Lunes, 25 de Noviembre 2024
Entretenimiento | Saturnino Herrán (5)

Visiones de Atemajac

Las mujeres de Herrán

Por: EL INFORMADOR

Toca el turno a las mujeres de Herrán. Comencemos con las representadas en los cuadros titulados Bugambilias (el de 1911 es un óleo sobre tela de 31 por 36 centímetros y pertenece al Museo de Aguascalientes. El otro, data de la misma fecha, también es óleo sobre tela pero mide 129 por 79 centímetros y pertenece a una colección particular). Podríamos palparlas colocando nuestras manos sobre sus senos para certificar el movimiento sensual y acompasado de sus troncos respirando. Haciendo otro pequeño esfuerzo aspiremos el aroma de las flores entremezclado con el vaho por ellas exhalado. Asumamos la postura erguida y abandonada de sus cuerpos. Frescura, libertad y gozo estético. Herrán condensa en estas imágenes tres de sus afanes: sensualidad sin complejos; mestizaje celebratorio; y engolosinamiento en los recursos estéticos modernistas (me refiero al "plen air" impresionista, a la pincelada gestual expresionista, al diseño formal vinculado al "art nouveau" y a los colores planos y vibrantes del fauvismo).

Prosigamos con la mujer contenida en El jarabe (cuadro fechado en 1913; se trata de un óleo sobre tela y pertenece al Museo de Aguascalientes; mide 160 por 138 centímetros). Representa una festiva escena en la cual una bella mestiza descalza baila un jarabe acompañada por un guitarrista indígena y por un espontáneo compañero bailarín portador de vestimenta charra y tupido mostacho criollo. Un caserío desperdigado, un jorongo colgado y un sombrero rodando en primer plano ayudan a reforzar el mestizaje racial que los personajes ostentan. Una vez más encontramos una composición dinámica, poses corporales diversas, líneas inclinadas deslizantes, sobria estructura dibujística y el –infaltable- erotismo exudado por la atractiva y grácil bailadora.

La dama del mantón confirma la inauguración de caminos inéditos que Herrán abrió para la visualidad mexicana. Estamos frente a una lánguida mujer retratada en cuerpo entero y de pie. No está ataviada con túnicas coloniales o ropajes ceñidos del XIX: porta un bellísimo vestido estampado y mantón a la manera de las bailadoras españolas zapateando ritmos andaluces. Nos remite, asimismo, a las divas del cine mudo o a las bailarinas del ritmo del charlestón en los salones norteamericanos de principios del XX. Se trata de la musa del pintor, me refiero a Rosario Arellano. Ondulante y provocativa serpiente del Edén moderno.

Secularización y mundanidad. La eficaz composición en x, la sugerente luz y contrastes envolviendo la atmósfera sórdida del cuadro y el empleo de colores vibrantes (como el rojo) acompañados de grises o pardos, presagian ciertas resoluciones formales no solo de la futura figuración pictórica (Arturo Rivera, Daniel Lezama), como del Cine Mexicano, tanto del fotografiado por Figueroa en la Época de Oro, como el tenebrista que Ripstein y Fons practicaron en las décadas de los 70 y 80 del pasado siglo.

TEXTO: Enrique Navarro navatorr@hotmail.com

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