Jueves, 02 de Enero 2025

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- Voz pastoral

Por: Jaime García Elías

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Pocas cosas hay en el mundo de la política internacional tan prestigiosas como la diplomacia del Vaticano. Porque se le reconoce como mesurada, ecuánime y conciliadora —esto último, sobre todo—, es muy frecuente que se le invite a mediar en diferendos internacionales entre países (fue muy ponderado, en su momento, su papel en el deshielo de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, a partir de la frase central del discurso de Juan Pablo II en La Habana, en 1998: “Que Cuba se abra al mundo, que el mundo se abra a Cuba”), y aun en los conflictos internos de algunos países, como ahora mismo ocurre en Venezuela.

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-II-

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Bien… Fiel a esa línea, el flamante Nuncio Apostólico en México, Franco Coppola, dio una sumaria cátedra de finura diplomática el lunes pasado, en la obligada entrevista posterior a la ceremonia de presentación de sus cartas credenciales al Presidente Peña Nieto…

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El tema resultaba obligado: su posición con respecto a la reciente polémica sobre el llamado “matrimonio igualitario”. Con la mesa servida para levantar la mano a las organizaciones que el mes pasado realizaron manifestaciones a favor de su concepto del “matrimonio natural” en varias ciudades del país, Coppola hizo gala de tacto… “Yo puedo responder con la posición de la Iglesia”, dijo de entrada. Y añadió: “Empero, no es esa la respuesta que como pastor tengo que dar”… Tras subrayar que los grupos que promueven el “matrimonio igualitario” “deben gozar de los derechos escritos en la Convención Universal de los Derechos Humanos”, concluyó: “Creo que hay que encontrar la vía mexicana para responder a estas necesidades o deseos…”.

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-III-

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A reserva de que él mismo lo puntualice —ya habrá tiempo para ello…—  Coppola no se pronunció a favor de las relaciones homosexuales. En ese aspecto, es poco probable que la Iglesia modifique el criterio que las considera pecaminosas; ilícitas, pues. Aprobó, en cambio —o no reprobó categóricamente, al menos— la posibilidad de que dos personas del mismo sexo (no necesariamente homosexuales, subrayémoslo) decidan hacer vida en común con la intención de procurarse ayuda mutua y de alcanzar los beneficios sociales y legales que tienen los cónyuges en el matrimonio “natural”.

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Polémico hasta hace unas semanas, el tema, como es público y notorio, perdió vigencia merced a la actitud pusilánime de los legisladores que decidieron mandarlo a la congeladora. Coppola, por lo pronto, hablando “como pastor”, ya aportó un respetable elemento de juicio para cuando el asunto resurja.

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