Martes, 26 de Noviembre 2024
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Hitler y los alemanes, un capítulo de nunca acabar

La decisión de incluir una figura de Hitler en esa exhibición despertó controversia en el país, donde los símbolos nazi están prohibidos

Por: EFE

Los personajes que marcan una época -positiva o negativamente- cuando mueren o desaparecen del escenario público suelen, en el sentido estricto de la palabra, pasar a la historia.

Esto quiere decir que se les hace un sitio en los museos -incluído el museo de cera de Madame Tussaud- y en los archivos y que su imagen deja de despertar pasiones y empieza a mirarse con el interés indiferente del erudito.

No obstante, ese no parece ser el caso de Adolf Hitler, al menos para los alemanes que se exigen a si mismos una actitud permanente de rechazo y repugnancia ante el jerarca nazi y todo lo que este significó y significa.

Las advertencias sobre que el peligro que significó para la humanidad el nacionalsocialismo termine relativizándose a través de la historización del fenómeno son recurrentes en Alemania.

Uno de los primeros biógrafos de Hitler, Joachim Fest, cuenta en sus memorias como su padre -que había sido un opositor al régimen nazi- se había mostrado contrario a su proyecto de escribir un libro sobre el dictador porque, decía, escribir sobre el nacionalsocialismo tendía a darle una dignidad que no tiene.

Otros historiadores, como Ernst Nolte, han terminado siendo blanco de las críticas por tratar de dar una explicación, en el contexto de lo que él llamó la guerra civil europea, de los factores que llevaron a Hitler al poder.

Para muchos el intento de Nolte no explicaba a Hitler sino que lo justificaba y lo relativizaba por lo que el historiador sigue siendo hoy considerado como un revisionista.

Asímismo cualquier imagen de Hitler, cualquier documento original suyo -como su libro "Mein Kampf" que sigue hoy prohibido en Alemania- está marcado por una especie de aura demoníaca.

La discusión previa a la apertura al público del Museo Tussaud de Berlín estuvo marcada por esa presencia de la sombra de Hitler y para muchos el hecho de que una figura de cera representándolo fuera presentada como una atracción turistica era una forma de banalización del mal.

La decisión de un berlinés de decapitar hoy la figura de Hitler, al grito de "Nunca más guerra" prolonga esa discusión de manera algo radical.

Los argumentos de que Hitler es parte de la historia alemana y que por eso hay que ponerlo al lado del ex-tenista Boris Becker o la estrella de rock Nina Hagen, que empleó el museo se habían quedado cortos sobre todo porque para muchos el Tussaud no es tanto un lugar de documentación histórica cuanto un sitio donde se banaliza la historia.

El ensayista Henryk M. Broder ha reaccionado con una broma diciendo que al fin un "atentado contra Hitler" tiene éxito.

Entre los visitantes del museo habían algunos que se alegraban de que "al fin alguien se hubiera atrevido" como otros que censuraban la acción y decían que a Hitler no se le podía ocultar.

En todo caso, la exposición de la figura de cera apenas duró quince minutos. El manifestante solitario era el segundo de la fila para entrar al museo y esperó pacientemente cerca de dos horas para al final cumplir su cometido.

Nadie entiende como pudo ocurrir, con dos guardias de seguridad cerca de la figura, que debían proteger que nadie intentará fotografiarse junto a ella ni mucho menos llegar a tocarla.

En el Museo Tussaud de Londres también hay una figura de Hitler. A diferencia de la de Berlín, no muestra al dictador como hombre viejo ya vencido sino en pose combatiente y muy cerca de su principal enemigo durante la II Guerra Mundial, Winston Churchill.

En todo caso, la figura de Hitler en Londres también ha sido objeto de diversos ataques, como escupitajos, aunque sin llegar al extremo de la decapitación.

En todo caso, está claro que todavía no ha llegado el momento en que una figura de cera de Hitler en Berlín pueda ser una figura más. Y acaso ese momento no llegue nunca.

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