriente de López Cotilla y 16 de Septiembre, una de las primeras muestras de la modernidad tapatía que conllevó el egreso de las primeras generaciones de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara fundada por Ignacio Díaz Morales en 1948. Y es una de sus muestras más brillantes. Debe datar de mediados de los años cincuenta. Su autor fue el entonces muy joven arquitecto Federico González Gortázar (1936-2006).

Dicho arquitecto, cuya primera etapa fue realmente extraordinaria, realizó a su salida de la Escuela un viaje de estudios por Brasil, en donde la nueva capital, Brasilia, recién inaugurada entonces, era un potente imán para los arquitectos de todo el mundo. Pero también estuvo en Río de Janeiro y Sao Paulo, ciudades en las que entró en contacto con la potente y fresca versión de la arquitectura moderna que llevaban adelante los arquitectos brasileños. Con tales influencias, definitivas sin duda, regresó a Guadalajara a iniciar una prometedora carrera.

El edificio de López Cotilla tiene muchas cosas notables. Su volumetría —salvando el grave tema del contexto histórico en el que se ubica— es limpia y clara. Su atención a la climatología de Guadalajara —más su influencia brasileña— se manifiesta en los parteluces que cubren las fachadas. Su uso se planteó, de manera muy afortunada, como mixto. Planta baja y entrepiso comerciales. Y las demás plantas para departamentos de doble altura. Con esto se reafirmaba tempranamente la deseable vocación habitacional del Centro. Los aspectos constructivos están correctamente resueltos, y han probado ser durables.

Pero no tan durables como para resistir la absoluta falta de mantenimiento a la que por decenios han sometido al edificio sus propietarios. De manera que ahora luce descuidado y lleno de detalles que necesitan componerse. Seguramente una restauración integral sería apropiada, y urgente. De esta manera volveríamos a tener en buen estado una pieza maestra de las generaciones arquitectónicas tapatías de mediados del siglo XX.

El arquitecto Federico González Gortázar, en su primera etapa, dejó una cauda de obras muy notables. Por mencionar algunas: el edificio “gruyere” de la esquina nororiente de Unión y Lerdo de Tejada, la clínica 2 del IMSS sobre Jesús García, la Casa Hogar de la Federacha, la ahora desaparecida casa del doctor Urrutia en la calle Mar Mármara del Country, el Club de Yates de Chapala y varios ejemplos más. Bien merecería que la revisión de su carrera, a lo que se sabe ya iniciada, fuera pronto publicada dentro de la Colección Arquitectos del Siglo XX de la Secretaría de Cultura. Seguramente aprenderíamos muchas cosas interesantes y la ciudad podría ser más consciente del patrimonio que debe ser preservado.

Por lo pronto, ánimas que los propietarios del edificio de López Cotilla y 16 de Septiembre emprendan la restauración que una obra de esa calidad merece. Y le reintegren a la ciudad, en su plenitud, un patrimonio moderno sumamente significativo.

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