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Entretenimiento | El actor que venció a la fama

Gustavo Sánchez Parra, presente en el cine

Con dos nuevos proyectos para ser estrenados este 2010, el actor, quien imparte un curso en Tapalpa, reflexiona sobre su profesión

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (06/AGO/2010).- No hace películas para convertirse en estrella. Tampoco es figura que guste de levantar escándalos. Rara vez se le verá en la alfombra roja de algún estreno, aun cuando sea una película donde aparece, además, con él los “amiguismos” y las “palancas” no funcionan, pues prefiere el casting. “Yo no hago cine para ser famoso”, repite Gustavo Sánchez Parra en charla con este diario. El actor, que es maestro de actuación, que antes fue sonidista teatral y guitarrista clásico, y que todavía antes de todo esto se dedicó a las artes marciales, asegura que encontró en los escenarios y foros de grabación la tan ansiada profesión definitiva de la vida. Y sí, su rostro es reconocido en la calle y lo invitan a los festivales, sin embargo antepone la sobriedad y la seriedad sobre la espectacularidad plástica. Prefiere, en pocas palabras, ser actor antes que alguien famoso.

Sánchez Parra, quién diera vida a El jarocho de la película Amores perros, se encuentra en el Pueblo Mágico de Tapalpa para ofrecer un taller de expresión corporal y acrobacia ante un grupo de jóvenes histriones, esto como parte de las actividades previas del Festival de la Luna, encuentro cultural a celebrarse los días 21, 22 y 23 de octubre. Durante un descanso, mientras relata sus experiencias fílmicas más recientes, entre ellas las premiadas por la crítica recientemente: Año bisiesto y Rabia, conversa con este diario.
 
— Luego de experimentar en varios campos laborales, ¿podrías decir que la actuación es tu trabajo definitivo?
— Diría que sí. Todos mis trabajos antes eran incidentales, a veces hasta de una semana, y me sirvieron para darme cuenta que yo no sirvo para estar encerrado. Como actor encontré que lo que más me llenaba era estar en el escenario, pero es algo de lo que me di cuenta con el paso del tiempo.

— ¿Qué debe tener un papel para que digas “sí” a un proyecto?
— Las veces que he podido seleccionar un personaje, como sucedió en Año bisiesto, lo hice porque el papel era un reto, por los elementos con los que contaba en su conjunto: Tenía muchas cosas que ofrecer, era difícil y a la vez ofrecía la posibilidad de explorar la intimidad de un ser humano. Si soy sincero, debo decir que son pocas las veces que he podido decir “quiero ese papel”. Todo pasa por un proceso de casting. El único caso donde me ofrecieron un trabajo pensado especialmente para mí fue en Rabia, donde me sumergí en un mundo desgarrador, complejo e increíble.
 
— ¿Fue con “Amores perros” que dijiste “lo mío es el cine”?
— El teatro ya me llenaba mucho, pero es cierto que con Amores... el cine se convirtió en una pasión absoluta. Y si hay algo que ha mantenido viva esa pasión son los cortometrajes, que mantuvieron vivo mi interés. El problema de los cortos es que me ofrecían papeles siempre de gandayas, de malosos. Pero los acepté consciente de que era yo el que estaba aprendiendo el lenguaje del cine.
 
— ¿Ya descartas cualquier papel que tenga que ver con ser el “malo” de la película?
— Creo que en mi carrera he tratado de no estacionarme en un solo tipo de personajes, sino brindarles matices que los hagan memorables. Lo que sí quiero es que más que recordar mi rostro acuerden de mis papeles. Eso sí me llena de mucho orgullo. Hay miles de formas de hacer un papel, así que no siento que me haya quedado en una sola faceta.
 
— Los festivales te han favorecido con sus críticas con varias películas, entre ellas “Amores perros”, “Rabia”, “Año bisiesto”, ¿qué peso le das a los premios?
— He tenido fortuna con algunos proyectos, que han salido premiados desde Cannes hasta aquí en Guadalajara, pero no hago cine por eso. El reconocimiento y los autógrafos tampoco  son algo que me guste hacer. Lo que sí quiero es que la gente nos vea en el cine. Con Rabia en España no pasó gran cosa, y lo que quiero ahora es que le vaya bien en México, igual con Año bisiesto. De nada sirve ganar reconocimientos en festivales, eso no me ha generado trabajo hasta ahora.
 
— ¿Quién ha sido el crítico más grande de tu carera?
— Uno mismo. Cuando veo mis películas a veces sufro, siento que pude haber hecho mejor las cosas y no salgo contento porque me paso de crítico con cada cosa, gesto y diálogo que tengo. Con Rabia y Año... siento que se hizo un buen trabajo, diría que son las joyitas de mi carrera (risas). Me sentí satisfecho con lo que se logró en su conjunto, sin contar que en lo particular me fue bien.
 
— ¿Estás conciente del impacto que tiene “Amores perros” en la cultura pop y cinematográfica de México?
— Sí, curiosamente porque es una película que se sigue sintiendo fresca, que ha envejecido con gracia ¡y ya tiene 10 años! Todavía, durante un corto que rodé hace poco en un barrio muy pobre, se me acercó un chavito y me dijo ‘tú eres El Jarocho, el que se la partió a Octavio’ (personaje de Gael García Bernal). Me acuerdo y me da risa y gusto de que el personaje se haya metido en la mente del público. ¿Cómo no me voy a sentir orgulloso de esa película?
 
— ¿Te imaginas haciendo otra cosa que no sea actuar?
— He tratado de visualizarme de otra manera y me cuesta trabajo. Eso quiere decir que encontré lo que me tocó hacer en esta vida y no me queda más que ofrecerme al máximo al cine y al teatro. Enseñar y aprender.

EL INFORMADOR/ Juan Francisco González Rodríguez

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