Negarse a aceptar la profunda crisis por la que pasan los Hospitales Civiles de Guadalajara —son dos unidades de servicio— es aumentar el riesgo de un colapso de mayores consecuencias. Hablamos de una histórica y noble institución cuyo rasgo más entrañable ha sido, desde su origen, el amor al prójimo manifestado a través de una palpable caridad entrañable hacia el necesitado. La causa de la crisis esta perfectamente “diagnosticada”: no se tienen los recursos monetarios suficientes para enfrentar las necesidades de la institución. Se dice, ya desde hace buen tiempo, que la parte que le corresponde al Seguro Popular no ha sido entregada. Hace unos días anuncio la Universidad de Guadalajara a través de su rector la decisión de un apoyo, en forma extraordinaria, para solventar las más urgentes necesidades —que son todas—. Mientras esto ocurre, los solicitantes de servicios que se cuentan por cientos, tendrán que, parafraseando a “La plegaria hitita del enfermo” exclamar: “y ahora que me hallo enfermo, ¿no es el hospital civil el que me ha de sanar?”No es momento de buscar culpables y mucho menos refugiarse en el alivio de saber que alguien no ha cumplido con su responsabilidad y de ahí la precaria situación de los hospitales, sabemos que las causas son multifactoriales, pero al fin de la tarea, para los beneficiados, la crisis aparece como una agresión hacia el mayor don que tiene el ser humano: la salud. No olvidemos que el trabajo de la enfermedad y la muerte es estar al acecho. La crisis de los hospitales ya va cumpliendo tiempo de transitar por el áspero camino de la astringencia presupuestal que afecta al solicitante de los múltiples servicios —salud y humanitarios— que presta la institución, incluso los pagos al personal médico se han visto afectados. En la práctica y en detalle, ocurren historias dignas de películas de terror, son muchos los pacientes que ante la falta oportuna y eficaz del servicio médico que no se otorga por falta ¡hasta de una gasa! no le queda otra opción que refugiarse en el llanto y la desesperación.Por lo que corresponde a la calidad del servicio del equipo medico hay que admirar el profesionalismo y el alto espíritu de servicio con que laboran, a pesar de que ejercen su tarea lastrados por las carencias mas elementales. El sentido del honor y de la caridad prevalece como distintivo de la institución.La junta de gobierno tiene ante si un enorme reto: apelar con sólidos argumentos a fin de que los recursos fluyan hacia la institución, además de luchar para que los inminentes recortes presupuéstales que se avizoran no arriben a los Hospitales Civiles de Guadalajara. En “términos médicos” gestiones para ofrecerle a la institución higiene presupuestal y así evitar las infecciones que provoca la precariedad. Finalmente, habrá que decirlo, la sociedad tapatía no esta exenta de esta responsabilidad sus donativos son otra de las vías de solución; procedería mas que justificadamente llevar a cabo una especifica campaña para recolectar fondos; se trata de un deber de conciencia social.
